martes, 3 de enero de 2012

Una reflexión ineludible

El Diario, 3 de enero de 2012
Luis Javier Valero Flores
Es queja permanente, la del inicio de cada año, tanta que una buena cantidad de personas aseveran que la crisis (económica) ha sido una, la desde que tienen uso de razón, pero incluso en esas apreciaciones hay de grados a grados.

El temido incremento del costo de la vida, de cada año amenaza en convertirse en uno de los peores que hayamos sufrido los chihuahuenses, y no todas las regiones de la entidad lo resentirán del mismo modo, quizá quienes más lo sufrirán serán los sectores más empobrecidos de la zona fronteriza y los que deberán apretarse aún más los cinturones serán amplios sectores de las capas medias y medias bajas ante la terrible escalada de precios en los impuestos, bienes y servicios otorgados por el Estado Mexicano, así, con mayúsculas porque los incrementos no sólo en el ámbito estatal se desgranaron.

Y quizá en el federal existan menores capacidades para afrontar una política distinta a la que han desplegado en las últimas décadas bajo gobiernos emanados tanto del PRI como del PAN, pero a nivel estatal sí debiera existir una sensibilidad distinta para apreciar el modo en que los chihuahuenses afrontarán al nuevo año, y hablamos de la inmensa mayoría de quienes habitamos el Estado Grande.

Salvo discretos cambios presentados a lo largo de los últimos tres años, poco más del 40 por ciento de los asalariados de las dos grandes urbes de la entidad –y hablamos de 6 de cada 10 chihuahuenses– obtienen ingresos, al mes, de dos salarios mínimos mensualizados y alrededor de 35 por ciento hasta cinco salarios mínimos.

Es decir, alrededor de 8 de cada 10 chihuahuenses viven con un ingreso de 9 mil pesos, con esta cantidad deberán hacerle frente a la cascada de aumentos: a los impuestos generados por la propiedad y uso de vehículos, deberemos agregarle un nuevo cargo llamado verificación documental de cien pesos, cobrado por el Gobierno del Estado; un aumento del 10 por ciento en la tarifa de agua, eso, sin tomar en cuenta que “la gasolina empezará este 2012 un 11 por ciento más cara que hace un año”, como acertadamente informa en su nota el reportero Martín Coronado (El Diario, 2/I/12).

En el mismo trabajo se asienta del aumento en otros bienes y mercancías: En “un grupo de 25 alimentos de consumo regular, el promedio de alza durante el 2011 fue de 27 por ciento”, el precio de la pechuga de pollo se duplicó, la salsa de tomate subió un 67 por ciento y el rábano “y la naranja cuestan 50 por ciento más que en el inicio del 2011”.

Igualmente, las tortillas subieron en diciembre 30 por ciento, casi lo mismo que el huevo; la carne, en algunas presentaciones subió 90 por ciento, sin hablar de los aumentos sufridos en el precio del frijol, del arroz, la leche, etc.

Es de tal magnitud el incremento de los precios que debería llevar a una urgente reflexión en las distintas esferas de gobierno.

Durante todo el año, por diversas razones los gobernantes de Chihuahua le han solicitado al federal la declaración de zonas de emergencia o de desastre, en varias zonas y épocas del año, algunas de ellas podrían aplicarse para el ámbito estatal, razones que lo deberían llevar a declarar algunas zonas de excepción en materia fiscal, en particular hacer una revisión de los aumentos decretados a los servicios e impuestos de carácter estatal, como una manera de contribuir al mejoramiento, directo, de los niveles de vida de la mayoría de los chihuahuenses.

Deberían, por su cuenta, hacer la evaluación de qué tanto incidirán las políticas recaudatorias en la economía estatal, en las finanzas estatales y, sobre todo, en las familiares y hacerse eco de las vicisitudes de sus conciudadanos, deberían hacerlo por su propia cuenta, sin que en sus criterios prevaleciera el interés electoral y contribuir, de manera importante, a que la frase tan trillada de –¡Feliz año – adquiriera connotaciones de realismo.

Digo…

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