jueves, 27 de agosto de 2015

Delito electoral colectivo

El Diario, 27 de agosto de 2015
Luis Javier Valero Flores
Pueden reunirse las veces que quieran, seleccionar el mejor de los escenarios, prometer mil y una cosas; elogiar hasta al cansancio al Presidente Enrique Peña Nieto, y muchas cosas más, lo que ya no pueden hacer es, al grito de añorar al pasado corporativista, derrochar los recursos públicos en sus devaneos nostálgicos y no esperar que, por lo menos, una parte de la sociedad se los reclame.
El día de ayer, con toda la pompa que nos hizo recordar la desplegada por los gobiernos priistas de los 60’s y los 70’s del siglo pasado, se realizó en la ciudad de Durango el 77 Congreso de la Confederación Nacional Campesina (CNC), acto que fue encabezado por el Presidente Peña y al que acudió -¡Pero si cómo no, dados sus antecedentes políticos!- el gobernador de Chihuahua, César Duarte.
Además, fungió como anfitrión del evento el mandatario duranguense, Jorge Herrera Caldera, lo que garantizó la fastuosidad del acto.
Al evento acudieron secretarios de estado, gobernadores electos, diputados, senadores, presidentes municipales, además de los gobernadores de Aguascalientes, Colima, Hidalgo, Jalisco Michoacán, Nayarit y Nuevo León.
Muchos pensarán que lo aquí anotado no reviste mayor importancia; algunos otros podrían apostar a que el ánimo crítico equivocó el destino. 
Todo lo contrario, la CNC, la ex todopoderosa organización campesina, pertenece al PRI, forma parte de su estructura, está incluida en los estatutos de este partido como parte del sector campesino, por lo que el acto celebrado en la antigua Nueva Vizcaya fue un acto partidista, al que no fueron invitados integrantes, dirigentes o funcionarios públicos de otros partidos.
No, porque se trataba del congreso de uno de sus más sólidos agrupamientos, al que de frente a las elecciones del próximo había que “apapachar”, por aquello de los votos que se necesitarán en las elecciones de Durango, Zacatecas y Chihuahua, de ahí la pertinencia de celebrarlo allá.
Sin embargo, tan festiva celebración tiene un componente violatorio de las leyes de varias entidades y, por supuesto, de la federal. 
Los señores gobernadores, secretarios, presidentes municipales y el señor presidente se trasladaron a la capital de la vecina entidad en vehículos oficiales, los que, de ninguna manera, deben usarse para actos partidarios.
Más aún, los funcionarios públicos que acudieron al sarao lo hicieron en horas hábiles, las que les pagan los ciudadanos gobernados por ellos, por lo que no podían usar los horarios oficiales para acudir a un acto de una organización de su partido.
Todos y cada uno de los funcionarios públicos debieron, por lo menos, avisar a sus superiores que faltarían; en el caso de los gobernadores (como es el caso de Chihuahua) debieron trasladarse a Durango con sus propios recursos y debieron pedirle a los secretarios de hacienda respectivos que les quitaran de su salario la parte proporcional, porque no acudieron a un acto oficial, por más que pudieran argüir que estaría el presidente de la república.
Acostumbrados como estamos a que lo anterior formaba parte de la normalidad corporativa de México, pocos alcanzan a comprender la profundidad del daño realizado a la vida democrática nacional.
¿Y a poco creen que tales reuniones no tienen objetivos más terrenales que el de escuchar el discurso de Peña Nieto, repetitivo a más no poder de los emitidos por sus antecesores, antes del 2000?
Claramente tiene la intención de ir cerrando filas, afinar estructuras, prepararse con todo a fin de enfrentar la principal y quizá única meta de esta organización, ganar votos para el PRI.
Si hiciéramos abstracción del escenario y la fecha, podríamos apostar que los presidentes Miguel Alemán, Ruiz Cortines, López Mateos, Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo, etc., podrían haber dicho lo siguiente: 
“Queremos un campo próspero y un campo justo, en el que la productividad y la creación de riqueza contribuyan a abatir la pobreza y la desigualdad, los campesinos de México tienen en el Gobierno de la República a un aliado”.
Además, para calificar a su gobierno podrían haber dicho que “La actividad agropecuaria de México está creciendo y se está moviendo a favor de los campesinos”.
Y el discurso de cualquiera de ellos pudo terminar así: “Los convoco a que con unidad y trabajo, sigamos impulsando juntos la transformación del  campo mexicano”.

Sí, lo dijo Peña Nieto, el primer presidente priista del siglo XXI.

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