martes, 7 de diciembre de 2010

Cisma en la cima

Luis Javier Valero Flores
No tiene la estridencia de los conflictos de los perredistas (y en lo general, de las agrupaciones de la izquierda), ni tampoco la solemnidad de las rupturas de los priístas, pero de que algo se fracturó el domingo en la sesión del Consejo Nacional del PAN, ni duda cabe.

La evidencia mayor la constituyó el hecho de que la segunda candidatura más importante para la presidencia nacional no pudo incluir sus propuestas en la composición del nuevo Comité Nacional, emergido luego del triunfo de Gustavo Madero. Roberto Gil Zuarth, surgido como aspirante a la máxima dirigencia partidaria desde lo hondo de la alta burocracia del blanquiazul en el poder, denunció al nuevo presidente de incumplidor de los acuerdos a los que habían llegado el viernes anterior por la noche.

Reunidos en esa ocasión, antes de la elección de la dirigencia nacional, acordaron que al surgir un ganador de la elección en la primera ronda, todos declinarían y se conformaría un comité plural e incluyente.

Pues nada, que Madero, ya ungido presidente no incluyó el número solicitado por Gil, ni el número obligado de mujeres y que se le arma. El ex aspirante retiró sus propuestas y Madero protagonizó su primer desaguisado que, con sus antecedentes en la conducción de la Cámara de Senadores, muy probablemente serán frecuentes. Increpado por la titular del Instituto Nacional de la Mujeres, Rocío García Gaytán, y de la esposa de Felipe Calderón por lo de la “cuota de género”, debió elaborar de nuevo su lista bajo ¡la supervisión de las dos consejeras, listas a que el nuevo dirigente hiciera la tarea

Pero este episodio develó otro aspecto, desconocido para la mayoría de los mexicanos: Que la esposa de Calderón impulsó la candidatura de Madero y su hermana, Luisa María, participó en la campaña de Roberto Gil.

Por si fuera poco, a la sesión del Consejo Nacional se le impidió el acceso a Manuel Espino, ex presidente nacional y ex líder de la organización internacional a la que pertenece el PAN, no hace mucho, ni más ni menos que en el sexenio anterior, en el primer cargo, y sólo hace menos de un año en el segundo.

Y se le impidió entrar porque fue expulsado de su partido por el Comité Estatal de Sonora, entidad en la que ocupó durante algunos años la presidencia, enviado por el Comité Nacional a tratar de superar las divisiones generadas por la no postulación al gobierno estatal, de un viejo militante, Adalberto Rosas.

Las cosas se complican aún más debido a que no se trata, entonces, de cualquier militante, sino de uno que representa a una corriente, de las varias más cargadas a la derecha existentes al interior del panismo y, además, muy identificado con el equipo presidencial de Vicente Fox, quien, al igual que Espino y Jorge Castañeda, ha lanzado durísimas críticas al gobierno de Felipe Calderón.

No obstante, la nueva composición del comité nacional del blanquiazul refleja el indudable avance de las tendencias más conservadoras en ese partido, que de paso debe decirse, en el pasado no se identificaba a Gustavo Madero como integrante de ella.

Pero el ascenso del chihuahuense, y sus primeros discursos no hacen abrigar esperanza alguna de que pudiera establecer la “sana distancia” frente al gobierno de Calderón. Todo lo contrario, se antoja que seguirá en la misma senda de sus inmediatos predecesores, Germán Martínez y César Nava, surgidos del grupo más compacto de los cercanos de aquel.

Tal característica, y la preeminencia del michoacano en las decisiones de su partido, lo ilustra el rumor, insistente en la noche del viernes, consistente en que todos los candidatos (Cecilia Romero, Gustavo Madero, Francisco Ramírez y Blanca Judith Díaz) habían pactado un acuerdo en ir todos juntos en contra de Roberto Gil, al que, de acuerdo con esta versión desconocerían, primero, la inscripción como candidato y luego impedirían el triunfo en la elección...

Casi lo logran, fue necesaria la intervención del Secretario de Gobernación para impedirlo.

Y apenas se levantó como nuevo dirigente nacional, Madero ya surtió al mercado de perlas japonesas (en recuerdo de Nikito Nipongo) y argumentó que oponerse a las alianzas era antidemocrático pues éstas, sostuvo, son “kriptonita para el PRI y denostarlas es una actitud antidemocrática”, y debe ahondarse en ellas para impedir que los “priístas se perpetúen en el poder”, como si la perpetuación del panismo fuera la opción democrática.

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