jueves, 1 de agosto de 2024

¿Tensa calma?



El Diario, 1 de agosto de 2024 

Luis Javier Valero Flores 

Una de las reflexiones a las que nos llevó la detención-captura-entrega de Ismael “El Mayo” Zambada y el pasmo del gobierno mexicano, es la de que atravesamos por una gravísima crisis de inseguridad, generada, ahora lo sabemos, no sólo por la violencia desatada por los integrantes de las bandas del crimen organizado, sino, también, y en forma por demás desmesurada, por los elevados niveles de ineficiencia mostrados por las autoridades responsables de la seguridad pública en México.

A una semana de los hechos -originados quien sabe dónde- los jefes de las fuerzas armadas han mantenido un más que inquietante silencio y, con ellos, el comandante de la Guardia Nacional y el Fiscal General de la República.

Al coro de desaciertos, declaraciones absurdas, mentiras y justificaciones del máximo responsable de la seguridad pública y nacional -el presidente, jefe, además de las fuerzas armadas- López Obrador y de la secretaria de Seguridad Pública, Rosa Isela Rodríguez, se sumó quien fuera el antecesor de la secretaria en ese cargo y, por puritita casualidad, ahora gobernador de la entidad de la que, supuestamente, salió el avión del Mayo a Santa Teresa, NM, Alfonso Durazo, quien apareció solo para justificarse y lanzar un más que patético anuncio-desmarque de que «de Sonora no salió el avión».

¡Híjole! Cada que abren la boca suman un nuevo motivo para asustarnos.

¿Con base en qué información sale el que fuera secretario privado de Luis Donaldo Colosio, primero, y luego del presidente Vicente Fox y Secretario de Seguridad con López Obrador a emitir esa declaración?

¿Porqué no exhibió los documentos oficiales, de la dependencia que le aseguró eso y así aportarle al esclarecimiento de la captura del Mayo?

Si no lo hizo, lo más probable es que ni siquiera los hay.

Todo lo de líneas arriba fue para ubicar la situación en la dimensión correcta: Chihuahua fue el escenario más cruento de la violentísima confrontación entre los cárteles de Sinaloa y de Juárez.

Llevó a que las urbes chihuahuenses fueran, por semanas y meses, una ú otra, las ciudades más violentas del orbe.

Posteriormente, a menor escala -si es que puede asentarse de ese modo- la confrontación continuó a lo largo de más de una década, presente en los actuales momentos, pero continuada, ahora, por la fragmentación de aquellos cárteles, en pequeñas o medianas bandas del crimen organizado, que han tomado a las mismas ciudades y a la sierra como sus centros de operaciones, de tal modo que la entidad se ha mantenido en el grupo de las seis entidades con el mayor número de homicidios a lo largo de todo el sexenio de López Obrador.

De ninguna manera se podría esperar que, si se presenta la lucha violenta por el poder, luego de la caída del Mayo, Chihuahua se mantenga ajena a esa disputa. 

La que podría darse entre los grupos que se cobijan bajo la común denominación del Cártel de Sinaloa, o que, caído el capo más reflexivo de todos los jefes del narcotráfico en el país, otros cárteles, como el Jalisco Nueva Generación, intentara ocupar las rutas del trasiego y control del tráfico de drogas, dinero, precursores, migrantes y contrabando en general que estaban bajo la conducción de Zambada.

Por el contrario a lo sostenido por el alcalde juarense, Cruz Pérez Cuéllar, y la aparente calma del Secretario de Seguridad, Gilberto Loya, o del Fiscal César Jáuregui, sí hay elementos para, por lo menos, colocarse en ‘modo’ alarma ante semejantes hechos.

Porque, ya analizado al detalle lo que ocurrió es verdaderamente espeluznante.

La mayoría hemos puesto la atención en la conducta del gobierno norteamericano de hacer a un lado -olímpicamente- al mexicano, pero poco hemos reparado en las gravísimas deficiencias mostradas por el aparato, el protocolo y las dependencias encargadas de la seguridad pública y nacional, con todo y sus costosos y sofisticados equipamientos de ‘inteligencia’, incluido el negado y criticado programa “Pegasus”, especializado en espiar las comunicaciones de las personas y entes que se hubiese decidido ‘seguir’.

Nada de eso fue capaz de arrojarles, así fuera algún indicio, de los movimientos de Zambada; o del movimiento de aviones y avionetas en aquella zona; o de los movimientos de los jefes de las bandas criminales de Sinaloa y Sonora, o cualquier cosa, luego de que, sobre todo en las mañaneras presidenciales celebradas en Sonora, los secretarios de la Defensa y de Marina, dieron cuenta, al detalle, de la composición, actividades, rutas y vehículos de los grupos criminales en esa entidad.

No sabían nada.

Así continúan.

¿Esa misma condición, de ignorancia, mantienen en territorio chihuahuense?

¡Qué miedo! ¡Cuánta incapacidad!

Columna de Plata-APCJ: 2008, 2015, 2017, 2022 y 2023

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