domingo, 27 de junio de 2010

Ahora, el fundamentalismo

El Diario, 24 de junio de 2010
Luis Javier Valero Flores
¡Qué época tan aciaga la nuestra! ¡Cuántos retrocesos, de todo tipo, especialmente en la vida democrática! A ellos ahora deberemos sumarles los de la creciente subordinación de la clase política a la alta jerarquía de la iglesia católica. Campeones en tal sentido son los dirigentes, funcionarios y candidatos del partido gobernante, el PAN.
Tanto es el retroceso que los candidatos del PAN en Chihuahua parecen serlo más de un partido claramente clerical, que de un partido seglar. Reacio, el escribiente, a usar como argumento la más fácil descalificación en este asunto, partiendo de la premisa que los panistas en el poder pretendían erradicar a Benito Juárez del ideario político de los mexicanos, no queda más que aceptarlo, no porque se coincida en aquel argumento, sino porque las posturas de muchos de los candidatos y funcionarios públicos del PAN se asemejan enormemente a los de los actores políticos de mediados del siglo XIX, pero no de todos, sino de los abanderados de las posturas más regresivas de ese momento.
La administración municipal de Carlos Borruel se significó –más allá que la de su antecesor, Juan Blanco- por ser fuertemente impulsora de las reglas morales de las agrupaciones civiles más ligadas al catolicismo, en el rescate, decían, de los valores morales, como si los hegemónicos del pasado sean los adecuados a la sociedad mexicana del siglo XXI.
Ciertamente sufrimos una crisis de valores, pero los importantes no son, de ninguna manera, los de índole religiosa, sino los de la vida en común, es decir, los de la sociedad, y ésta, señores del PAN es totalmente distinta a la del pasado, de cualquiera de las épocas. Los gobernantes no deberán –no debieran- trasladar al ámbito público sus convicciones religiosas personales, porque son, precisamente, personales.
Sin embargo, el protagonismo de la Iglesia Católica es desbordado, intenta tener injerencia en prácticamente todos los asuntos de la sociedad (dejemos de lado el argumento aquel de –al César, lo que es…). En los que para ella son de suma importancia asume una actitud francamente fundamentalista. Miren si no ¿Qué tiene que hacer un candidato a la alcaldía capitalina discutiendo asuntos tan “trascendentales” como el aborto, el derecho a la vida, el derecho de los padres a educar libremente a sus hijos, el matrimonio entre personas del mismo sexo y la eutanasia?
Para que no quede duda y no pierda simpatías su candidato, el equipo de campaña de Antonio López, abanderado del PAN a la alcaldía de Chihuahua, en boletín de prensa, asentó que esos temas son aquellos en los que “Acción Nacional siempre ha fijado claramente su postura a favor de la vida, cuidándola, protegiéndola y respetándola”, postura manejada por López en un encuentro con la Comisión Diocesana de Laicos de la Diócesis de Chihuahua.
Para rematar, Carlos Borruel firmó ante notario público (por supuesto que ante uno de clara raigambre panista, Don Armando Herrera) sus compromisos “de respeto a la vida y de la familia, así como el impulso a una educación con valores y principios”, cualesquiera que éstos sean.
Y fue más lejos el candidato a la gubernatura, se “comprometió a crear consejos ciudadanos que garanticen que la moral, los principios y los valores regresen a la educación que se imparte en Chihuahua”.
¡Ay, Monsiváis, cuánta falta nos vas a hacer! Lo que Borruel quiso decir es que está comprometido en llevar a la práctica el viejo anhelo de la jerarquía católica, de imponer en las escuelas públicas la enseñanza religiosa, por supuesto que la suya.
Claridad no les falta, días atrás, en una reunión con la comunidad de Proyecto Encuentro Social (PES), en Juárez, la esposa de Borruel, Leticia Macías, se refería así de su marido: “Nos sentimos honrados de que Carlos sea tomado en cuenta como un hombre de fé” y que sus familias superaron los problemas “porque siempre mantuvimos la esperanza puesta en Dios, somos creyentes y nuestra fortaleza es la fé”.
O sea, ellos los superaron porque son creyentes ¿Y las miles de familias que no los han superado, a pesar de ser fieles creyentes, porque nó? No, una cosa es el buen comportamiento personal y otra, muy distinta, es la aplicación de políticas gubernamentales y Borruel aspira a que se le califique por esto último, no por lo primero ¡Ah pero como da votos el aparecer como un buen creyente!
Si el Nigromante viviera, se volvía a morir.
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