martes, 7 de febrero de 2012

Gana Josefina pierde Calderón

El Diario, 7 de febrero de 2012
Luis Javier Valero Flores
Gruesas palabras, las primeras de Josefina Vázquez Mota al momento de su triunfo en la elección del domingo. Su objetivo, dijo, es derrotar a Enrique Peña Nieto y su partido, porque representan el autoritarismo y el regreso a la corrupción y a la impunidad como sistema.

Más de uno podrían enderezarle tales acusaciones a su propio partido, luego de casi doce años de gobierno.

Cerca de medio millón de personas votaron en la elección del Partido Acción Nacional para encontrar a su candidato a la Presidencia de la República, muy por debajo del padrón –de alrededor de 1 millón 800 personas, entre militantes y adherentes–, de los cuales el 53.9 por ciento (264 mil 503) lo hicieron por Josefina Vázquez, en tanto que Ernesto Cordero obtuvo 38.9 por ciento (190 mil 722) y Santiago Creel en un lejano 6.1 por ciento (29 mil 870 votos).

Luego de un controversial proceso en el que las heridas tardarán en sanar, no sólo por lo que se dijeron la ahora candidata y el delfín de Felipe Calderón, los tres precandidatos juraron ir unidos a la elección constitucional.

Quien pierde en el proceso interno es Calderón, quien optó por Cordero luego de la muerte de Juan Camilo Mouriño y la caída temprana de otros precandidatos, como el ex secretario de Desarrollo Social, Heriberto Félix, a quien lo acompañó, siempre, las sospechas de su cercanía con elementos del crimen organizado, y la del ex gobernador de Jalisco, Francisco Ramírez, quien debiera salir de la Secretaría de Gobernación por serias diferencias con quien ocupa la residencia presidencial.

Calderón en algún momento pretendió impulsar a Javier Lozano, secretario del Trabajo, pero sus continuas polémicas con prácticamente todos los protagonistas políticos lo dejaron en el camino. Finalmente, hasta el secretario de Educación, Alonso Lujambio, fue visto en algún momento como el más idóneo. No solamente se quedó en el camino, ya descartado de la lucha presidencial, le fue diagnosticado cáncer en etapas avanzadas. Hoy lucha por su vida.

Así, sin más opciones –porque no tenía puntos de coincidencia con Santiago Creel, y los enfrentamientos con Josefina son de larga data– Felipe Calderón optó por quien no despuntó jamás en las encuestas realizadas a población abierta y cuyos dislates se convirtieron rápidamente en la “comidilla” de la población en general.

Pero la elección del domingo deja abiertos serios temas acerca de la funcionalidad del partido en el gobierno y de cuánto avanzó la concepción de convertirse en partido de Estado, además de mostrarnos la fuerza real alcanzada por las corrientes más a la derecha, no solamente al interior de ese partido, sino en el espectro político nacional, porque eso representa, finalmente, Vázquez Mota.

Y no se asienta lo anterior pensando que los perdedores no forman parte de esa ala de la clase política mexicana, sino porque incluso ahí hay distintos grados en las concepciones político-ideológicas, las que sólo en algunos momentos de la vida política actual se aprecian debido a que prácticamente todos los actores políticos han tratado de colocarse, cada vez más, al centro de la geometría política.

Josefina Vázquez Mota triunfó y sus simpatizantes podrán enorgullecerse de que superaron los controles que desde la Presidencia de la República se establecieron, no faltará quienes digan que tales resultados muestran la veta libertaria de su partido, y no les faltará razón, lo que les deberá preocupar –y con ellos, al total de la sociedad mexicana– es la elevada suma de votos alcanzados por quien en las encuestas a población abierta nunca rebasó el 10 por ciento de las preferencias.

Obtener cerca del 40 por ciento de la votación y lindar los 200 mil votos evidencia –y seguramente que los militantes más perspicaces a su interior lo sabrán mejor que nosotros– la fuerza del voto corporativo, algo que nunca soñaron en contar como uno de sus activos, particularmente después de un proceso marcado por las acusaciones de compra y coacción del voto y del lanzamiento de la guerra sucia.

Quizá esos comicios, con todo y su conclusión, puedan ser ilustrados de la mejor manera con la respuesta de Santiago Creel a pregunta de los reporteros:

–¿Hubo juego limpio?

–Eso habrá que preguntárselo a los militantes. Yo cumplí jugando democráticamente, de manera austera, con una campaña limpia y de propuestas.

Es decir, acabado el proceso, lo siguiente es echarle tierrita.

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