sábado, 1 de octubre de 2016

¡El fin!

Aserto 158-septiembre de 2016
Luis Javier Valero Flores
Sin la parafernalia presente, con motivo de la presentación de los cuatro primeros informes de su gestión gubernamental, en la que el derroche y la grandilocuencia fueron rasgos centrales de los actos realizados posteriormente a la entrega del documento al Congreso del Estado, en los que la violación a la norma fue constante -como ocurrió en 5 informes de Patricio Martínez y en los presentados por Reyes Baeza- ya que en ellos el gobernador hablaba sobre la obra realizada a lo largo del año, y lo hacía al final de las intervenciones realizadas por los diputados, lo que está en contradicción con la ley.
Así, los gobernadores chihuahuenses, a partir de Francisco Barrio, entregaban el informe y ese día, o al siguiente, realizaban un acto “faraónico” en el que el único protagonista era el mandatario, cuyo discurso era el que se transmitía mediante una muy amplia red radiofónica y televisiva.
De ese modo se ahorraban las molestas y ríspidas críticas de la oposición y le daban a un severo revés a las pretensiones de hacer que rindan cuentas los gobernantes.
Por diversas razones, por segundo año consecutivo, el Gobernador César Duarte cumplió con la austera formalidad establecida para la entrega del Informe, en el caso de que no hiciera uso de la palabra. El año anterior, a causa de las condiciones médicas en que se encontraba, el Secretario General de Gobierno, Mario Trevizo, lo hizo en su nombre; el último, el VI, lo entregó personalmente “en un acto republicano”, diría al término del acto; en ambos, sin la parafernalia de los primeros de su gestión.
Lo hicieron en una de las formas que establece la ley, entregarlo sin darle lectura y sin hacer una intervención, para no dar pie a los discursos de los representantes de las fracciones parlamentarias.
En todas las ocasiones anteriores, a ciencia y pabilo de los legisladores de oposición habían violado esa reglamentación. En los dos últimos de su gestión no fue así. Incluso, aún al cierre de la presente edición no se había informado de la realización del algún acto gubernamental, como los efectuados en los años anteriores.
Las razones para optar por esta forma no fue dada a conocer por el mandatario, ni siquiera en la conferencia de prensa convocada al término de la entrega, pues se limitó a expresar unas cuantas palabras, sin dar margen a la presentación de preguntas por los reporteros.
Del mismo modo, aduciendo que podrían darse algunas agresiones, el gobierno estatal anunció que el gobernador Duarte no encabezaría el acto de conmemoración del Grito de Independencia.
Sin embargo, a ese anuncio no lo acompañó mayor información que sustentara tan desmesurada información, la que tiene como fundamento, quizá, el episodio anterior de la zacapela en los alrededores del Palacio de Gobierno.
A falta de información, solo se puede especular que, probablemente, decidió no abonar a la confrontación política existente, tanto en el acto protocolario del Congreso del Estado, como en el del 15 de septiembre, así como al riesgo inminente de abucheos en esa noche.
A diferencia de la entrega del primer informe, en el que la fracción de legisladores del PAN sí se esperó a saludarlo en el interior del recinto, en el VI los panistas no esperaron a felicitar al mandatario. En aquel iniciaba la gestión en la que ya sostenían algunas controversias. Ahora el rompimiento fue total. A pesar de ello, Duarte lanzó, en declaraciones posteriores, algunos lazos a la nueva administración corralista.
No es la única y tajante diferencia. Después de la entrega del I Informe, el gobernador Duarte encabezó un tumultuario evento en el Centro de Convenciones de la capital del estado, con una larguísima lista de invitados y una más extensa de medios de comunicación del centro del país, además de columnistas y directores de algunos de los más importantes del país.
Ahora, nada; la sombra de la derrota electoral y lo que representa, la más severa de las críticas que los ciudadanos pueden hacer a la obra de un gobernante, pesó inmensamente, carga que, irónicamente, la haría más llevadera para el ballezano, la intempestiva muerte del más grande cantautor, Juan Gabriel.
Pocos lo advirtieron, pero algunos episodios, de la incipiente administración duartista, daban cuenta de lo que sobrevendría.
Al término de la presentación del I Informe de César Duarte en el Congreso del Estado, los diputados del PAN se reunieron en el fondo del salón de sesiones. Duarte bajó del atril, recibió las felicitaciones de los diputados del PRI y de los otros partidos, vio de reojo a los diputados panistas, y caminó hacia ellos por el pasillo central, acompañado, apenas medio paso atrás, por Enrique Serrano, quien había recibido, en su calidad de Presidente de la Mesa Directiva del Congreso, el informe gubernamental.
Mientras caminaban, un asistente le entregó a Serrano un ejemplar de El Heraldo de Chihuahua de ese día.
Al llegar con los legisladores del PAN, Duarte los saludó y uno a uno, después de saludarse, aquellos se fueron retirando. Al final, otra vez, quedaron Duarte y Serrano solos; el gobernador empezó a caminar por el pasillo lateral y en ese trayecto, Serrano le mostró la última página de la primera sección del periódico; Duarte la vió, displicente, con un gesto y un ligero asentimiento de cabeza, la hizo a un lado.
