martes, 7 de mayo de 2013

Comandos

El Diario, 7 de mayo de 2013 Luis Javier Valero Flores Dos hechos, a cual más de impactantes, ilustran la frágil recuperación de algunos de los índices de seguridad alcanzados en los últimos meses. Por todos lados aparecen las estadísticas que nos hablan, o intentan convencernos del mejoramiento de la seguridad en la entidad y que la percepción ciudadana avanza a mejores evaluaciones en esta materia, no solamente a las instancias gubernamentales sino en general. A fines de abril se informó de un enfrentamiento entre un grupo armado y policías del municipio de Gran Morelos, con el saldo de 3 policías municipales y un civil muertos a causa de las heridas de bala. Luego, la semana anterior, fueron detenidos por el ejército 6 hombres en la ciudad de Cuauhtémoc, a quienes se les aseguraron 15 armas de fuego, cartuchos útiles, chalecos antibalas, uniformes tácticos, dos granadas, así como dos vehículos con reporte de robo. La Fiscalía General del Estado (FGE) informó que las pruebas practicadas a las armas demostraban que habían sido usadas, algunas de ellas, en los hechos de Gran Morelos, además de que, en versión de los militares, estaban en posesión del arma de uno de los policías asesinados. La FGE informó, además, que algunos de ellos habían declarado que los homicidios los habían realizado porque los policías se negaron a cooperar con ellos, pero la dependencia no comunicó a que grupo delictivo pertenecían los acusados, dados los divergentes lugares de origen de los integrantes de este presunto grupo de sicarios, lo cual podría llevarnos a la conclusión que su contratación fue realizada por algún ente integrador. Si las informaciones otorgadas son ciertas, quiere decir que estamos ante una posible nueva escalada de violencia homicida, pues significaría que uno de los cárteles que disputan la supremacía en la entidad ha resuelto, nuevamente, llegar a las últimas consecuencias en su enfrentamiento con el otro, o los otros grupos criminales presentes en Chihuahua, lo que nos permite pensar que, probablemente, los ritmos y niveles de la violencia de los últimos años, especialmente desde el 2008 a la fecha, tienen más que ver con la dinámica del enfrentamiento de los grupos criminales que con las estrategias gubernamentales, en algunas de las cuales, particularmente las de corte social, podrán apreciarse efectos benéficos al paso de los años, y que las de fuerte impacto en la disminución de los índices delictivos tienen más que ver con la corrupción de los grupos policiacos y el abatimiento de los índices de corrupción. Y que tal disminución sí se vincula a la buena actuación de los grupos policíacos y la adecuada coordinación entre ellos, algo que viene repitiéndose en los discursos oficiales, cualquiera que sea el origen partidario, pero que, aparentemente no basta, para lo cual habría de pensarse en otra estrategia en el combate al tráfico de drogas. ¿Por qué en el país de más alto consumo de estupefacientes prevalece una tasa de, cuando mucho, 5 homicidios por cada 100 mil habitantes; y en el nuestro, supera los 30, con saltos como el de Chihuahua, superior a los 50? Quizá llegó el momento de discutir tales diferencias. Digresión.- Permítaseme una licencia personal. El domingo murió, en Mexicali, mi tía Isabel Flores, víctima, como miles de mexicanas, del cáncer mamario; lejos, muy lejos de su natal Durango, tierra a la que ya no pudo regresar a consecuencia de la eterna sangría -migración- que sufre esta entidad, de manera semejante a la sufrida por otras, destacadamente Zacatecas, Oaxaca, Veracruz, Michoacán y otras, el país entero. Hasta la lejana Baja California se fue, siguiendo las huellas de sus hijos -su hija Isabel y su yerno, Clemente-, después de haber contribuido al cuidado y formación de, por lo menos, 7 sobrinos, quienes pasamos a considerarla como nuestra madre alterna (por supuesto, sin demérito de la propia de cada uno), y en el caso personal hasta el nivel del compadrazgo, -el bueno, no el de la clase política con lo cual dio pruebas fehacientes de la enorme mesura con la que actuó toda su vida- y el incuantificable amor con el que trató siempre a sus cercanos. Hoy, abusando de esta invaluable tribuna, le rindo un lloroso homenaje a quien contribuyó como muy pocas personas a mi adicción personal al cine y a las novelas policíacas, y en lo general a las lecturas, pues ella sí podía mencionar, de carrera, los libros que más la habían impactado y que se reía, socarrona, cuando la abuela me espetaba, por terco -Gánale al PRI. Ustedes disculpen.

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