jueves, 30 de mayo de 2013

Spots, la guerra sucia

El Diario, 30 de mayo de 2013 Luis Javier Valero Flores La simple noticia del contenido de algunos de los spots, que a partir de hoy se transmitirán por las estaciones de radio y televisión, desató infinidad de comentarios y la consiguiente descalificación de unos a otros, todos bajo el mote de que se trata de “guerra sucia”. Tal forma de descalificar las posturas de los candidatos y partidos puede llevarnos, no solamente a la denominada “judicialización” del proceso electoral, sino al eventual escenario en el que las fuerzas de oposición (cuando existen) no podrán criticar tal o cual acción de gobierno, o alguna consecuencia de las acciones y programas de gobierno del partido de enfrente. Además, como si formaran parte del debate político-electoral, algunas autoridades se ven tentadas a participar, sobre todo cuando algún aspecto de su gobierno es criticado acremente por alguno de los candidatos. Ha pasado casi un año y ninguna de las fuerzas políticas locales (y también nacionales) tuvo el atrevimiento de plantear la necesidad de modificar el esquema de comunicación-publicidad prevaleciente en las campañas electorales. La contienda presidencial evidenció, quizá como ninguna, el anacronismo de la publicidad política de radio y televisión, basada exclusivamente en el “spoteo”, es decir, en la cansina repetición de eslogan y mensajes que, cual si fuera cualquier otro artículo comercial, las fuerzas políticas intentan –y logran–, a fuerza de su repetición, hacer que su artículo-candidato sea aceptado por la sociedad, o por una parte de la sociedad, sin que, ni el candidato, ni el partido, se sientan en la obligación de presentar ante la mayoría del electorado su propuesta de gobierno. Y en lugar de privilegiar los debates, las mesas-panel de discusión y presentación de propuestas, la clase política ha resuelto no cambiar su viejo método de hacer campaña. Lógico, porque con la forma como ahora se hace, les ahorra la necesidad de construir organización partidaria y cultivar preferencias electorales a partir del trabajo modesto, discreto y alejado de los reflectores públicos de los militantes de los partidos. Es decir, que la “spotización” de la propaganda política lleva a que los partidos dejen de ser una estructura de militantes partidistas y se conviertan sólo en franquicias, que en el caso de los pequeños partidos, adquieren una peor forma, la de la franquicia familiar, aunque tal categoría no se circunscriba a esos partidos. Todo lo anterior ilustra gráficamente el grave atraso que padecemos en materia de cultura política-electoral, pues ahora se le cataloga así a las críticas contenidas en los spots, cuando en realidad deberían tomarse sólo como un referente de la discusión que sobre el tema estarían obligados a realizar, y que, en los hechos, quienes ejercen el gobierno intentan calificar a las críticas como actos de guerra sucia, a pesar de tratarse de acciones y obras que han atraído la atención de una parte de la ciudadanía y, por lo tanto, merecedores de ser parte esencial del debate político-electoral. ¿Cómo considerar “guerra sucia” la transmisión de un spot en el que se critica un acto de gobierno y cuya autoría está bien establecida? Guerra sucia, como la conocimos en su primera etapa, a partir de la aparición de elecciones plenamente competitivas, se trataba del conjunto de acciones publicitarias, lanzadas de manera anónima, que denigraban a alguno de los partidos y/o candidatos, con acusaciones alrededor de asuntos de índole personal, que muy pocas posibilidades teníamos de confirmar y que, preponderantemente, eran temas ajenos a la contienda electoral, con abundantes insultos e improperios absolutamente fuera de toda contienda política del mundo desarrollado, al que nos enorgullecíamos pertenecer, por lo menos teóricamente. Tales comportamientos dieron origen a la actual regulación que sobre la materia existe en el ámbito federal y estatal, pero de ahí a que cualquier crítica caiga en la calificación de “guerra sucia”, hay mucha distancia, tanta como la existente en las filias y fobias partidarias de los medios de comunicación y sus agentes. Evidentemente que el contenido de los spots refleja, así sea superficialmente, el modo de pensar de candidatos y partidos, o peor aún, la manera en que pretenden obtener el triunfo con base en la mercadotecnia, la misma que nada tiene que ver con la actuación del candidato convertido en gobernante. Se trataba de ganar a como dé lugar. Luego se quejan del alto índice de abstencionismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario