jueves, 23 de septiembre de 2010

La rebelión de Ascensión

El Diario, 23 de septiembre de 2010
Luis Javier Valero Flores
Más dramática que el editorial de El Diario del domingo anterior, la acción de cientos de habitantes del municipio más alejado de la capital de Chihuahua mostró con extrema crudeza el hartazgo de una sociedad, extraordinariamente vejada por las bandas del crimen organizado y de la delincuencia común, que se siente indefensa, inerme y carente de autoridades legal y legítimamente constituidas que asuman una de sus principales obligaciones, la de otorgarle seguridad a sus bienes, personas y actividades.

¿Podemos festinar el linchamiento efectuado en contra de un grupo de secuestradores? Contundentemente, no. De ninguna manera, tanto por la reacción de los habitantes de Ascensión, ni por la causas de tal conducta.

El problema estriba, entre otros múltiples aspectos, en que una buena cantidad de los chihuahuenses han llegado a la conclusión que vale más armarse, enfrentar a los delincuentes, que esperar a la acción de las autoridades en la procuración de justicia.

Los mensajes son más que elocuentes, primero la emblemática masacre de Villas de Salvárcar, luego el asesinato del fotógrafo de El Diario, Luis Carlos Santiago Orozco y enseguida los editoriales de este matutino, constituyeron la cadena de señales del agotamiento de una sociedad harta de la inacción, o de la falta de inteligencia de quienes están al frente del Estado mexicano para afrontar la actual situación y, por encima de todo, la enorme corrupción de las estructuras gubernamentales.

El viernes anterior, El Diario se preguntaba, nos inquiría, cuestionaba a las autoridades, se dolía en conjunto con los chihuahuenses, de no tener a quién más recurrir, a quién reclamarle que no se le haya hecho ya. La respuesta vino de la manera más inesperada posible, del modo que muchos chihuahuenses consideraban no formaba parte de la “cultura” de estas tierras. La ofreció una comunidad pacífica por excelencia, atosigada en los últimos años por infinidad de eventos delictivos, con una creciente aparición de asesinatos, incluidas los de algunas mujeres y al que el clima de inseguridad había copado totalmente.

Como en todos los casos, el reclamo de sus habitantes llegó a niveles indecibles. Nada hicieron quienes tenían la obligación de hacerlo, ahora esa población es conocida mundialmente por uno de los hechos más lamentables posibles, el de que un pueblo harto toma la justicia en su mano y condena a la pena de muerte a unos delincuentes que, por otra parte, de acuerdo con lo informado por El Diario ayer, uno de ellos era habitante de esa población.

Doble tragedia vivió su madre, ante sus ojos murió su hijo, a quien uno de los entrevistados ubicó como un delincuente de muchos años atrás ¿Qué sociedad estaremos construyendo cuando hechos como los anteriores ocurren ahí en donde pensábamos que los valores tradicionales, de la sociedad y la familia, permanecían incólumes?

¿No será que esos valores debieron irse transformando para acoger la nueva mecánica de la sociedad actual? La modernización, la aparición de nuevos modelos de familia, la salvaje irrupción de las bandas del crimen organizado en la sociedad chihuahuense, y la desatención del Estado a sus tareas primigenias son excelente caldo de cultivo para la aparición de fenómenos como el que ahora comentamos.

Para enfrentarlos se requieren nuevas actitudes de los hombres de gobierno, una manera distinta de afrontar sus responsabilidades al frente de las instituciones públicas. Sirva de ejemplo, solamente, que mientras el mundo entero volteaba sus ojos a Chihuahua a causa de hechos tan lamentables, los nuevos legisladores locales se hundían en su burbuja y atendían un curso de aprendizaje de lo legislativo y no fueron capaces de emitir un solo pronunciamiento sobre la gravedad de la situación.

No son los únicos, sus homólogos federales se enfrascaban en dimes y diretes acerca de la congruencia democrática de Enrique Peña Nieto, y sus defensores se erigían en celosos guardianes, cuidando que ni una sola manta manchara el ropaje del que piensan puede ser su candidato. Exaltados, los diputados del PAN exigieron el respeto a su libertad de expresión. Nadie se acordó del periodista asesinado en Juárez.

Y luego se asombran del hartazgo de los de Ascensión.

Correo electrónico: aserto1@netscape.net

Blog: http://luisjaviervalero.blogspot.com

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