domingo, 22 de enero de 2012

Nuevamente Patricio

El Diario, 22 de enero de 2012
Luis Javier Valero Flores
Ocho años después de haberse retirado de la escena pública –por lo menos como candidato o funcionario público– el ex gobernador más polémico de las últimas décadas, Patricio Martínez, regresa al principal de los escenarios. De inmediato ha suscitado simpatías, sobre todo entre los electores priístas –y también de algunos que no se identifican tanto con este partido– que añoraban, decían, la mano fuerte y la decisión enérgica imprimidas a su gobierno, en el cual, confirman una y otra vez, había control sobre la delincuencia organizada y que, en esa misma orientación de pensamientos, se había echado por la borda en el gobierno de Reyes Baeza al cual criticó severamente.

Seguramente que tales rasgos, además de las negociaciones políticas, fueron los determinantes para que la dirigencia nacional (ahí incluimos, por supuesto, en primer lugar al gobernador César Duarte, al dirigente nacional, Pedro Joaquín y a Enrique Peña Nieto) resolviera impulsar a Patricio Martínez.

Seguramente que los estudios de opinión lo favorecieron ya que una buena parte de la población, ante la ola de violencia, recrudeció sus tendencias al mayor castigo y a la mano dura para enfrentar a los señores de la muerte y esos son los atributos más recordados, se dice, de Patricio.

No solo eso, también le achacan buena administración y una abundante obra pública.

Ahora. Cuando era gobernador eran otras las opiniones generalizadas, a tal grado mayoritarias que la llegada del discurso mesurado y la bonhomía –reconocida por todas las fuerzas políticas– del deliciense Reyes Baeza fue una de las cosas que más se le elogió.

Dicho lo anterior no quiere decir que el de San Francisco de Borja carezca de simpatías, al contrario, pero es hombre que despierta pasiones al extremo. Sus detractores lo fueron tan apasionados como sus seguidores; sólo recordemos los incendiarios discursos del panista Cruz Pérez Cuéllar y los no menos eventos, discursos y escritos del perredista Jaime García Chávez.

La aparición de Patricio diluye de manera importante el impacto causado por la postulación de la ex diputada Lilia Merodio, no tan bien aceptada por los priístas del centro y sur de la entidad, pero que supo sumarse a tiempo a la precandidatura de César Duarte (y alejarse, por tanto, de Héctor Murguía, en un momento crucial para las aspiraciones del actual alcalde juarense) y en el ámbito nacional ligarse, como Duarte, al equipo de Emilio Gamboa, bajo cuyo liderazgo parlamentario ambos llegaron a las posiciones que hoy gozan.

Durante meses, prácticamente la duración del actual gobierno, César Duarte engañó con “la verdadera” a quienes intentaban saber a toda costa quienes serían los candidatos del PRI al senado. Sin embargo, en ese lapso, casi invariablemente, el ex gobernante aparecía en infinidad de actos públicos en un lugar más cercano a Duarte que los titulares de los otros dos poderes –contra la lógica de los protocolos oficiales– y a veces más cerca que el representante del ejército mexicano. Por supuesto que la pregunta era obvia, ¿en razón de qué aparece el ex gobernador en los presídiums oficiales?

Ahora ya la sabemos, en su calidad de cuasi senador y porque así lo decidía el gobernador.

En adelante lo hará, si así lo resuelven los electores, como senador de Chihuahua y como uno de los factótum del momento actual en nuestra entidad, razones no nos faltan para pensarlo así, un buen grupo de quienes acompañaron a Patricio en el gobierno ocuparon y ocupan lugares importantes en el gabinete, bueno, hasta el hijo del ex gobernador, Patricio Martínez Aguirre, es quien se encarga de la promoción industrial de Chihuahua desde la Dirección de Industria de la Secretaría de Economía y que al inquirírsele acerca de su falta de experiencia en el cargo informó que continuamente le pedía consejos a la ex Secretaria del mismo cargo, Marta Lara.

No corrió con la misma suerte el ex gobernador Reyes Baeza, la mayoría de quienes lo acompañaron en la administración ya no están, u ocupan lugares no relevantes, salvo el profesor Mario Tarango, quien guarda una buena relación con el actual mandatario y a quien visitaba frecuentemente en la época que se desempeñaba como presidente de la Cámara de Diputados.

