domingo, 23 de febrero de 2014

¿Por qué hasta ahora?

El Diario, 23 de febrero de 2014
Luis Javier Valero Flores
Si lo informado hasta ahora es cierto, Joaquín Guzmán Loera cumplió irrestrictamente con una de las máximas de los capos sinaloenses: Mazatlán es territorio ajeno a los enfrentamientos, es el lugar de esparcimiento de los nacidos allá y, por tanto, ahí no se dirimen los conflictos (salvo, claro está, de las excepciones) de las bandas criminales. 
Ahí fue detenido, en un condominio de capas medias altas de “La perla del Pacífico”, frente al mar y, según los testimonios, prácticamente sin guardias a su alrededor. ¡Ah, y sin la ostentación del inmenso poder que había alcanzado!
Llegó ahí huyendo de Culiacán, despojado de la protección de la que gozó a lo largo de más de una década, luego de convertirse en el principal instrumento de la salvaje “guerra”  de Felipe Calderón, lanzada en contra del tráfico de drogas.
Los saldos de ésta son infinitamente dolorosos, superiores, o semejantes a los padecidos por irakíes, afganos o colombianos.
La diferencia -no menor- es que allá, por lo menos, se enfrentaban columnas militares claramente identificadas; acá no, por momentos -y aún persiste- parece más bien una táctica de exterminio, en la que los jóvenes de los sectores más pobres de la población son simples instrumentos de las bandas criminales.
Los testimonios, las evidencias, los recuentos fueron infinitos a lo largo de más de una década. Desde su fuga de “Puente Grande”, el 20 de enero de 2001 -en lo que Vicente Fox denominó como uno de los “goles” que había recibido; el otro fue, según su versión, el atentado en contra del gobernador Patricio Martínez- hasta su presunta captura, el manto de la complicidad, del encubrimiento y de los increíbles niveles de corrupción gubernamental, fueron el signo distintivo del apogeo de la historia criminal de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo.
Durante el sangriento sexenio de Felipe Calderón, fuimos testigos-víctimas del rafagueante fortalecimiento de su grupo criminal que, contra toda lógica, lo obtuvo a partir de enfrentar, prácticamente en todo el territorio nacional (por supuesto, con la excepción de las muy pocas entidades en las que el fenómeno criminal no se presentó) al resto de las bandas del narcotráfico.
Fuera en Tijuana, o en Michoacán, o en Guerrero, o Tamaulipas y Veracruz, o en Durango-Chihuahua y la región lagunera; o incluso en la natal Sinaloa, el esquema era el mismo, el grupo criminal “hegemónico” en la zona enfrentado a las huestes de Guzmán Loera, las que recibían, a ojos de la población, un muy “sospechoso” tratamiento.
Perdida la noción de ser los responsables de la conducción del país, los integrantes del gobierno encabezado por Felipe Calderón le entregaron al norteamericano el control de la política contra las drogas. Las agencias estadounidenses determinaron los pasos a seguir y llegaron al extremo de aplicar increíbles operaciones; con el objetivo, decían, de allegarse la información necesaria para la detención de los jefes del narcotráfico.
De ahí los millones de dólares entregados a hombres del Cártel de Sinaloa “para detectar las rutas del dinero”, afirmaban, o el más escandaloso, el “Rápido y furioso”, consistente en la entrega de miles de armas al Cártel de Sinaloa para detectar “las rutas del tráfico de armas”.
Por ello no sorprenden los rumores y las declaraciones del Procurador Jesús Murillo Karam y del Secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, previas a la reciente reunión del Primer Ministro canadiense, Stephen Harper y los presidentes de EU y México, Barak Obama y Enrique Peña Nieto, que el gobierno de éste no había transigido con el norteamericano en aceptar que las agencias de ese país tuvieran la injerencia alcanzada en el sexenio de Calderón en el “combate” al narcotráfico. 
Se dice que las presiones fueron muchas. Bueno, pues ahí está el resultado de la “Cumbre” de la semana pasada; los estadounidenses aportaron la información de la ubicación del jefe criminal más importante de la última década; los infantes de la Marina Nacional “los únicos confiables”, según los reportes de los funcionarios de EU, se encargaron del resto. Guzmán fue detenido y los primeros reportes de su detención se originaron en Washington, por medio de un “alto” funcionario del gobierno norteamericano, que filtró la información a la agencia norteamericana Associated Press y, seguramente, también a la cadena televisiva CNN.
Con ello, le ofrecieron al gobierno de Peña Nieto el más inesperado y mayor de los apoyos -obviamente, con las secuelas positivas que todos esperamos se deriven de esta detención- pues, por lo menos a la vista de la guerra de los cárteles a lo largo de 8 años, el encarcelamiento de Guzmán nos llevaría a pensar que la intensidad de los enfrentamientos disminuirá, luego de la previsible reacción en los días inmediatos, que puede convertirse en un nuevo baño de sangre, lo que de alguna manera ha ocurrido en el territorio chihuahuense en las últimas semanas, por supuesto que no al nivel de los años 2009-2011, pero que revela la profundidad de la degradación social y de los muy altos niveles de corrupción en la esfera gubernamental.
