viernes, 16 de mayo de 2014

Los retos del PAN

Editorial
Aserto No. 130, mayo de 2014
¿Les alcanzarán, a los panistas de Chihuahua, 13 meses para superar las enormes, desmesuradas y ofensivas acusaciones lanzadas entre sí a lo largo de la campaña electoral interna que culminó con la reelección de Mario Vázquez?
No es cosa menor lo ocurrido, las consecuencias se aprecian con el resultado, apenas poco más de 200 votos de diferencia entre el triunfador y Héctor Ortiz Orpinel, que muestra al panismo chihuahuense partido por la mitad; que los liderazgos de Ortiz, Pérez Cuéllar y Carlos Borruel representan, claramente, a la mitad del PAN y que la dirigencia encabezada por Vázquez apenas tiene una muy escasa ventaja.
Más allá de los discursos triunfalistas, de los deseos de unidad y de los buenos propósitos expresados al término de las elecciones, esa es la realidad del PAN de hoy. No es un escenario nuevo, es el de ya hace varios años. Sin embargo, sí representa una novedad en el reagrupamiento de fuerzas a su interior pues será la primera ocasión, en los años recientes, incluido el actual ganador, en que los candidatos impulsados o apoyados por Pérez Cuéllar pierdan la contienda en la elección de la dirigencia estatal.
Se podrá decir que al abrir la elección al total de los miembros de ese partido cambió la correlación de fuerzas, pero no es así, simplemente se develó la influencia que poseen sobre la militancia, además, es de suponer que la mayoría de quienes apoyaron a Ramón Galindo optaron, en la segunda vuelta, por Mario Vázquez, dada la presencia e influencia de Javier Corral, que de ninguna manera podría optar por alguien tan identificado con Pérez Cuéllar.
Más grave aún que lo anterior, es el reconocimiento de todos, triunfadores y derrotados, que la guerra sucia, y especialmente la difusión de la conversación telefónica entre Pérez Cuéllar y la diputada priista, Laura Domínguez, fue el factor determinante en el resultado de la elección.
Peor, el eje central de la guerra sucia fueron las acusaciones lanzadas unos a otros acerca de su cercanía con el Gobernador César Duarte. En los días inmediatos a la segunda vuelta, al elevar el tono de las acusaciones, se intentó -por parte de los impulsores de la candidatura de Mario Vázquez- acreditar que Héctor Ortiz había sido quien aprobara los endeudamientos solicitados por Duarte y que, a su vez, Mario Vázquez, en su calidad de dirigente estatal, afirman, repudió.
Tan pedestres acusaciones dejaban de lado un hecho esencial, que el presidente estatal del PAN designa al coordinador parlamentario y si éste actuó en sentido contrario a lo señalado por el partido ¿Por qué no fue destituido en su momento?
Por ello sorprendió la virulencia con la que se comportaron a lo largo de la contienda, nadie podría imaginarse que en la campaña mantuvieran posturas tan contrarias quienes tuvieron las dos principales responsabilidades al interior de su partido durante poco más de dos años, uno como dirigente estatal -Vázquez- y el otro en la coordinación parlamentaria -Héctor Ortiz- y que, necesariamente, debían tener un elevado número de coincidencias en la mayor parte de los aspectos de la vida pública de Chihuahua.
Al inicio de la contienda, todos los aspirantes coincidieron en que la campaña electoral no habría de enconar los ánimos al interior, que eran conscientes que la administración estatal pasaba -pasa- por un mal momento y que la coyuntura podría presentarse muy favorable para las causas del PAN, a menos que se dividieran en la campaña y las heridas inflingidas en ella implicaran una mayor división.
Los superó la realidad, la guerra sucia fue el distintivo de la campaña. Se antoja difícil que puedan superarla; ese es su verdadero reto, están en condiciones de competir y disputar muy seriamente la hegemonía electoral en Chihuahua, no tanto como resultado de sus actuaciones, sino, por el contrario, de las de sus adversarios, los que, conforme se acercan las citas electorales generan mayor rechazo en la ciudadanía.
¿Podrán hacerlo? Tienen largos, y cortos, trece meses. 

¿Podrán construir liderazgos confiables para la sociedad chihuahuense, con la fortaleza democrática suficiente para enfrentar a los priistas? ¿O será, nuevamente, sólo una disputa entre dos fuerzas políticas para alcanzar el poder, sin que cambie nada esencialmente en Chihuahua?

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