Por otro lado, la ruptura de la alianza del PRI con el Panal, el partido de la maestra Elba Esther Gordillo, vino a mostrar que las diferencias al seno de la dirigencia nacional del tricolor eran muchas y de hondo calado pues Humberto Moreira fue el principal impulsor del acercamiento con el partido magisterial; no en balde se decía que la mayor parte de su carrera política tenía su origen en el impulso imprimido a ella por la maestra Gordillo.

Y la caída de Moreira puede ser funesta (por lo menos ahora, y en esta elección) para las aspiraciones senatoriales del más reciente de los ex gobernadores chihuahuenses pues si antes, bajo ese liderazgo partidario se le consideraba como casi segura su inclusión en la lista plurinominal del PRI al senado, ahora se antoja casi imposible con el regreso de Graciela Ortiz al Comité Nacional y su cercanía con la ex presidenta nacional Beatriz Paredes, casi candidata priísta a la jefatura de gobierno del DF.

Además, el grupo de Reyes Baeza mantenía –¿mantiene?– una buena relación con la dirigente sindical. Hoy, esos dos factores han cambiado.

Aquí haremos un alto en el curso de estas reflexiones para ayudar a la difusión del mecanismo de elección de los senadores. No es una novedad la confusión de muchos electores acerca de este tema. Los senadores plurinominales son 32 –para todos los partidos– y tienen como origen la lista de candidatos plurinominales propuesta por cada partido, compuesta por 32 aspirantes. Es del ámbito nacional y el número de senadores lo otorgará el porcentaje de la votación obtenida por cada uno de los agrupamientos partidarios. Así, si un partido obtuviese el 50% de los votos en el país, obtendría 16 senadores de la lista plurinominal, independientemente de los ganados en cada una de las entidades.

Otra es la vía de los candidatos de mayoría relativa, en dos fórmulas de propietario y suplente, propuestos por cada partido y que se someten a la votación directa de los electores en cada estado. El partido que obtenga la mayoría de votos logrará que los titulares de sus dos fórmulas se conviertan en senadores. A su vez, el partido que obtenga el segundo lugar de la votación en cada estado, colocará al titular de la primera fórmula como senador de la república.

Tales complicaciones en el método de elegir a los senadores, además de la cuota de género, (no más de 60% de candidatos de uno de ellos, en cualquiera de las listas y candidaturas) llevaron a Lilia Merodio a la candidatura y a la exclusión del presidente municipal juarense, Héctor Murguía, quien sufre un tropezón, quizá fundamental en sus aspiraciones a la sucesión de César Duarte en 2016, y a la posible inclusión de la ex secretaria general, Graciela Ortiz, en la lista plurinominal. Si ésta logra estar en los primeros 11 lugares –de acuerdo con las encuestas de este momento no es aventurada tal predicción– será senadora, pues basta con que su partido obtenga el 35% de la votación nacional en la elección de senadores para hacerlo.

Y si esos son los principales rasgos de las postulaciones del PRI en el ámbito local, la decisión del comité nacional de romper la alianza con el Panal podrá representar otros riesgos para el primero, pues aunque el nuevo escenario sin el partido magisterial, como se vea, es un respiro hacia el interior, ya que desactivará algunos de los conflictos más serios presentados en varios estados, hacia el exterior puede propiciar la concreción de la alianza de ese partido con el PAN. Felipe Calderón no tuvo empacho en aliarse con la maestra Gordillo para impulsar a su hermana a la gubernatura de Michoacán y lo mismo puede intentar en la elección presidencial.

Pero internamente la ruptura con el Panal es una bocanada de oxígeno puro al PRI debido a que cumple una de las exigencias de Manlio Fabio Beltrones y de otros muy distinguidos priístas, entre ellos ni más ni menos que dos ex presidentas nacionales –Dulce María Sauri Riancho y María de los Ángeles Moreno–, un ex Secretario de Gobernación –Manuel Bartlett– y un ex candidato presidencial, Francisco Labastida.

Así arrancarán, con Patricio de vuelta.

Veremos.

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