jueves, 1 de enero de 2015

Mal, muy mal año

El Diario, 1 de enero de 2015
Luis Javier Valero Flores
Si debiésemos recurrir a una imagen que simbolizara lo ocurrido en el año recién terminado, el escribiente se quedaría -y pensar que los acontecimientos ocurridos nos abrumaron- con la de una joven mujer de 24 años, presentada por la Dirección de Seguridad Pública Municipal de Juárez afin de año como responsable de la omisión de cuidados a su abuela de 100 años.
-No la puedo atender, dicen que dijo en su defensa la acusada, salgo a trabajar y regreso muy cansada para atenderla-.
Sin más, los prestos polimunicipales se la llevaron y la presentaron a los medios de comunicación cual si fuera la “Reina del Sur”.
Ahí está representada nuestra realidad. El agudo proceso de degradación social, el acelerado crecimiento de la población senecta, el abandono a que se les condena -por los familiares y por el Estado-; las escasas oportunidades para los jóvenes; los bajísimos salarios, insuficientes para la manutención familiar, y aún más para cuidar a los denominados adultos mayores; la abrupta pérdida de la noción de las consideraciones que los jóvenes debiesen tener para con sus mayores.
Pero también el increíble desprecio de la autoridad hacia los pobres, y si son jóvenes, aún peor; y también a la legalidad vigente ¿Quién los autorizó a difundir la imagen de la joven cual si fuera una criminal?
La falta de respeto a los derechos humanos de los detenidos, por más culpables que sean de los delitos o faltas imputadas, debiera ser la norma de las corporaciones policiacas -y los medios de comunicación- es una tendencia que se fortaleció en el año transcurrido, cuyo momento cumbre lo representa la tragedia de los jóvenes normalistas de Ayotzinapa y las cada vez mayores evidencias de la participación de los cuerpos policiacos federales, estatales y de las fuerzas armadas, en un símil de lo ocurrido en Tlatlaya.
La acelerada degradación no sólo ocurre en lo social; las instituciones -las legales y las extralegales- sufrieron, también, un súbito desgaste. Las declaraciones de los presidentes municipales de Cocula e Iguala, acerca de que los mandos policiacos municipales estaban en manos de ex militares, recomendados por la Secretaría de la Defensa Nacional, pone el acento en un aspecto que hasta ahora creímos agotado en la década de los 80’s del siglo anterior.
Por desgracia no es así. Si existe voluntad para construir la senda de la democracia desarrollada a la que aspiramos, el papel de las fuerzas armadas deberá ser profundamente revisado.
Y si esa institución atraviesa por uno de sus peores momentos, el de la denominada institución presidencial no se quedó atrás; el episodio de la “Casa Blanca”, no es, como creen en los círculos oficiales, una cosa trivial que ya quedó atrás. No, es la prueba más palpable de la profunda corrupción, que ha invadido al mundo de los gobernantes hasta la médula.
No obstante el generalizado rechazo a tal corruptela, la presidencia de la república no ha efectuado maniobra alguna para remediarla. La impunidad ha desatado la ira de no pocos ciudadanos.
Airear, transparentar el ejercicio de los recursos públicos, demostrar que las riquezas propias, las personales, tienen un origen lícito será uno de los requisitos, esenciales, para que la clase gobernante adquiera mayores márgenes de credibilidad popular. 
No se trata solamente de la denuncia presentada en contra del Gobernador Duarte, sino de los numerosos casos de funcionarios (y sus familiares), de todos los niveles gubernamentales, sorprendidos en el goce de los excesos económicos. Y son de todos los partidos gobernantes.
La riqueza exhibida no guarda relación con su eficiencia en el ejercicio gubernamental. Por todos lados aparecen las evidencias de sus ineficiencia y conforme pasen los días y los meses se irán develando las relaciones de muchos de ellos con el crimen organizado, algo que el caso de Ayotzinapa dejó al descubierto palmariamente.
2014 será un año inolvidable, pero negativamente. 
En él parecía que la máquina del tiempo nos llevaba hacia atrás, en todos los aspectos, no sólo fueron las reformas regresivas aprobadas, que nos llevarán a los escenarios de los 30’s del siglo pasado en materia de energéticos, y aún peor, pues las finanzas públicas tienen una mayor dependencia del petróleo, justamente cuando el precio de éste sufre una de sus peores caídas, por lo que la tan cacaraqueada llegada de inversiones con la explotación de los hidrocarburos a partir del fracking habrá de tardarse pues los precios de extracción lo hacen incosteable.
No parece ser un buen año el próximo, cosa que choca con los deseos externados en estos días; pero una cosa son aquellos y otra la terca realidad, esa a la que nos enfrentamos diariamente y a la que, por desgracia, la abrumadora mayoría de nuestros compatriotas llega en absoluta desventaja.

Cambiar tal realidad debiera ser nuestro principal propósito.

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