domingo, 22 de marzo de 2015

Fracaso “increíble”

Editorial
Aserto 140, marzo de 2015
A veces pausadamente, otras de manera continua, ininterrumpida, pero la ola homicida en la entidad sigue presentándose en las últimas semanas, especialmente en el Valle de Juárez y, sobre todo, en la sierra Tarahumara, -aunque su número empieza a ser significativo en la capital del estado y en la zona centro sur- sin que el número de homicidios -con el signo del crimen organizado- vaya a la baja.
De igual modo, en todo el mes de febrero se desató una atípica racha de asaltos a negocios en la ciudad de Chihuahua. Sin embargo, el hecho que volvió a traer a la memoria el sangriento período del 2008-2011, fue el atentado cometido en contra del cantante de narcocorridos, Alfredo Olivas (Alfredito) en la ciudad de Parral.
En ese ataque cayó una persona y al cierre de edición otra se encontraba en zona de riesgo para la vida pues recibió un balazo en el cráneo sin salida.
La Fiscalía General, Zona Sur, se apresuró en presentar a tres acusados y señalar que tenían todas las evidencias en su contra, obtenidas “científicamente”. Tres días después de los hechos, el defensor de uno de los acusados dio a conocer los peritajes realizados al detenido y a las armas que la FG señaló como las usadas en el atentado. El peritaje demostró que no habían disparado arma de fuego y éstas no tenían huellas digitales ¡Estaban limpias!
Tales hechos llevaron a la especulación acerca de las razones de la Fiscalía en apresurarse a presentar a unos supuestos responsables. Una de las que un buen número de usuarios de las redes sociales apoyó como la más acertada, es la de que se trató de una ejecución en contra del cantante porque éste vino a hacer una apología a uno de los grupos criminales existentes en Chihuahua y el otro reaccionó.
Si esto es cierto -junto con los otros homicidios presentados en la entidad- querrá decir que estamos, nuevamente, frente a la posibilidad de una nueva etapa de la guerra de los cárteles que hicieron de Chihuahua el más violento de los escenarios.
Aún si no fuera cierta la especulación anterior, la violencia en la sierra Tarahumara llevó a que cientos de participantes del Ultra maratón “Caballo blanco” decidieran abandonar la competencia, luego de las intensas balaceras desatadas en el día y la noche anterior a la celebración de la competencia, balaceras de cuya celebración el gobierno desechó, para, a los días, terminar aceptando que se realizaron, luego del hallazgo de los cadáveres de tres policías municipales de Urique (municipio donde se realizó la competencia), encontrados en el interior de un vehículo, como ellos, calcinado.
Nadie desconoce, o rechaza la afirmación gubernamental acerca de la disminución de la tasa de homicidios y la de otros delitos, pero de ahí a lanzar las campanas al vuelo para afirmar que ya se superaron los aciagos días del pasado reciente, hay una enorme distancia.
La guerra de los cárteles, por desgracia, no está bajo el control del gobierno, ni del estatal, ni del federal, vamos, ni del total de la comunidad internacional, dependen de la disputa por los mercados, zonas de influencia y las rutas de trasiego de las drogas.
Enfrentada por la vía de la violencia, como le espetara el vice primer ministro,  Nick Clegg, al presidente Peña Nieto en Inglaterra, es un “fracaso miserable”, en un artículo publicado en conjunto con el magnate Richard Branson en The Guardian, en el que condenaron la estrategia de choque frontal y pusieron como ejemplo la situación que ha creado en México.
“Justo cuando el presidente Nieto visita el Reino Unido, tendríamos que recordar a las 100 mil personas muertas sólo en México desde 2006, cuando su antecesor, Felipe Calderón, lanzó su ofensiva implicando al Ejército.
Desde que el presidente estadunidense Richard Nixon declaró esta 'guerra' en 1971, hemos gastado 1 billón de dólares tratando de erradicar las drogas de nuestras sociedades, y sin embargo, el mercado criminal sigue creciendo”.
“Si fuera una inversión, la guerra contra las drogas no habría arrojado ningún beneficio. Si fuera una empresa, hubiera quebrado hace tiempo. El éxito no se parece a esto”.
Si a lo anterior le agregamos que el gobierno federal gastó, en el sexenio anterior, la friolera de 760 mil millones de pesos en los órganos de seguridad, podríamos llegar más fácilmente a la conclusión del vicepremier británico, y agregar que Chihuahua es el ejemplo de lo que no debe hacerse.

Es el momento de repensar la estrategia en contra de la violencia del crimen organizado.

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