domingo, 20 de junio de 2010

Desnudeces políticas

El Diario, 20 de junio de 2010
Luis Javier Valero Flores
Cada que muere gente como Saramago y Monsiváis, todos nos morimos un poco.
¿Por dónde empezar? ¿Cuál tema abordar, cuál, que merezca la mayor de las atenciones? ¿Por qué no todos y ninguno a la vez?
A dos semanas de las elecciones en Chihuahua –concurrente con la de varias entidades– van desvelándose infinidad de aristas reveladoras de la profundidad de la crisis política por la que atravesamos. No tan solo por la pobreza programática de las campañas electorales, sino por las características de la contienda político electoral en el conjunto de la nación.
Además, en la medida que pasa el tiempo, los partidos políticos cada vez se alejan más de lo que fue una exigencia de las fuerzas de oposición, la consolidación de las transformaciones democráticas, es decir, la culminación de la transición democrática; el proceso necesario, en los países que transitan de un régimen autoritario a uno democrático, para desmantelar el viejo régimen.
Conforme se va asentando el nuevo régimen político, el emanado de la llegada del PAN al poder, va mostrando con inusitada crudeza la podredumbre de la disputa por el poder. Todo se vale con tal de mantenerse –o alcanzar– en el poder y la negativa de la clase política a avanzar en la transformación democrática.
Y por todos lados aparecen los signos de tal retroceso, especialmente en los partidos que representaron a las fuerzas más fuertemente impulsoras de los cambios en México, el PAN y el PRD. Pero no sólo esos, el PRI también es portador de esas tendencias regresivas.
Con casi la mitad del electorado nacional involucrado en los procesos electorales de este año, la disputa ha obligado a las distintas fuerzas a mostrar sus arsenales y, lo que es peor, a usarlos. Y no son las mejores armas del campo democrático, al contrario.
Ejemplos de tal conducta nos ofrecen a diario, y a raudales. Algunos son verdaderos insultos, no sólo a las aspiraciones democráticas de la sociedad, sino a las propias militancias.
Por torpe, o por claridoso, el dirigente nacional del PAN, el ilustre César Nava, develó salvajemente su estrategia. Muchas son las voces que acusan al gobierno federal de participar de mala manera en los procesos electorales locales (la otra manera es la de no involucrarse).
Esa fue la acusación de los priistas yucatecos, también la defensa de Fidel Herrera (el “gober” hablantín, pescado en abierta tarea proselitista, por más que lo nieguen los priistas); la de los perredistas michoacanos con la detención de decenas de alcaldes el año pasado, a unos días de las elecciones y liberados por “falta de cargos”; también la de los priístas juarenses (incluido el mismísimo gobernador Reyes Baeza) denunciando a funcionarios federales utilizando los programas de esa instancia a favor de candidatos del PAN, o que existe propaganda del gobierno calderonista ensalzando los programas emergentes en Juárez.
Otra vez, a propósito de las grabaciones de Herrera filtradas al periódico Excélsior (oootra vez, un periódico ligado estrechamente al panismo, en especial a Martha Sahagún) se ha puesto en evidencia que el aparato de inteligencia federal, supuestamente, fue quien filtró material tan revelador.
No es todo. Desde el principio de la puesta en vigor de la “Operación México” por Felipe Calderón, se le acusó de tener, solamente, pretensiones legitimadoras, en el mejor de los casos, o de intentar amedrentar políticamente con el uso de fuerzas policiacas federales o militares.
Vamos, Felipe Calderón debió salir a negar enfáticamente que su gobierno no favorecía a ninguno de los grupos criminales, en clara referencia a la acusación –o percepción, que en muchos de los casos va más allá pues El Diario de Juárez acreditó semanas atrás que las detenciones efectuadas en esa ciudad afectaban mayormente al grupo local- que su gobierno favorecía al grupo de El Chapo Guzmán.
Es de tal magnitud la percepción –o el conocimiento de cosas que la mayoría de los mortales no tenemos– que el candidato priísta, César Duarte, ha solicitado insistentemente que la Policía Federal Preventiva (PFP) sea acuartelada el día de las elecciones, en abierta, clarísima, referencia a la posibilidad de una participación tendenciosa de tal agrupamiento policiaco.
Resulta que el ínclito César Nava ha solicitado que la PFP y el ejército “blinden” el proceso electoral en Sinaloa pues, dice, el Consejo Estatal Electoral y las autoridades locales no garantizan un proceso imparcial (Nota de Notimex, 19/06/10, El Diario Digital) y que “existe una marcada sospecha de que las autoridades estatales podrían utilizar a las corporaciones locales para generar un clima de temor entre los electores”.
