sábado, 13 de octubre de 2012

Mínimo avance

El Diario, 11 de octubre de 2012 Luis Javier Valero Flores Juárez ya no es la ciudad más peligrosa del mundo, asegura la revista especializada en políticas exteriores, Foreign Policy, y la coloca en el segundo lugar mundial, dentro del ranking de las 50 más violentas del mundo. Esta es una noticia importante, alentadora, pero el resto de la información proporcionada por la publicación es francamente desoladora. De las 50, cuarenta se ubican en Latinoamérica y de todas ellas, 11 son mexicanas, es decir, más del 20% de las más violentas del mundo, entre las más peligrosas, se encuentran en México, lo que resulta ser el balance más descarnado de la administración federal que se va, además del fracaso de la estrategia aplicada fríamente en el país, siguiendo casi al pie de la letra la diseñada por el gobierno norteamericano y sus agencias, con todo y sus operaciones estelares, entre ellas, descollantemente, el "Rápido y furioso" que puso en manos de los cárteles mexicanos cientos de armas para "seguirles" la pista y encontrar las rutas del tráfico de armas. Ni una cosa ni otra. Y eso que no han informado de la otra operación, la que puso en manos de las bandas de narcotraficantes cientos de millones de dólares, también para seguirles la pista e indagar cuales eran los mecanismos del lavado de dinero y las rutas del dinero procedente del crimen organizado, calculado en por lo menos 13 mil millones de dólares anuales -según unas fuentes- y hasta más de 30 mmdd, otras, pero que todas coinciden en que por lo menos la mitad de cualquier cantidad ingresa al circuito legal del dinero, esto es, vía bancos, afianzadoras, compañías aseguradoras, bolsa de valores, etc. y que, conforme pasan los días, aparecen nuevas evidencias de que tales operaciones fueron puestas al tanto de las autoridades mexicanas, además de que, como en ninguna otra época, las dependencias norteamericanas actuaron tan libremente en nuestro país. Con tantos factores en contra, pues en ningún caso ha resultado exitosa la "guerra" contra los traficantes, que la principal urbe chihuahuense pierda el doloroso lugar que por cerca de tres años mantuvo en el mundo, y tomando en cuenta que septiembre fue el mes más violento en la historia del país, debemos ubicar bien los hechos y, a pesar de aquellos, poner en funcionamiento los programas de gobierno necesario para, no solamente revertir las cifras delictivas a las que presentábamos antes de febrero del 2008, sino a reiniciar la tendencia de los años precedentes que eran a la baja, y de manera sostenida, a pesar de un hecho incontrovertible y que será imposible eludir: El de compartir frontera con los Estados Unidos y las consecuencias derivadas del elevado consumo de estupefacientes en aquel país. Bueno, a pesar de ese hecho, y de que el tráfico de drogas no disminuía en aquellos años, la tendencia prevaleciente en el estado de Chihuahua y en Juárez particularmente, era a la franca disminución, sobre todo en el tema de los homicidios, lo que podría interpretarse como que a pesar de la existencia de ese tráfico no incidía de la manera como lo hace ahora en la presentación de los índices homicidas. Y esa es una de las primeras conclusiones que podrían obtenerse del brutal baño de sangre sufrido por el país en los años del calderonato, y particularmente en el presente año, en el que sin táctica ni estrategia se instrumentó una política de guerra -con todo y su negativa posterior por parte de Felipe Calderón- y que en lugar de afectar los índices y fenómenos a combatir, los catapultó a niveles jamás conocidos por los mexicanos. Es de tal magnitud la tragedia sufrida por los mexicanos que ninguna otra generación conoció los niveles de violencia hoy existentes, vamos, ni siquiera en los momentos más álgidos de las guerras civiles o los enfrentamientos revolucionarios, la población, toda y al mismo tiempo, sufrió un cataclismo como el de ahora, que ha producido cerca de las 90 mil víctimas de homicidio en casi un sexenio. Ni la disminución de la violencia, ni la cantidad de droga en las calles, ni la baja de personas adictas en México, ni el flujo de droga hacia EU se logró, a pesar de los cerca de 700 mil millones de pesos gastados en el sexenio en las dependencias encargadas de la seguridad pública y la nacional y que, además, una buena parte de esa suma supermillonaria no se conocerá, ni su destino, ni su uso, pues ha sido clasificada por los titulares de las dependencias como información reservada ya que, arguyen, pondría en "riesgo la seguridad pública del país". Tal forma de encarar el tráfico de drogas, desató más violencia, no solo la de los cárteles entre sí, sino que, en medio de una severa crisis económica, encontró el campo fértil para que prendiera la otra violencia, la de una sociedad con profundas desigualdades y rezagos sociales y a esa se le debe atender porque es la de más profundo calado, la de mayor dificultad porque solo se romperá con el cambio de política económica y eso, por desgracia, es lo que se negaron a aplicar los actuales gobernantes y que, parece, no solo continuará sino que se profundizará en la siguiente administración federal. Ojalá no apliquen, en el combate al tráfico de drogas, lo que hasta ahora hemos sufrido. Por el bien de todos, les -nos- dijo El Peje en 2006. Ahí tenemos los resultados.

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