domingo, 11 de agosto de 2013

Todo igual que ayer

El Diario, 11 de agosto de 2013 LUIS JAVIER VALERO FLORES Tres notas impactaron a la opinión pública, todas relacionadas con el mundo del tráfico de drogas, sus repercusiones serán de hondo calado. Sin ningún asomo de casualidad las tres son de elevada importancia para Chihuahua. Va por tiempos. En primer lugar la noticia de la sentencia a varios miembros del ejército norteamericano, por su participación en la eliminación de distintos integrantes de los grupos criminales mexicanos, ejecuciones realizadas, no en Estados Unidos, sino en México, viene a sumarse a la cadena de denuncias e informaciones que acreditan, cada vez con mayor contundencia, la participación de elementos de las fuerzas armadas en el papel de sicarios, actuando como “ejército del bien” en la eliminación de los “malos”. Michael Apodaca, soldado de primera clase apostado en la base de Fort Bliss, en El Paso Texas, fue contratado por el Cártel de Juárez para matar a un miembro de quien se había descubierto que era un informante. Más: “El año pasado, un sargento del Ejército y un ex soldado fueron arrestados en Texas tras haber acordado llevar a cabo un plan de asesinato con unos hombres que creían que eran miembros del Cártel de los Zetas, pero que en verdad eran agentes encubiertos”. (Nota de dailyonmail.com, El Diario de Juárez, 5/VIII/13). Luego, la eliminación de Gabino Salas Valenciano –apodado El Ingeniero– un presunto narcotraficante a quien se le señala por ser el jefe del Cártel de Sinaloa en la zona de Juárez y que se dice controlaba el Valle de Juárez, luego que esta región fue el escenario del más violento de los enfrentamientos entre los grupos criminales y que llevó a los municipios de Praxedis G. Guerrero y Guadalupe Distrito Bravo a ostentarse como los de más elevada tasa de ejecuciones en el país durante largos meses –por encima de Juárez–, y que provocó una de las migraciones más grandes. Sin embargo, todavía al momento de escribir estas líneas prevalece la confusión acerca de los hechos en los que caería Salas Valenciano. Primero se difundió la especie que había caído en un enfrentamiento de presuntos delincuentes con el Ejército, pero las versiones de los vecinos del lugar en que cayó hablan de la persecución de un grupo de personas armadas a otras dos que corrían, “luego se oyeron varias detonaciones”. (Notas del Staff, El Diario de Juárez, 8, 9 y 10/VII/13). También, sin más detalles, se informó que había muerto en un enfrentamiento con la policía municipal y que ésta había detenido a otras personas. La cifra de detenidos variaría entre 2 y 4. ¿Por qué será que cada que cae, ya sea detenido o eliminado, uno de los más connotados jefes de los cárteles de la droga, la opacidad es el signo distintivo? Porque si hacemos caso de la versión popular, y por las fotos del levantamiento del cadáver se puede deducir que la persona caída era perseguida por alguien que le disparó ¿Por detrás, por delante, cómo? La diferencia, como podemos coincidir, es enorme, si se trataba de elementos de algún agrupamiento policiaco o militar, tenían la obligación, si corría, de solamente detenerlo, no de acribillarlo, si es que se encontraba de espaldas a los tiradores. Más aún, si era perseguido por individuos armados ¿Eran los policías municipales –de Praxedis– o los federales, vestidos de civiles? Más adelante volveremos con el caso de Salas Valenciano, a propósito de la tercera nota, la de la liberación de Rafael Caro Quintero, sin duda el capo narcotraficante más conocido en el país antes de la aparición del Chapo Guzmán. Debieron pasar 28 años e infinidad de procesos judiciales para que las autoridades judiciales concedieran la razón a los abogados del narcotraficante –y a éste sí le podemos endilgar tal calificativo, debido a que recibió sentencias definitivas por tal delito– y encontraran que se había violado el “debido proceso”, de manera semejante a la de la francesa Florence Cassez. Resulta que las autoridades, las mexicanas y las norteamericanas, no acreditaron la personalidad consular o diplomática de Enrique Camarena Salazar, el agente de la DEA asesinado oficialmente por órdenes de Caro Quintero, por lo que su homicidio debió ser atendido en el fuero común y no en el federal, tal como