Y como si viviéramos en tiempos de Santa Ana, dijo que su petición se la hará a otro de los ínclitos, ¡el Secretario de Gobernación! Como si este funcionario fuera autoridad competente para resolver y ejecutar en el sentido que pretende Nava, y por encima de las autoridades estatales.
Nava sostiene que la única posibilidad de evitar acciones fraudulentas de los priístas es recurriendo a la intervención de “instituciones confiables”, como el Ejército Mexicano y la Policía Federal y que las policías municipales y estatal preventiva, “se queden acuartelados o en sus casas, porque sabemos que serán utilizadas contra los electores de Malova (apodo del candidato de la alianza PRD, PAN y Convergencia), y todo porque se encuentran al servicio del gobernador del estado”.
No podríamos negar a priori que existiese un clima como el advertido por Nava, pero de ahí a que policías federales y soldados suplan a las autoridades electorales, como es el propósito del dirigente panista, hay un mundo de distancia ¡¿A quién se le ocurre?!
Llama la atención tal petición, exactamente en el sentido contrario a la del abanderado priísta chihuahuense, quien seguramente se hace eco de las denuncias de sus compañeros en los pasados comicios de la capital chihuahuense, en el sentido, así lo dijeron, que muchos elementos de la policía municipal ejercieron diversas presiones amedrentando a los activistas del PRI, o que supuestos funcionarios federales se presentaron a domicilios de connotados priístas con acusaciones en su contra por la comisión de delitos electorales.
Pero si los factores nacionales le otorgan dosis mayores de tensión al proceso local, los sucesos locales no aportan menores cantidades de stress. El ríspido debate de los candidatos a la alcaldía juarense, Héctor Murguía y César Jáuregui, mostró lo peor de ambos y a más de un ciudadano puso a temblar al saber que uno de ellos será el alcalde.
Jáuregui había hecho hasta ese día una muy buena campaña electoral, con la novedad de lanzar una propuesta diaria acerca de los puntos más sensibles de la vida de la urbe fronteriza; incluso en el foro organizado por la Asociación de Periodistas de Cd. Juárez había hecho un magnífico papel al exponer sus propuestas y hacer ver mal al priísta Murguía.
Pero al lanzar la acusación de que el ex alcalde era parte del grupo criminal “La línea”, centrando toda su estrategia en tal acusación, sin que exista acción legal que lo soporte, lo hizo ver como un candidato que sólo aspiraba a ganar simpatías electorales, merced a una acusación que corre como rumor, y que ningún protagonista político puede lanzar al aire sin que lo respalden hechos confirmados por las autoridades correspondientes.
Por supuesto que tal acusación le sirvió a Murguía para restregarles a los panistas que Saulo Reyes, –su último Director de Seguridad Pública, detenido en El Paso por intentar introducir mariguana a los EU– había sido antes funcionario de las tres últimas administraciones municipales panistas del antiguo Paso del Norte.
El nivel de tal confrontación lo ilustran las frases usadas por Murguía el viernes para referirse a Jáuregui. Dijo que a éste lo enviaría “a una segunda vuelta, pero con los marranos estercoleros, pero además vamos a tener que seleccionar muy bien a los marranos para que sean calumniadores y difamadores”.
Y si faltaran ingredientes para mostrarnos que la mentada transición democrática es un cuento, ahí está la grosera intervención de la jerarquía local de la iglesia católica diciéndonos que es pecado no ir a votar y que, además, no se debe votar por partidos o candidatos que propongan “políticas contrarias a la moral elemental”. Y esa, ¿cuál es? O sea, si el escribiente está a favor de los matrimonios homosexuales o por la despenalización del aborto ¿Caí en pecado? ¡Válgame Dios!
¡Ah, pero eso sí, ahí están todos los candidatos –o casi todos– haciendo fila para “saludar” a los jerarcas católicos!
ESTADÍSTICAS.- El 7 de junio, coincidentemente el denominado Día de la Libertad de Expresión, entramos a las cifras de víctimas del crimen organizado, sufrimos el robo, a mano armada, de nuestro vehículo. No se preocupen, el trámite para denunciar el delito y la atención de la empresa aseguradora son bien expeditos. Ya no se tardan nada, los procesos se han agilizado enormemente. ¡Bien por ellos! ¿Y mi vehículo?

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