martes, 4 de junio de 2013

Estrés policiaco

El Diario, 4 de junio de 2013 Luis Javier Valero Flores Los cada vez más frecuentes incidentes violentos protagonizados por elementos policíacos, como el ocurrido apenas el fin de semana en el que la policía municipal juarense, Francisca Ofelia Hernández Ibarra, con 15 años de servicio, en un incidente vial decidió agredir al otro guiador involucrado con disparos de su arma de cargo –las que el jefe de la agrupación, Julián Leyzaola Pérez, había ordenado no se sacaran de las estaciones del agrupamiento– demuestra claramente la necesidad de poner atención a un problema que evaden todas las instancias de autoridad, pero que puede dar a un mayor número de tragedias como la que motiva la presente reflexión, pues la víctima recibió uno de los disparos en la cara. Este incidente es secundario a otro aún más grave en el que los tripulantes de una patrulla municipal –también juarense–, argumentando ser víctimas de los disparos de un mujer embarazada, respondieron con fatales consecuencias pues mataron al feto. La víctima de los disparos de los polimunicipales no podrá procrear más, además de presentar heridas en la cara producidas por las cachas de las pistolas de los agentes, en un inexplicable acto de salvaje violencia, ya que hasta el momento no han podido demostrar los balazos disparados en su contra. Hay más. En la noche del juego de la final de futbol mexicano, en un confuso incidente, otro polimunicipal asesinó a quien era fanático del equipo contrario. ¿Son algunos casos aislados los presentados por elementos de la Policía Municipal, y de otros agrupamientos policiacos, especialmente de las más grandes urbes, o se trata, por el contrario, de un fenómeno más extendido? Así parece ser, de acuerdo con los pocos estudios realizados, no solamente con los policías municipales de Juárez y Chihuahua, sino también con los integrantes de las fuerzas armadas y las policías federales. Según un estudio de tesis para maestría en psicología, “entre los policías y militares están los casos de violencia intrafamiliar más severa”, lo que llevó al Centro de Atención y Prevención Psicológica (CAPSI) de Chihuahua –lugar en el que se atiende a los oficiales de la capital– a informar que en el último año, “únicamente once oficiales han acudido a terapias con sus familias, ya que sólo acuden por órdenes de superiores y no porque busquen voluntariamente ayuda”, según declaraciones del psicólogo Alberto Rodríguez Cervantes, fundador del Centro de Atención y Prevención Psicológica (CAPSI), de la Dirección de Seguridad Pública Municipal (DSPM). (Nota de Lourdes Díaz López, El Diario/Chihuahua, 16/IV/13). Y esta información devela una parte aún más negativa del problema, la de que las víctimas de cualquier desorden de tipo sicológico o psiquiátrico –quizá el que pudiera aparecer con mayor frecuencia, el estrés postraumático– se niegan a reconocer su padecimiento y, obviamente, a tratárselo. Así, coordinadores policiacos, entrevistados por la reportera, le revelaron “que los oficiales aprenden a desahogarse de sus problemas platicando unos con otros, pero pocos son los que buscan ayuda profesional, además de tener diversas actividades deportivas de forma permanente para quienes deseen participar, sin embargo, no existe un programa como tal, que revise el estado emocional de los oficiales. Pues los policías, junto con los dedicados a las profesiones y oficios relacionados con la seguridad pública “están expuestos a sufrir el trastorno postraumático, por los altos niveles de angustia, inseguridad y tensión que enfrentan a diario en su trabajo, por tener los problemas y en algunos casos hasta la vida de otras personas en sus manos”, aseguró Rodríguez Cervantes. Además, sostuvo, quienes presencian “la muerte, escenarios dramáticos, requieren de sesiones psicológicas semanales para evitar que lleguen a tener actitudes violentas en su entorno”. Por tanto, en estos casos, la preparación deberá enfatizar en el respeto a los derechos humanos, al marco legal de su actuación, “sin darles jornadas mayores a las doce horas, pues hacerlos trabajar sin el descanso adecuado, genera conductas violentas, y también es una exposición a que busquen drogas para poder aguantar altos jornales sin dormir… Un hombre violento está en todas las profesiones, sin embargo, cuando éste es policía o militar, es doblemente riesgoso, ya que tiene entrenamiento físico y autorización para el uso de armas”. (Ibídem). Casi diariamente, ya sea en Juárez, o en Chihuahua, tenemos casos que evidencian el fenómeno que se está incubando en los agrupamientos policiacos ¿A qué esperar?

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