lunes, 22 de junio de 2015

Crisis de representación

Editorial, Aserto 143, junio de 2015
Independientemente de los resultados de las elecciones para la Cámara de Diputados, el hartazgo de una parte importante de la sociedad hacia toda la clase política es más que evidente.
La alternancia política trajo sólo eso, la alternancia de los partidos en el usufructo del poder, pero nada más. La inauguración de la plena competencia electoral, en lugar de abrirle cauces al desarrollo democrático del país sólo trajo el acrecentamiento del número de individuos que gozan de los privilegios de los grupos en el poder.
Antes reservados solo para el priismo, sus beneficiarios abarcan a prácticamente la totalidad de los dirigentes de todos los partidos. Es de tal magnitud el acuerpamiento de quienes gobiernan que prácticamente han desaparecido las fronteras ideológicas. En ello tienen una elevada responsabilidad los dirigentes de los partidos considerados como de izquierda, en especial el PRD, pero no sólo.
A diferencia de la mayoría de los países de Sudamérica, en México las posiciones de izquierda, en la vida político-electoral, están desaparecidas, de ahí que otros segmentos, más cercanos a las posturas de la extrema izquierda son quienes han ocupado de manera importante ese lugar.
No menor es la responsabilidad del panismo. Los devaneos con el peñanietismo, sus frecuentes escándalos, pletóricos de corruptelas, sus profundas divisiones y su fracaso en la conducción del país a lo largo de una docena de años, amén de que todavía, ante la tragedia del sexenio anterior, se enorgullecen de que Felipe Calderón aún pueda salir a la calle a pedir el voto para el PAN, llevó a que un número importante de mexicanos se sintieron desilusionados de la política y de este partido.
No fueron capaces de iniciar, con audacia, el desmantelamiento del viejo aparato del partido de Estado que era el PRI.
Permitieron el regreso de éste, hoy sufrimos las gravísimas consecuencias de lo anterior. Ya se preparan, los poderes fácticos y el grupo gobernante, a endilgarles a los mexicanos el sucesor de Peña Nieto.
No puede ser coincidencia que las graves y numerosas ilegalidades cometidas por el Partido Verde (aliado al PRI) a todas las regulaciones electorales hayan sido tratadas con benevolencia por los órganos electorales.
Todavía un día antes de las elecciones, numerosísimos actores pertenecientes a las dos empresas televisivas -Televisa y Tv Azteca- se lanzaron a pedir el voto para el Verde, en consonancia con el hecho de que la mayor parte de los candidatos plurinominales, postulados por este partido, están ligados al duopolio televisivo.
Era evidente la estratagema electoral, evidente en todas las encuestas previas, en las que el PVEM obtenía entre el 6 y el 9% de las preferencias electorales. Había que colocar a este partido en las preferencias electorales de los mexicanos, para repetir la maniobra de las elecciones del 2012. Si el PRI hubiese participado solo, en estos momentos el presidente sería López Obrador, los 8 puntos obtenidos por el Verde convirtieron a Peña Nieto en presidente.
Pero en aras de obtener los triunfos a como dé lugar, utilizando todos los recovecos de la ley, los partidos mandones en el país nos han llevado a una profunda crisis de representación, o se cambia el régimen político, se libera la regulación para la participación de otras fuerzas y protagonistas o las consecuencias serán funestas.
El entorno en el que se desarrollaron las elecciones es pésimo y no parece mejorar a corto plazo. Contra el inmoderado optimismo del grupo gobernante, las reformas “estructurales” no resolverán, ni en el corto, ni el largo plazo, los graves problemas económicos del país.
Y el problema de la inseguridad, contra todo el discurso oficial, continúa, casi con la misma dinámica del sexenio anterior.

Se antoja sombrío el fin de este año, la clase política no parece tener las cualidades que se necesita para afrontarlo.

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