martes, 16 de agosto de 2011

¿Y la base dónde está?

El Diario, 16 de agosto de 2011
Luis Javier Valero Flores
Seguramente para muchos la injerencia norteamericana no les representará mayor problema; otros sostienen que no debiera haber objeciones sobre la participación de aquel gobierno en el combate al narcotráfico, ni, probablemente, criticarán la pérdida de soberanía, concepto muy maltrecho en los días que corren.

Sin embargo, perder la soberanía no resulta ser un concepto tan en abstracto, ni mucho menos puede ser tan inofensivo.

Hace unos meses fue asesinado, en las cercanías de San Luis Potosí, el agente del ICE de Estados Unidos, Jaime J. Zapata. Ese hecho está plagado de innumerables circunstancias, por decir lo menos, extrañas. Ahora sabemos, gracias al reportaje del New York Times de la semana pasada, que las evidencias de ese asesinato fueron enviadas a Estados Unidos y ya no formarán parte de las que conocerán los jueces encargados del caso.

El par de agentes habían salido de la ciudad de México, en un viaje inusual pues agentes de tal nivel, muy difícilmente lo hacen por tierra durante tiempos tan largos. Además, ese vehículo estaba preparado para resistir cualquier clase de ataque durante varias horas y proveer a sus ocupantes de lo necesario para hacerlo. Por supuesto que estaba blindado. Entonces ¿Cómo fue que las balas asesinas entraron al vehículo y sólo alcanzaron a uno de los ocupantes?

Una de las versiones establecía que probablemente los agentes conversaban con sus victimarios, la otra, que lo hacían pero con una de las ventanillas con el cristal a medio bajar, por eso pudo, el asesino (s) introducir el arma asesina y disparar.

Al lugar del asesinato llegó cinco minutos después un helicóptero de la Secretaría de Seguridad Pública Federal y en el curso de tres días, en 60 ciudades de Estados Unidos se había detenido a más de 600 personas, presuntamente involucradas con el tráfico de drogas. No había pasado una semana después de los hechos y las autoridades ya habían detenido a los presuntos responsables del ataque homicida.

La detención masiva en Estados Unidos tuvo como objetivo que los apresados informaran quiénes habían sido los autores del asesinato cometido en México. Al parecer lo lograron.

Por otra parte, diversos medios han publicado, en información otorgada por las agencias norteamericanas, que el flujo de drogas en Estados Unidos se mantiene a pesar de las guerras de los cárteles mexicanos, que son los principales suministradores de ellas.

Días atrás, El Diario publicó un reportaje acerca del flujo de drogas en El Paso, ilustrativo de lo señalado arriba: “Otro joven consumidor de éxtasis y cocaína, dijo que actualmente es ‘casi imposible’ conseguir la droga en Ciudad Juárez, por lo que prefiere adquirirla aquí, y llevar una o dos dosis a la vecina urbe. ‘Tengo casi 10 años que uso coca, y antes con irse a la zona de los antros o no faltaba alguien que tenía el teléfono de un conecte (distribuidor de droga). Pero ahorita te tienes que ir a los barrios muy pobres (en Juárez) y encuentras droga de muy mala calidad’, confesó. ‘Ahorita lo que yo hago al menos, es que compro la coca en El Paso, que está de buena calidad, y me regreso a Juárez’, agregó el joven quien pidió omitir su nombre por razones de seguridad”. (Nota del Staff, El Diario, 31/VII/11).

¿Qué refleja lo anterior?

Que muy probablemente los gobiernos norteamericanos no comparten con los mexicanos la estrategia contra el narco, que allá se tolera, no solamente el consumo –obviamente– sino también el comercio de drogas, bajo la vigilancia de las autoridades, de ahí la forma tan relampagueante en que detuvieron a centenas de narcotraficantes y que para mantener el suministro de drogas de manera regular, de tal modo que no concite sobresaltos públicos, mantienen una cierta relación con algunos –o todos– jefes de los cárteles mexicanos, algo que ya denunció Vicente Zambada, quien acusó al gobierno norteamericano de apoyar sus actividades “comerciales”, razón que explicaría el asesinato de Zapata, quien, en esta versión, sería uno de los canales de comunicación con alguno de los cárteles mexicanos de la droga, de ahí la extraña manera de caer, abatido por las balas de un arma que logró “penetrar” el blindaje de su camioneta.

Luego, entonces, eso de perder soberanía, en este aspecto, no resultó tan inofensivo, en tanto allá se permite la compra-venta de drogas, siempre y cuando mantengan las plazas “frías”, acá lanzan la guerra –y a la guerra– a todo un país, en la que todo suministran a los narcos… hasta las armas.

Y si tales especulaciones son ciertas, querría decir que la base militar mexicana, desde la cual operan los agentes norteamericanos, no queda muy lejos de la capital potosina.

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