martes, 14 de diciembre de 2010

Rechazo social

El Diario, 14 de diciembre de 2010
Luis Javier Valero Flores
Bueno, pues lo peor de las consecuencias de la “guerra” de Calderón ya sucedió. Incorporar a las fuerzas federales, tanto policiacas como militares, en el combate al narcotráfico, sin estrategia ni inteligencia alguna, tenía como riesgos inminentes el que la población civil pasara de la connivencia, la tolerancia o el simplemente pensar que las cosas eran así y que el tráfico de drogas no le afectaría, al rechazo abierto a las fuerzas gubernamentales. Ya pasó, particularmente en Juárez y destacadamente en Michoacán, a juzgar por las primeras manifestaciones sociales celebradas en los dos días más recientes.

Si bien las protestas de los médicos de Juárez se inscriben solamente en protesta contra la violencia y el clima hostil en el que trabajan, lo cierto es que en sus manifestaciones hay una crítica devastadora hacia las fuerzas policiacas

La respuesta de los médicos juarenses deberá anotarse como una de las más importantes manifestaciones de esa población, golpeada salvajemente por la ola delictiva –¿Será coincidencia que el incremento de las extorsiones se haya disparado con la llegada de la Policía Federal? – pues, además de las extorsiones a las que han estado sometidos, las frecuentes ejecuciones –remates– realizadas en el interior de los hospitales los han llevado a adoptar –o por lo menos anunciar que así lo harán– medidas verdaderamente drásticas, como lo es el de negarse a atender a los presuntos delincuentes y/o policías heridos en los enfrentamientos.

No debería sorprender tal reacción, la ineficacia del aparato policiaco y de los planes de seguridad pública los ha llevado a manifestar que la sociedad está indefensa ante los embates de las bandas criminales.

Llama la atención que se anunciara la dilatada extensión del paro médico, por lo menos sus voceros anunciaron que abarcaría a todos los hospitales del sector público y privado, los que sólo atenderían emergencias y operaciones programadas. Al momento que se lean estos comentarios ya sabremos las dimensiones de la protesta médica.

La protesta llegó a estos niveles después del secuestro de once médicos, dos de ellos asesinados incluso a pesar de haber pagado el rescate.

El doctor Arturo Valenzuela Zorrilla, integrante de la mesa de seguridad del programa Todos Somos Juárez, fue enfático al señalar que esta era “una medida extrema, esperaremos la respuesta de las autoridades, ya no queremos palabras sino acciones concretas, de lo contrario, y ya lo avisamos, nos vamos de la ciudad porque así no se puede trabajar”. (Nota de Notimex, El Diario, 13/12/10).

Las protestas de los médicos han merecido un amplio respaldo, lo que marca una diferencia con el pasado reciente.

Los grupos del narcotráfico tenían en esa ciudad una especie de acolchonamiento social, su actividad no merecía la repulsa abierta de una sociedad abiertamente acostumbrada a la existencia del contrabando y el tráfico de drogas.

Se acabó, ahora tenemos una sociedad en la cual algunos sectores empiezan a oponerse a semejante conducta, pero al contrario de las protestas michoacanas, acá las protestas tienen un destino más claro: la ineficacia gubernamental al no garantizar la seguridad pública.

En cambio, los michoacanos están reaccionando tal como si estuvieran protestando en contra de una fuerza invasora (los agrupamientos federales) y, en consecuencia, de alguna manera, ofrecerle a la Familia Michoacana un resguardo social, pero tal es solamente la apariencia de un fenómeno social complejísimo y al que reiteradamente Calderón ha respondido con el uso salvaje de la fuerza, sin que aparezcan los elementos de inteligencia que lleven al desmantelamiento de la columna vertebral del crimen organizado: las finanzas, el lavado de dinero.

¿Dónde, dónde están las operaciones financieras en contra de los cárteles del crimen organizado?

En tanto, la lucha contra el tráfico de drogas instrumentada por Calderón pierde aceleradamente el respaldo social.

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