jueves, 11 de junio de 2015

¿De quién es la culpa?

El Diario, 11 de junio de 2015
Luis Javier Valero Flores
Ayer se realizaron las asambleas de las Juntas Distritales del INE en todo el país que realizarán los cómputos distritales. De ahí emergerá la mayoría, ya con certeza, de quienes integrarán la Cámara de Diputados, otros deberán esperar aún para recibir la constancia de mayoría.
Pero en tanto se resuelve eso, los sectores interesados en el desarrollo del proceso electoral y una buena parte de los medios de comunicación nos lamentamos de los elevados índices de abstencionismo.
De inmediato se señala al órgano electoral como el principal responsable de ello. Se le acusa de no haber difundido adecuadamente la fecha de las elecciones; de no haber realizado una buena selección de las personas que debieran desempeñarse como funcionarios de casilla; se le acusa de hartar a la ciudadanía con los innumerables spots radiofónicos y televisivos.
¿Por qué no acude la mayoría de la población a votar?
Digámoslo claramente, a riesgo de aparecer como ofensivo: Por el bajo nivel socio cultural de la mayoría de la población; por la escasa cultura democrática; porque la noción de ser ciudadano está lejana de la mayoría; por la pobreza en la que vive más de la mitad de los mexicanos; por la enorme influencia de la televisión en la formación de la población, medio de comunicación que es instrumento de sus propietarios, los más poderosos del país, etc.
Sí, por todo lo anterior, pero fundamentalmente por la incapacidad de la clase política para despertar el interés de la ciudadanía; porque a ojos de la gran mayoría no son una opción creíble.
El PRI se ufana de representar a “Chihuahua”, pero sólo obtuvo el voto del 10% de los ciudadanos empadronados, y con los peores mecanismos. Los otros partidos representan porcentajes todavía menores.
Porque los partidos no constituyen opciones políticas para los ciudadanos medianamente informados; porque, en aras de no perder posiciones de poder, todos los partidos mexicanos se acercaron -ideológica y políticamente- no al centro, sino a la derecha de las posiciones políticas, incluidos los partidos de izquierda.
Si se buscaran evidencias de la crisis de representación política que padecemos, ahí está la prueba mayor, la de la ausencia de los ciudadanos de las urnas.
Y eso ocurre con mayor severidad en Chihuahua. Sólo 3 de cada 10 ciudadanos votaron.
Sostener lo anterior toma en cuenta que en el ámbito nacional votó el 47% para elegir a los diputados federales, sólo la mitad del padrón; que en las entidades con elección de gobernador, 6 de cada 10 ciudadanos sí votaron; que en las que sólo realizaron elecciones de alcaldes y diputados locales, los rangos fueron del orden del 45%, por abajo de la media nacional de la elección federal; que en las entidades en las que sólo elegimos legisladores federales los rangos fueron del 30 (Baja California) al 36-38 en varias entidades.
Además, que los porcentajes de participación electoral fueron los mismos en entidades en que la incidencia criminal es alta (Guerrero, Michoacán, Sinaloa, Chihuahua, Baja California, etc.) que en las entidades en que se mantiene abajo del promedio nacional (Aguascalientes, Colima, Campeche), comparando, por supuesto, porcentajes de elecciones del mismo rango.
Vamos, el fenómeno abarcó hasta al DF, ahí votó el 41% del electorado, no obstante que eligieron jefes delegaciones, diputados locales y federales.
Otros le achacan el abstencionismo a la guerra “sucia” sostenida por los partidos, a los continuos enfrentamientos, “a la falta de propuestas” de partidos y candidatos. No es eso lo que cree la mayoría, se debe a la convicción de que sólo buscan, la casi totalidad de los políticos, su beneficio personal; a las corruptelas, a la impunidad para los gobernantes que, no obstante señalárseles como responsables de presuntos ilícitos, no se actúa.
¿Cómo desmentir tales señalamientos? ¿Cómo, si sus salarios son de los más elevados del mundo y las prebendas y escándalos generados por su enriquecimiento son noticia de cada elección?
¿Cambiarán por sí solos? Difícilmente.
Hasta antes de la era de la alternancia partidaria en el poder, la clase política solo tenía un partido. Hoy nos ha crecido geométricamente y, en lugar de que las cualidades de los partidos de oposición de antes permearan a los demás a su llegada al gobierno, ocurrió al revés.
En todo esto tienen la mayor responsabilidad el PAN y el PRD. Eran los partidos de oposición que podían empujar la transición democrática. Después de 12 años en la presidencia de la república, los panistas no fueron capaces, ni siquiera, de iniciar el desmantelamiento del viejo régimen, al contrario, se aliaron a su partido.
Por su parte, los perredistas se asimilaron a los círculos del poder. Y en las entidades (salvo el DF) en las que gobernaron, tampoco desmantelaron el entramado del poder construido bajo los gobiernos priistas. Por ello, no fue casualidad que se arrogaran la autoría intelectual del Pacto por México o que, por ejemplo, una de sus dirigentes nacionales, Rosario Robles, ingresara al selecto círculo del ex presidente Carlos Salinas de Gortari.
Por ello, los inconformes no le entregaron la mayoría parlamentaria al PAN en un momento en que las condiciones para hacerlo eran inmejorables y el PRD sufrió uno de sus peores descalabros, se le apareció Morena.
No debemos equivocarnos, los responsables del abstencionismo son los políticos que tenemos.

asertodechihuahua@yahoo.com.mx; Blog: luisjaviervalero.blogspot.com; Twitter: /LJValeroF

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