domingo, 6 de junio de 2010

Debates, regaños y sospechosismo

El Diario, 6 de junio de 2010
Luis Javier Valero Flores
Ni por dónde empezar, ni cual tema dejar fuera ¿Cómo no comentar el primer debate de los candidatos al Gobierno de Chihuahua, o dejar fuera la regañada de Gómez Mont a reporteros, medios de comunicación, legisladores y gobernantes, diputados incluidos; o el montaje de los mamotretos contra Borruel y la posterior renuncia de Ramón Serna a la presidencia de la Asamblea Municipal Electoral de Chihuahua?
Y más difícil no caer en el lugar común de definir quién fue el ganador del primer round entre Carlos Borruel y César Duarte y condolerse por un evento tan flojo, en el que el rasgo distintivo fue la repetición cansina de las propuestas efectuadas por los aspirantes en las semanas previas.
El debate mostró terribles carencias en dos aspectos, el del formato y el del contenido de los candidatos, estos más preocupados (lógicamente), por aparecer como los triunfadores del mismo, que por la profundidad de las medidas y programas propuestos, a tal grado que en varios tramos mostraron nerviosismo extremo lo que los llevó a equivocarse o a enderezar largos “rollos” sin fondo ni sustento.
En esas condiciones, Duarte y Borruel mostraron ampliamente sus cualidades y defectos. Podrán expresarse calificaciones de quién fue el ganador, pero en los aspectos de fondo, en los que importan verdaderamente, se mostró más consistente el priísta.
El gran ausente fue la falta de un programa de gobierno, de choque, acorde a las extremas condiciones en que vivimos, urgidos de verdaderos golpes de timón en las políticas gubernamentales y no aderezados cambios, ofrecidos en un debate que lo fue todo, menos un debate sobre la vida de los chihuahuenses, en donde el rasgo común fue la pretensión de ganarse, a como diera lugar, las simpatías de los pocos ciudadanos espectadores del celebrado en el antiguo Paso del Norte el miércoles anterior, sin que se ofrecieran planes o programas de gobierno distintos a lo que ya se ha hecho o se esté haciendo.
La inseguridad y las crisis económicas fueron los principales temas de un debate que no fue tal pues el formato no permite la confrontación de propuestas o ideas (nunca tuvo esa virtud) y lo que es peor, sólo da pie a que los candidatos, en el mejor de los casos, se lancen puyas que pueden, o no, ser contestadas, y a que cada quien hable sobre distintos temas sin que el elector tenga oportunidad de sopesar las diferencias o coincidencias de las posturas, en especial esa sección en la que cada quien responde una pregunta distinta es un monumento al kafkianismo.
Si en ese momento los candidatos respondieran la misma pregunta y luego debatieran sobre ella, permitiéndose que descalificaran cada uno los argumentos de los otros, todos saldríamos ganando.
Ese formato, entre otras cosas, contribuyó a que el debate lo vieran sólo 2 de cada 10 personas, según un sondeo telefónico efectuado por El Diario-Juárez, resultado nada distinto al obtenido por otros medios de comunicación.
Inalterables los guiones de los dos más fuertes aspirantes, insistieron, el panista, en achacarle a la instancia estatal la principal de las responsabilidades –el 90% de los delitos son del orden común, insistiría– y el priísta en endilgárselas a la federación.
Mención aparte merece el flojo desempeño del perredista Luis Adolfo Orozco quien sólo logró asentar su lejanía política de los candidatos emergidos del PRI y del PAN.
No hubo, ni en Borruel, ni en Duarte, el menor asomo de autocrítica a sus respectivos gobernantes, en medio de la sangre y la desesperación de los habitantes de la ciudad más violenta del mundo, no hilvanaron un diagnóstico integral, ni, por supuesto, una propuesta semejante a la terrible situación de la mayor de las ciudades fronterizas de México.
No, todo está bien con los de acá, los míos, y todo está mal con los de allá, los adversarios, por ninguna parte apareció, ni en estos momentos, la mesura del hombre de Estado que es capaz de superar las diferencias irreconciliables y proponer un pacto político para superar, todos juntos, la gravísima crisis que padecemos.
Así, los defectos, rezagos, carencias, omisiones y conductas erráticas del otro, son las mismas que padece el acusador. Se llegó a extremos verdaderamente incomprensibles como el de que, a contrapelo de la propuesta de Felipe Calderón y todos los gobernadores (¡hasta los del PRD!) Borruel se pronunció en contra de la policía única y Duarte casi se erigió en el autor de tal iniciativa para, a continuación, decir que no se desaparecerían las policías municipales en tanto no se modificara el artículo 115 constitucional, cuando precisamente se trata de eso la propuesta de Calderón y la Conago, de reformar ese articulado para dar curso a las policías estatales.