De ello da cuenta, como si necesitáramos un referente, la fuga de Guzmán Loera de la prisión de Puente Grande.
Contra la extendida versión de que se fugó en un carrito de la lavandería -la versión más conveniente para los funcionarios involucrados-, la periodista Anabel Hernández, basada en el expediente del caso, (“Los señores del narco”, Grijalbo, noviembre 2010) asegura que un día antes de la fuga llegó al penal el nuevo subsecretario de Seguridad Pública, Jorge Tello Peón, a “investigar” las denuncias de corrupción en el penal, interpuestas, entre otras, por la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de Jalisco, Guadalupe Morfín. La “investigación” le ocupó escasos 41 minutos.
Justamente ese día, Guzmán Loera tuvo una“jornada particularmente activa” pues se sabía en el penal desde muchos días atrás que el capo se iría. “Eran tantas personas que querían despedirse de él que a las dos de la tarde Guzmán Loera no se presentó en el comedor del módulo tres a comer”. (Ibídem).
“… A pesar de la presencia del del subsecretario de seguridad pública, el comportamiento del Chapo siguió siendo cínico y despreocupado… Inmediatamente después de su partida (de Tello Peón), de manera irregular fueron vistas 15 personas de seguridad interna dentro del dormitorio del personal que, en vez de llevar el uniforme azul reglamentario, están vestidas como de seguridad externa de color negro”, igual al uniforme usado por Guzmán. 
Después de la salida del carrito de lavandería, El Chapo “fue visto adentro de la cárcel de máxima seguridad”. El penal contaba con sensores de calor y movimiento en todas las salidas y “… todos los vídeos de la visita de Tello Peón al penal de máxima seguridad, hasta el operativo implementado el 20 de enero, fueron borrados”.
“… después de su fuga, Joaquín Chapo Guzmán le ha contado sus cercanos, e incluso negociadores enviados por la presidencia la República, la verdadera historia sobre su fuga”, lo hizo “vestido con uniforme de la PFP y con el anonimato que dan los cascos o las capuchas usadas por los policías” fue sacado del penal acompañado por integrantes esa misma corporación, luego fue transportado en un vehículo oficial a varios kilómetros del penal. En algún punto del camino, el Chapo se bajó del auto y se subió al helicóptero que lo llevó a Nayarit. Ahí comenzó la verdadera leyenda de Joaquín Guzmán Loera”.
Y aparecen las coincidencias.
El Procurador General de la República, Rafael Macedo de la Concha, le ordenó la investigación al jefe de la Policía Judicial Federal ¡Que recaía en el ínclito Genaro García Luna! quien había sido el subordinado preferido de Tello Peón.
Luego sería el funcionario más importante de seguridad pública de Felipe Calderón y su gestión estaría marcada por las incesantes denuncias de la complicidad y favorecimiento al fortalecimiento del Cártel de Sinaloa.
Tello Peón, a su salida de la subsecretaría de Seguridad Pública, se convirtió en Director de Información de Cemex, el tercer corporativo cementerio más poderoso del mundo, luego sería rescatado por Calderón y sería nombrado Secretario Técnico, ni más ni menos que del ¡Consejo Nacional de Seguridad Pública!
Puras coincidencias.
En ese lapso, sólo para poner un ejemplo de su poder, las corporaciones criminales tenían la capacidad de difundir en mantas, cartulinas y bardas el mismo mensaje, simultáneamente en 70-80 ciudades.
Al mismo tiempo, un altísimo funcionario de las corporaciones de seguridad pública federal intentaba convencer a los principales líderes de opinión en Juárez de que la estrategia aplicada por el gobierno calderonista, en el caso específico del antiguo Paso del Norte era la indicada: Acabar con el Cártel de Juárez, que era, decía, el más débil, y una vez alcanzado ese objetivo sería más fácil “ir contra los otros”.
Reporteros, ciudadanos, fotógrafos, rescatistas, policías, etc., reportaban continuamente el esquema de una buena parte de las ejecuciones en Juárez. A una cuadra, o dos, del sitio de la ejecución siempre se ubicaba a algún vehículo, ya fuera militar o de las corporaciones federales y los recuentos de los detenidos en esa época arrojaban, siempre, el mismo balance, una muy evidente mayoría de los clasificados como integrantes del Cártel de Juárez por un marcado inferior número de los ligados al ahora detenido Guzmán.
Y todas las detenciones, al igual que la de Guzmán Loera, son semejantes. 
Por ningún lado aparecen las empresas, la innegable estructura financiera necesaria para soportar la complejidad, ya no solamente de las ejecuciones, sino para el pleno funcionamiento del resto de las actividades criminales de estos grupos, pero tampoco las investigaciones patrimoniales que nos lleven a develarlas, lo que nos lleva a la misma conclusión de Anabel Hernández y de Edgardo Buscaglia, que los jefes del narco, como Guzmán Loera, son solamente la parte aparente del vasto imperio criminal y que son, a lo sumo, jefes operativos de una vasta red criminal, con ramas multinacionales, propiedad de los que sí son, “Los señores del narco”.

asertodechihuahua@yahoo.com.mx; Blog: luisjaviervalero.blogspot.com; Twitter: /LJValeroF

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