había sucedido. Ese pequeño detalle es lo que le dio la libertad, pues por los otros delitos que se le había sentenciado ya habían, no solo prescrito, sino compurgado las penas emitidas. Y la garrafal falla judicial le permitió adquirir la libertad, después de 28 años de litigar su caso quien sabe cuántos abogados ¿De dónde habrán salido los recursos económicos para sostener tan luenga y costosa defensa? Bueno, pues esas fallas no solamente se cometían en aquel entonces, que nos parece tan lejano. Salas Valenciano fue detenido en dos ocasiones, una en 1999 acusado de homicidio, fue liberado; luego, en mayo del 2008, por elementos del 20 Regimiento de Caballería Motorizada del Ejército Mexicano quienes le aseguraron tres vehículos de lujo, así como armas de fuego de grueso calibre y de uso exclusivo de las fuerzas armadas, “cartuchos, 14 paquetes de mariguana con un peso de aproximadamente seis kilos, radios de comunicación y una máquina para cortar papel moneda”. (Nota del Staff, El Diario de Juárez, 9/VII/13). Sin embargo, fue liberado en octubre por el Tercer Tribunal Unitario “al determinar que existían inconsistencias de tiempo, modo y lugar en su detención. Esto basado en el parte rendido por los militares, ya que el documento correspondiente al arresto presentaba una fecha y el examen médico otra”. ¿Se acuerdan cuando, repetidamente, insistimos en que las detenciones efectuadas por las fuerzas armadas, seguidas por la celebración de interrogatorios en las instalaciones militares eran ilegales y que sólo llevaban a que los jueces y magistrados debieran liberar a los acusados al paso de unos cuantos meses? Bueno, pues ahí está uno de los “mejores” ejemplos de tales atropellos. Y es que, frecuentemente, los militares, al momento de hacer una detención, en lugar de ponerlo a disposición –como dice la ley– de las autoridades correspondientes, es decir, ante los agentes del ministerio público, los trasladaban a las instalaciones militares en donde les practicaban cuestionados interrogatorios, frecuentemente con el uso de torturas físicas y mentales, según revelaban los detenidos al momento de ser presentados ante los jueces varios días después de las detenciones. Cansinamente dijimos que no se podía usar la ilegalidad para combatir a los ilegales ¿Cuántas víctimas más caerían, por órdenes –presuntamente– de Salas Valenciano, a su salida del penal en octubre de aquel fatídico 2008, superado ampliamente por los tres años siguientes? ¿Cuánto dolor nos habríamos evitado? ¿Cuántas familias no habrían pasado por lo que pasaron a raíz de la demencial guerra sostenida por los Cárteles de Sinaloa y Juárez en las tierras del antiguo Paso del Norte? Además, según las informaciones ofrecidas por las dependencias federales y estatales, la trayectoria de Salas Valenciano es emblemática de lo ocurrido al interior de los grupos criminales asentados en Juárez. Cuando los capos sinaloenses mantenían, no sólo buenas relaciones, sino que compartían territorios, influencias y mercados, era natural que sus subordinados convivieran armónicamente y tuvieran pleno conocimiento de las estructuras de cada uno de los grupos criminales. Cuando rompen, como sucede con todos los grupos humanos, unos deciden quedarse en un grupo y otros lo abandonan. Así ocurrió con Salas Valenciano, integrante del Cártel de Juárez inicialmente, luego optó por el de Sinaloa, decisión que tiñó de sangre al Valle de Juárez en el que los hombres de Carrillo Fuentes habían sido amos y señores. La agencia Strattfor asegura que en toda esa zona ya había alcanzado la hegemonía el grupo del Chapo Guzmán, y que eso explicaría la abrupta disminución de la ola homicida, de ahí que Salas Valenciano se hubiese erigido como el “hombre fuerte” del Valle de Juárez. Si tales informaciones son ciertas, entonces concordarían con la versión de la gente de Praxedis G. Guerrero que era perseguido, no por las fuerzas del orden (por lo menos, no uniformadas) sino por integrantes del grupo rival, quienes ahí lo abatieron, lo que nos llevaría a la conclusión que la ola homicida puede agravarse en los próximos días. Y nosotros sin información, sólo con las especulaciones y las deliberaciones que logramos hacer con la que está a la mano.

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