martes, 27 de agosto de 2013

ViveBús en Chihuahua, ¡qué inicio!

El Diario, 27 de agosto de 2013 Luis Javier Valero Flores Una sociedad, acaso más estructurada que la del antiguo Paso del Norte, estalló ayer en el inicio real de las actividades del nuevo sistema de transporte urbano de la capital del estado, el ViveBús, modelo con el que se pondrá en marcha en fecha futura el transporte semimasivo de Juárez. La obra insignia de la actual administración estatal en la ciudad de Chihuahua puede convertirse en uno de sus peores fracasos. Puede llegar a ser un verdadero modelo, emblemático, de un moderno, ágil y eficaz sistema de transporte urbano. Pero lo que mostró en los dos primeros días es el reverso de lo anterior. Evidenció que la ejecución del proyecto estuvo plagada de notorias incapacidades y de una enorme improvisación. Mostró, además, una peor faceta del gobierno: su incapacidad para afrontar las manifestaciones ciudadanas, ante las cuales se ha respondido –con apenas tres días de diferencia– con golpes, disparos de salva y de granadas de gases lacrimógenos y detenciones sin ton ni son. Todo ello aderezado de un lenguaje que creímos sepultado en los tiempos de cuando el dinosaurio gobernaba al país, así como el uso de información oficial mediante la cual prácticamente se lincha mediáticamente a dirigentes políticos y sociales y se les adjudica la conducción de los actos violentos del pasado viernes y de ayer lunes. La puesta en funcionamiento del ViveBús en la capital develó cuán a flor de piel se encuentra la intolerancia y los estados de ánimo violentos, y no sólo entre los elementos uniformados. En las imágenes ampliamente difundidas por la prensa y el gobierno se aprecia –contra la versión oficial– que los ánimos populares están muy caldeados. Así ocurrió en las manifestaciones del viernes, tanto la de los opositores a la réplica del mausoleo villista, como en la de los choferes de transporte urbano. Y si en ellas se podrían encontrar hartas motivaciones para criticarlas, o rechazarlas, al fin y al cabo eran protagonizadas quienes de una u otra manera habían programado, individual y colectivamente, su protesta, lo ocurrido desde las primeras horas del lunes no fue así. Fue la protesta espontánea, fulgurante, de miles que no pudieron llegar a tiempo a centros de trabajo y estudio; lo hicieron motivados, no como dice la fraseología oficial, por “grupos subversivos” o dirigentes políticos como Miguel La Torre, líder del PAN municipal capitalino, y Jaime García Chávez, ex líder y ex diputado del PRD, sino por cientos de ciudadanos, hartos del mal servicio ofrecido por el ViveBús, en la ruta troncal, y que desquició casi el total de las rutas “alimentadoras” en la ciudad, lo que llevó a que una buena parte de los usuarios duplicaran los tiempos de traslado. Si todavía hasta el viernes aún se habían firmado los contratos de sustitución de patrón para el total de los choferes del transporte urbano, ni, todavía a esa hora aún no se habían fijado las tarifas, lo ocurrido el lunes mostró que los autores del proyecto nunca pensaron en la necesidad de efectuar infinidad de mediciones, de viajes de prueba, de medición de tiempos en los trayectos, no sólo de la ruta troncal, sino de las alimentadoras, del número de personas que se podrían presentar en el inicio de las actividades. El atiborramiento de los autobuses, los verdaderos cuellos de botella presentados en casi todas las rutas demostró que, ni siquiera, calcularon los cupos de los autobuses en las distintas rutas. ¿Se necesitaban muchos elementos para darse cuenta que el sistema colapsaría en cuanto fuera exigido al máximo de las actuales necesidades de transporte en la ciudad si en pleno domingo ya se había detonado la ocupación del transporte? Pero si todavía hasta el viernes por la tarde los choferes aún no firmaban el contrato de sustitución de patrón (porque pasaron de tenerlo de manera individual para poseerlo ahora en un ente moral, la Coordinadora de Transporte Colectivo) los hechos de ayer vinieron a mostrarnos una faceta que creímos no veríamos. Algunos pensamos que los pasos anteriores –y otros, aún más complejos que los señalados–, por obvios, estarían resueltos. No fue así y los resultados los ha sufrido casi el total de los capitalinos, eventualidad que deberá poner a trabajar a los responsables del transporte semimasivo en Juárez, pues las complicaciones pueden ser aún mayores por el número de usuarios, superior al de Chihuahua y las distancias incomparablemente por encima de las de ésta. Ante tantos y grandes problemas, la pregunta sigue en el aire ¿Por qué mantenerlo como un negocio privado y no de la ciudad?

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