En esa feria de desaciertos, Borruel mostró cual sería la tónica de llegar al gobierno –más policías, más patrullas, más pistolas– pues desestimó que la inseguridad y delincuencia sean consecuencia de la pobreza y de la crisis, son, dijo, resultado “de la impunidad y ausencia del Estado de Derecho que ha convertido a nuestro estado en el paraíso de la delincuencia” y ni por asomo se atrevió a considerar que la mayor parte de los detenidos por las fuerzas federales –o de las estatales–, acusados de delitos del crimen organizado, han sido liberados por ¡jueces federales! o que Juárez, desde hace más de dos años está ¡tomada por las fuerzas federales y los índices delictivos, de todo tipo, se catapultaron, y no sólo los del crimen organizado, sino, precisamente por eso, porque las bandas delictivas le disputan al Estado Mexicano, entiéndase bien, al Estado Mexicano, la preeminencia de la gobernabilidad!
A su vez, Duarte no cambió un ápice su discurso previo, la inseguridad, insistió y tiene razón, en que “la inseguridad en Chihuahua no es distinta a la del resto del país, porque el desgobierno que hoy impera en México ha generado en la entidad un ambiente difícil”, pero ni por asomo esbozó una, así fuera leve, crítica a lo realizado por la actual administración en ese rubro.
A su vez, en uno de los pocos momentos atinados del perredista Luis Adolfo Orozco, sostuvo que la estrategia aplicada por Calderón en Juárez no es para resolver el clima de inseguridad o rehacer el tejido social, sino para recoger “los votos de los juarenses”.
Pero ninguno planteó en serio la profunda transformación necesaria en la entidad, particularmente en Juárez, y Borruel, olvidando la estrecha relación existente entre los trabajos impulsados en el sexenio de Barrio (la absoluta mayoría de la maquila) y el abandono de la niñez y juventud, elogió insistentemente aquel sexenio por la creación de tantos empleos, caracterizado (y los juarenses lo recuerdan bien) por la acelerada y eficaz pavimentación de las vialidades de los lugares donde se asentaban las plantas maquiladoras que diligentemente –¡Oh, benditas coincidencias ¿Cuándo dejarán de atosigarnos?! – construía el hermano del gobernador de entonces.
Duarte insistió en su esquema de desarrollo regional y en impulsar fuertemente las actividades primarias a través de la exportación, después de añadirles a los productos valor agregado.
Pero ninguno planteó en concreto cómo afrontar el problema de la falta de empleos, de escuelas, de cuántas escuelas de tiempo completo se construirían, del quehacer con tantos jóvenes ni-nis, del cambio de modelo de la industria de transformación que debe impulsarse, ninguno se acordó de la desgracia minera en que nos hemos convertido, lugar de exacción y de ínfimos beneficios de tan redituable actividad para sus modernos explotadores
Todos abonaron a la idea de impulsar la educación, y ahí Borruel cometió un garrafal error, en lugar de demostrar su apoyo al impulso de la Ciudad del Conocimiento, (proyecto impulsado por el gobierno federal, elogiado y presumido por Calderón, inaugurado por Alonso Lujambio y en el que participan la Unam y el Politécnico Nacional) en tono casi despectivo afirmó que se debería de cambiar de lugar tal proyecto, y que es un proyecto multimillonario, cuya inversión supera, con mucho, la capacidad del gobierno estatal y la Uacj y, por tanto, es un proyecto más allá de las fronteras partidarias.
¡Ah, pero es que el rector, Jorge Quintana, fue mencionado como posible coordinador de la campaña de César Duarte y por si fuera poco, es hermano del irredento diputado perredista Víctor, del mismo apellido.
No es chauvinismo, lo que se haga (lo que se hace) y lo que de deje de hacer en la mayor de las ciudades fronterizas de México, retratará nítidamente a la clase política. Lo que vimos en el primer debate no es para echar las campanas a vuelo, al contrario.
El énfasis de Borruel en asumirse como el líder que se necesita ¿Será coincidencia que esa sea la principal crítica del líder de la Coparmex-Chihuahua, César Chávez, al gobierno de Reyes Baeza?
Bueno, pues se acabó el espacio, y ya se nos quedaron fuera infinidad de aspectos, pero no hay problema, el martes se repetirá ¿Será? el debate, ojalá tengamos de más cosas que alegrarnos.

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