jueves, 23 de febrero de 2012

Enturbiamiento

El Diario, 23 de febrero de 2012
Luis Javier Valero Flores
Imposible dejar de lado el tema de las controvertidas elecciones “internas” del PAN. Se ha convertido en asunto obligado de las conversaciones de cientos de miles de chihuahuenses pues este partido, contra lo que evidencian pensar los actores principales del presente conflicto, es patrimonio de la sociedad chihuahuense pues ha representado, en prácticamente todas las elecciones celebradas a partir de 1983, a casi la mitad de los votantes, y su presencia fue, durante mucho tiempo, sinónimo de fuerza de oposición.

Más aun, en la mayor parte de tiempo de su existencia como partido de oposición pudo aparecer ante el electorado como un partido probo y honesto. Muchos de sus dirigentes así fueron apreciados. Hasta que se convirtieron en gobierno en la época de Francisco Barrio gobernador, ahí empezaron a ser catalogados, por un creciente número de ciudadanos, como una agrupación política muy semejante al PRI.

Sin embargo, la fuerza del régimen autoritario era tanta, y más el repudio que acumuló que ese partido logró que se le considerara como la opción frente a aquel régimen de oprobio. Eso constituyó el punto de arranque de lo que hoy nos enteramos, casi cada hora en relación a la elección del domingo pasado.

Les ocurrió lo mismo que al PRD, del que tanto se mofaron. Copiaron los peores métodos del priismo del pasado para agenciarse los triunfos electorales, tanto en el ámbito interno, como en el externo. Todo por allegarse del poder. Perdieron el partido... Y ahora parece que también el gobierno.

Conforme pasan los días, crece el número de denuncias realizadas entre los aspirantes a la senaduría por el Partido Acción Nacional y se amplía la fractura al interior, con sus correspondientes consecuencias al exterior.

A las impugnaciones presentadas por los tres aspirantes, se suma la presentada formalmente por la dirigencia municipal juarense, lo que simplemente hará que el conocimiento sobre el cúmulo de irregularidades presentadas en los comicios del domingo se eleve geométricamente y con ello el descrédito del PAN.

Podrán acusarse mutuamente de haber acudido a solicitar “ayuda” al PRI -lo que puede ser cierto o no- pero el mal está en el interior del PAN pues independientemente de la participación de priístas en las elecciones, lo cierto es que hubo la promesa -y se dio el hecho- de la entrega de despensas y, quizá, de dinero a los sufragantes del domingo.

Además, conforme lo presentaron diversas publicaciones digitales, se repartieron despensas en vehículos oficiales en algunos municipios del centro sur de la entidad, o en vehículos, como lo sostuvo el dirigente municipal del PAN juarense, Hiram Contreras, propiedad del Colegio de Bachilleres, lo que constituiría, de confirmarse, un delito electoral, razón por la cual, a partir de hoy la querella deberá seguir una doble vertiente, la estrictamente electoral, que puede culminar ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (¿Ya ven para qué sirve el denominado período intercampaña, es decir, para que los órganos jurisdiccionales resuelvan los conflictos postelectorales internos de los partidos), si es que las denuncias de los participantes en la elección los lleva hasta allá.

Por otro lado, el reparto de despensas en vehículos oficiales, o el condicionamiento del otorgamiento de algunas de las prebendas de los programas asistenciales, especialmente los de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedeso), en particular, como lo han mencionado, los del programa Oportunidades, los llevará a que tal asunto se deba resolver por la Fepade, es decir, la Procuraduría General de la República, para perseguir delitos electorales.

Es de tal magnitud el conflicto generado que como lo resuelvan –si es que lo pueden hacer- el panismo saldrá perdiendo. No pueden optar por “lavar la ropa sucia en casa” pues le enviarán al electorado el mensaje que nada sucederá y los delitos –o irregularidades cometidas- quedarán impunes; y si deciden seguir el camino de la querella ante las autoridades electorales externas, deberán aceptar la existencia de gruesas anomalías en su vida interna.

La conclusión es la misma, hagan lo que hagan, perderán extensas franjas de electores, justamente cuando su candidata presidencial había empezado a levantar en las encuestas.

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