martes, 9 de agosto de 2011

Descaro

El Diario, 9 de agosto de 2011
Luis Javier Valero Flores
Cuesta trabajo encontrar similitudes. Los ejemplos más cercanos se remontan a los tiempos del salinismo cuando, en aras de simular un debate o, más bien, una pasarela, Carlos Salinas de Gortari decidió que un buen número de integrantes de su gabinete –los aspirantes presidenciales– comparecieran a la Cámara de Diputados a fin de exponer los asuntos relacionados con sus secretarías, pero en realidad a “mostrarse” ante el país.

Eran los tiempos en que nos estrenábamos con las comparecencias televisadas (inauguradas en el sexenio de Miguel de la Madrid) en ese recinto parlamentario y, por novedad o porque se construían no precisamente los primeros andamios de la alternancia partidaria, lo cierto es que una buena parte de la población seguía atenta tales ejercicios de la clase política. Entonces gozaban de una elevadísima aceptación.

Y como en todos los tiempos los promotores de los candidatos realizaban tareas proselitistas, aunque de manera muy discreta pues eran los tiempos normados por la frase acuñada por Fidel Velázquez –“El que se mueve, se sale de la foto” – y nada debía estorbar a la omnipresencia del sacrosanto “primer priísta del país”. En cuanto se daba la decisión presidencial, todos los recursos del Estado mexicano se ponían al servicio del “Señor Candidato”.

Contra tales extremos se alzó todo el país –por supuesto, descontando a los priístas leales a ese régimen–. De manera sobresaliente en tal repudio ocupaba lugar central el tratar de echar abajo tan descarada conducta patrimonialista pues de todo lo público se creían dueños los gobernantes (de ahí las resistencias a las leyes de transparencia), de ahí las abultadas legislaciones en materia electoral para evitar que en los comicios, quienes gobernaban los usaran en su provecho y, especialmente, para otorgarles condiciones de equidad.

Tales condiciones, esenciales para el establecimiento de un régimen democrático en México, creímos, serían asumidas por los gobiernos emanados del PAN. No fue así. El triunfo de Felipe Calderón fue enmarcado por un dictamen del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, en el cual señaló que la participación del Presidente de la República (Fox) había puesto en riesgo el proceso electoral.

Más recientemente, el mismo tribunal ha señalado conductas violatorias de la ley de Felipe Calderón. Poco parece importarle. Tal conclusión se refuerza con la permisividad mostrada para con sus secretarios, aspirantes a sucederlo.

Lo realizado hasta la fecha, en esa materia, por Javier Lozano, Ernesto Cordero y Alonso Lujambio echa por tierra cualquier esperanza de que alguno de ellos pudiera alentarnos a que, ya instalado en la silla presidencial, respetara el marco legal en materia electoral.

Es tal el descaro que hasta Santiago Creel, otrora beneficiario de tal conducta presidencial (¿Se acuerdan de los permisos extendidos por su dependencia a la apertura de casas de juego, otorgados preponderantemente a Televisa y como hasta en los programas de burlesque aparecía el adusto secretario de Gobernación?) ha pretendido dar el ejemplo al pedir una licencia en el Senado para dedicarse de tiempo completo a la búsqueda de la candidatura.

Los secretarios calderonistas no, al contrario, ahora, con cualquier pretexto viajan a todos el país, inauguran cuanta obra mediana se les aparezca, acuden a cierre de cursos de un plantel, dictan conferencias y, de pasada, pero sólo de pasada, se reúnen con sus simpatizantes.

El colmo lo constituyó Lujambio quien, incluso en horas hábiles, en actos convocados por su investidura gubernamental, es capaz de realizar tareas proselitistas, como la realizada la semana anterior cuando, en plena conferencia de presa, acompañado de la cúpula gubernamental de Chihuahua, se dio tiempo para pronosticar el triunfo de su partido en 2012.

Pero también vino a decirnos que es “completamente falso que la pobreza sea la que empuja a los jóvenes a la delincuencia organizada” pues “es la falta de valores y el descuido de los padres lo que en realidad ha empujado a los jóvenes hacia el delito”.

Días atrás nos había espetado, el encargado de la educación de niños y jóvenes, al tiempo que premiaba a Juan Osorio –uno de los principales productores de los bodrios generados por Televisa–, que “las telenovelas pueden ser un instrumento importante para abatir el analfabetismo y el rezago educativo”.

A su vez, Ernesto Cordero ya nos había dicho que con 6 mil pesos hasta casa, colegiaturas y carro podíamos pagar y que ahora ganamos más que 10 años atrás.

Y quieren ser presidentes…

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