lunes, 7 de septiembre de 2015

Presidencialismo insultante

Mega Radio 860, Juárez, 7 de septiembre de 2015
Luis Javier Valero Flores
En una deslucida ceremonia, el Secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, entregó, el 1o. de septiembre pasado, el III Informe del presidente Enrique Peña Nieto.
Luego, como ya se ha hecho costumbre, al día siguiente, Peña Nieto, con toda la libertad del mundo, celebró un acto al que llamó “3o. Informe”, ante los suyos -bueno, algunos, muy pocos, no tan “suyos”- y lanzó, como es costumbre, también en todos los presidentes, su propia versión del país en el que vivimos.
La presentación del III Informe de Enrique Peña Nieto -no el oficial, ante la Cámara de Diputados, sino el realizado en el acto organizado por la presidencia de la república- sirvió para confirmar algo que las encuestas, todas, muestran reiteradamente: El presidente Peña no tiene la aprobación de la mayoría de los mexicanos. Más, que ante una realidad crispante, su gobierno, y él mismo, han decidido enconcharse y no aceptarla. 
Pero en el primer acto, Jesús Zambrano, el más reciente de los expresidentes del PRD, ahora convertido -por obra y gracia del PRI- en presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, criticó esa forma de informar y propuso que el presidente fuera a informar a la Cámara de Diputados.
Tocó uno de los asuntos medulares del México de nuestros días: O cambiamos la parafernalia del ritual presidencialista sufrido hasta hoy, o profundizaremos la crisis de todo tipo por la que pasamos.
Esa parafernalia se repite hasta en el más pequeño de los municipios del país; el culto al señor presidente -o señor gobernador- es extremadamente lesivo a la salud de la vida pública, porque no se trata, solamente, de lo referente al día del informe, sino al halo que protege a la figura del titular del Poder Ejecutivo, una de cuyas evidencias recién soportamos cuando el Secretario de la Función Pública -dependencia que por un decreto presidencial ya había desaparecido- exoneró a Peña Nieto y a Luis Videgaray de cualquier conflicto de “interés”, en la compra de las casas por todos los mexicanos conocidas.
Más aún, la actual forma de entregar el informe impide que los poderes legislativos se conviertan en el verdadero contrapeso del Ejecutivo y posibilita que los gobernadores actúen a sus anchas en las entidades, pues las “fiestas”, los saraos y el eterno besamanos que se “dejan” instrumentar, se convierten en auténticos hoyos al presupuesto de los gobiernos municipales y estatales y, por supuesto, son la vívida imagen de la parafernalia presidencialista que creímos desaparecería con la llegada del PAN a la presidencia de la república.
¡N’ombre! Sucedió al revés. Se pusieron de acuerdo -en la docena blanquiazul-, priistas y panistas, en cambiar el formato del informe presidencial, en aras de que nadie molestara a “su” presidente. Sabedores, los priistas, que podrían regresar a la presidencia, aceptaron tal propuesta. Hoy, no solamente el presidente, la totalidad de los gobernadores así “informan”. Van y dejan el documento al Congreso del Estado, donde se encuentran los “incómodos”, y al día siguiente efectúan su gran fiesta… a costa del erario.
Cambiarlo por un formato que le permita al presidente leer su informe y que al día siguiente, o unos días después, acuda a responder los cuestionamientos y las preguntas de los diputados, es el paso (uno de ellos) necesario para empezar a desmontar todo el andamiaje presidencialista que hemos sufrido.
Así podrían concretarse aquellas acertadas frases que el entonces diputado federal, Porfirio Muñoz Ledo, le lanzó al presidente Ernesto Zedillo, que no eran más que la lapidaria frase lanzada por Francesc de Vinatea, primer jurado de la capital del reino, al rey Alfonso IV de Aragón: 

“Cada uno de nos, somos tanto como vos, pero todos juntos mucho más que vos”, en lo que fue una brillante manera de recordar el papel que debiera tener el congreso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario