jueves, 19 de abril de 2012

Bochornoso

El Diario, 19 de abril de 2012
Luis Javier Valero Flores
El episodio protagonizado por varios de los más importantes dirigentes partidistas y conductores de las campañas del PRI y el PAN el martes pasado fue un vergonzoso acto, quizá el más relevante de la actual campaña electoral, no tanto por la trascendencia en sí mismo, sino porque develó nítidamente los alcances de parte de la clase política mexicana.

Las intenciones parecían de lo mejor que habían escenificado en los tiempos de la plena competencia electoral. ¡Por fin dos de las principales agrupaciones políticas –las más importantes, una es la minoría más grande de la Cámara de Diputados, ejerce el poder en veinte entidades y su candidato va a la cabeza de las preferencias electorales y la otra dirige la administración federal y es la minoría mayor en la Cámara de Senadores– se atrevían a hacer lo que los políticos de otras latitudes, de todas las características, hacen normalmente: Debatir.

Nada de eso sucedió, al contrario, lo que hicieron fue mostrarnos sus verdaderos niveles.

Aquí se deben precisar bien las responsabilidades, a riesgo de que los defensores a ultranza del partido gobernante en el país acusen al escribiente de hacerle caso a sus “inclinaciones” políticas e ideológicas (como si alguien se pudiese desprender de ellas, por el contrario, quienes defienden –defendemos– nuestros puntos de vista en público debiéramos enorgullecernos del marco teórico mediante el cual podemos contribuir al análisis de nuestra cambiante realidad) pues me parece muy claro que la dirigencia del PAN le planteó al PRI establecer la llamada “mesa de la verdad” sin el ánimo de que se celebrara el debate, sólo con el afán de exhibir a este partido y mostrarle al país que su candidato es un mentiroso.

Tal maniobra evidenció su carencia de la suficiente vena democrática. Nunca se plantearon seriamente la celebración de un debate acerca de cosas tangibles y extraordinariamente importantes para los mexicanos, ni mostraron que estaban dispuestos a que el evento fuera de unas características tales que le permitieran a los ciudadanos apreciar en donde se encontraba la mentira acerca de las obras efectuadas por Enrique Peña Nieto, a su paso por el gobierno mexiquense.

Porque celebrar un acto de esas características significa otorgarle al conductor, en este caso el periodista Javier Solórzano, la real conducción del evento para que todos tuviéramos la confianza de que existía una opinión imparcial, que al momento de mostrar documentos existiera alguien que pudiera certificar la veracidad de lo ahí asentado. Nada de eso existió, la dirigencia del PAN se aferró a que el acto se realizara en un lugar sin condiciones para la celebración de un debate, en medio de las bases del PAN mexiquense –que ahora sabemos no son de las más educadas del país– y sin que Solórzano tuviese el mínimo de condiciones para conducir aquello. Y es que los panistas no esperaban que los priístas acudieran a ese evento, o que cedieran a las exigencias de los panistas de celebrarlo en el lugar en el que todo era azul, hasta la mesa.

Convocada para dilucidar si Peña Nieto cumplió su compromiso 127 de los 608 que hizo como gobernador del estado de México, que consistía en la ampliación a tres carriles de la vía López Mateos en la zona de Puente de Vigas, y que los priístas arguyeron se trataba de otra obra, sin capacidad las dos fuerzas políticas para ponerse de acuerdo en los temas a debatir, nos mostraron cuán lejos se encuentran de, por ejemplo, los políticos norteamericanos (y eso que no son un dechado de virtudes) pues éstos sí pueden convocarse, o aceptan ser convocados a cuantos debates se realizan (los precandidatos republicanos, por ejemplo, han debatido en más de una docena de veces) lo que muestra el primitivismo de nuestros políticos, muy en discordancia de los elevados salarios y las numerosas prebendas de que gozan, para ubicarlos como los de los mayores salarios en el mundo.

Y no se crean que se trataba de cualquier puñado de militantes, no, entre ellos estaban quienes han sido presidentes del Congreso de la Unión, gobernadores, secretarios particulares del presidente de la República, líderes del Senado, líderes de congresos locales, etc.

No hay, en esa élite, la suficiente vena democrática de la que tan urgido está el país.

¡Qué desgracia!

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