jueves, 7 de junio de 2012

Otra vez, el peligro para México

El Diario, 7 de junio de 2012 Luis Javier Valero Flores Como en sus mejores tiempos (en el año 2006), priistas y panistas decidieron sacar lo “mejor” de su repertorio en contra del candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, al que vuelven a denominar un auténtico “peligro para México”. Tanto en los spots que empezaron a transmitirse desde ayer, como en las intervenciones que hacen sus legisladores federales (en este caso, por pura coincidencia, los capitalinos Alejandro Cano y Mauricio Ochoa, que traen su propia competencia, que algo tiene qué ver con el relevo de la presidencia municipal), casi fuera de sí, enervados en sus intervenciones radiales, señalan al abanderado izquierdoso de ser un auténtico peligro para la economía mexicana pues, dice Mauricio, la sola posibilidad de que pueda ser presidente ha desestabilizado ¡El cambio peso-dólar!, razón por la cual, afirma, su familia y él están pensando si mantendrían sus inversiones en el país, cosa que “harían muchos”, si El Peje es presidente. Más enfático, Cano señala como argumento central para no votar por López Obrador el hecho de que en el conflicto postelectoral del 2006 “bloqueó la avenida Reforma”, con lo que dañó a miles de personas. A su vez, los panistas resolvieron, de plano, recurrir a la mentira y a la infamia, además, con los peores recursos. En el spot de marras, exhiben el tramo del discurso de AMLO en Tlatelolco, el pasado 21 de mayo, en el que éste alude a los grupos armados y se le escucha decir: “la vía armada es una posibilidad para lograr la transformación”. El spot concluye con una frase: “Algunas personas nunca cambian”, pero nunca dejan correr la grabación en la que López Obrador afirma que personalmente no cree en esa vía que, por el contrario, la vía pacífica, la democrática es la que él ha planteado. Unos y otros, recrean imágenes del escándalo del dinero entregado a Bejarano, de las tomas de los pozos petroleros, de cuando AMLO “manda al diablo, las instituciones”, todo, para concluir que “López Obrador no cree en la democracia”. ¿Por qué ese cambio tan drástico de ambos partidos? ¿Por qué aventurarse, de nuevo, a incursionar en el objetivo de polarizar, de encrespar al país? ¿Por qué, en el caso del PRI, romper con lo que había sido su consigna central –llamarse el partido de la paz? ¿Cómo, si apenas el domingo convocó a una marcha, precisamente, por la paz? ¿Qué cambió en las preferencias electorales, de acuerdo con los estudios efectuados por el PRI como para cambiar de estrategia a veinte días de la elección? ¿No les funcionó y saben que, o están en segundo lugar, o a punto de convertirse en eso, a pesar de Mitofsky, Milenio, Universal, Excélsior, etc.? Durante un sexenio se la pasaron sosteniendo que habían sido la oposición responsable, la garante del clima de paz y de la transición gubernamental del 2006, hoy todo eso es historia; durante décadas se le atribuyó ser el partido de la violencia institucionalizada, argumento usado principalmente por el #YoSoy132 y ahora emprende el camino de convertirse en el partido de la violencia verbal. Fueron muchas las voces que seis años atrás se dijeron lastimadas por la violencia de los mensajes contratados por la cúpula empresarial, en los que se dijeron no pocas mentiras, expresadas con el único objetivo de sembrar el miedo y llevar a la presidencia a Felipe Calderón. Hoy es la del partido que intenta regresar a la presidencia de la república por la vía de la legitimación electoral, por la de la aprobación ciudadana. Angustiado, temeroso de no regresar, recurre a las mismas estratagemas del pasado. Eso no es de un partido moderno, mucho menos de quien pretende gobernar, como dice Peña Nieto, al modo de las más avanzadas democracias del mundo. Y si encima analizamos el modo en que convocan a los suyos, o a quienes tienen trabajo en instancias gubernamentales, en las administraciones emergidas de sus colores, a los actos como la “Marcha de la Paz” del domingo anterior, menos calificaciones podrá obtener de haberse convertido en un partido moderno y democrático, y en la prueba suprema –porque ¿Se imaginan al PRI un tercer sexenio consecutivo fuera de la silla presidencial?– de su existencia, termina por actuar del mismo modo que quienes lo sacaron, así sea momentáneamente, de la conducción del país. Cuidado. Como lo dice Don Carlos Payán, en la “Rayuela” de La Jornada: “No se aguantaron las ganas y, agarraditos de la mano, se disponen a reeditar, sin asco, el guión de 2006”.

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