En esa página, el Congreso del Estado felicitaba al gobernador César Duarte por la presentación del I Informe de Gobierno, el firmante era, solamente, Enrique Serrano, sin duda, uno de los amigos más cercanos al gobernante.
Al observar ese tipo de relación, entre el jefe del equipo gobernante y uno de sus subordinados, podría haberse llegado a la conclusión que el entonces diputado Serrano no tenía futuro en la administración de Duarte. Fue todo lo contrario, sería ungido candidato a senador, puesto que perdió a manos de Lilia Merodio debido a la cuota de género que debían cumplir las candidaturas al senado, lo sacrificaron.
A cambio, fue nombrado coordinador de la campaña de Enrique Peña Nieto en Chihuahua y candidato a senador suplente, en la fórmula plurinominal de Eduardo Romero Deschamps, el todopoderoso dirigente sindical de Pemex.
Lo siguiente sería historia, la alcaldía de Juárez, la candidatura al gobierno y la derrota a manos de Javier Corral.
Pero ese hecho ilustró, probablemente, uno de los principales rasgos de la administración del ballezano, no tuvo contrapesos en el ejercicio del poder. Los integrantes de su equipo no actuaron como tales, sino como subordinados, algunos de los cuales, tan temprano como en el primer trimestre del 2011, ante los análisis críticos que recibían solicitaban que se hablara con el mandatario y pudiera, así escuchar opiniones distintas a las del entorno más próximo a él.
Además, el PAN de la primera mitad del sexenio, sobre todo su fracción parlamentaria,  fue increíblemente obsecuente con el gobernante; prácticamente le aprobaron todo en el Congreso, hasta el extremo de justificar algunas de las cosas que luego serían criticadas acremente por los chihuahuenses.
No por casualidad dos de los diputados del PAN de esa primera mitad, Héctor Ortiz, coordinador del grupo, y Jaime Beltrán del Río, Secretario de la Comisión de Programación y Presupuesto del Congreso y que con esa calidad aprobaría prácticamente todos los endeudamientos solicitados por el gobierno del estado, luego sería alcalde de Delicias y candidato del PRD, en una clarísima confrontación con su partido y, sobre todo, con el candidato Corral.
Pero esas posturas permearon, todavía, en varios momentos del segundo trienio, incluida la negociación que le permitió al PAN -o a una parte de su dirigencia- acceder al nombramiento de dos de sus militantes como magistrados del Tribunal Superior de Justicia, como la mayoría de los que fueron nombrados en esa ocasión, sin méritos para acceder a esas posiciones.
De ese modo, el PAN no supo convertirse en el contrapeso necesario a un gobernante tan apabullante en el ejercicio del poder.
Y al interior del PRI, probablemente por esa característica propia de sus militantes, quizá hasta genética, las voces que llamaran a la reflexión, a la mesura en el accionar gubernamental, no existieron. Tampoco tuvo contrapeso interno, sus críticos se quejaban a sotto voce, discrepaban, pero hasta ahí.
Solamente en la parte final, ya en medio de la disputa por la candidatura a gobernador, el grupo de Delicias, jefaturado por los Baeza, discrepó abiertamente, luego de los continuos señalamientos del mandatario al ex gobernador Reyes Baeza y la oposición de Duarte a la designación de Marco Adán Quezada a la candidatura al gobierno.
Así, sin contrapesos, ni al interior, ni al exterior, la división de poderes, como nunca, fue una utopía, y el ejercicio del poder no tuvo cortapisas, solo esporádicamente algunas manifestaciones del descontento popular, generalmente desarticuladas, se hicieron presentes; la inconformidad y el rechazo se acumulaban, muchos ciudadanos se guardaban para el momento de hacerlas patentes.
En tanto, paulatinamente la desproporción entre los ingresos reales de la administración estatal, y los gastos, -muchos de ellos señalados como suntuarios, y otros muchos derivados de la decisión del gobernante de llevar al límite sus promesas de campaña- crecían y llevaban al límite el endeudamiento de las finanzas estatales, o dicho en otros términos, igualmente descriptivos, el aumento de los compromisos financieros, aspecto que hasta el fin de la administración duartista mantiene en vilo a la entidad.
Un tema retratará a su gestión, por encima de aspectos positivos de ella como el de la cobertura completa en educación media y el de la ampliación de la cobertura en materia de salud, así como el de llevar casi al cero los incidentes carcelarios, o el de disminuir sensiblemente el total de la incidencia delictiva, sin que se pueda echar a andar las campanas, a veces totalmente al contrario.
El asunto del transporte urbano en la capital, probablemente haya servido como detonante para incrementar la percepción negativa de la población del centro y del centro sur del estado hacia el gobierno de Duarte.
El Vive Bus es el fracaso de su gobierno y será la viva muestra del modo en que un gobierno no supo y no quiso vencer a los intereses enquistados en la prestación de ese servicio; no en balde las redes sociales se colapsaban parodiando su más famosa frase de la toma de posesión: “El poder se hizo para poder y no, para no poder”.
A pesar de todo, a contrapelo de las críticas, de las numerosas expresiones de descontento, el priismo chihuahuense creía que mantenía el control, que las fallas y deficiencias del gobierno no eran suficientes para efectuar cambios de fondo en la gestión gubernamental y el poder se concentraba en unos cuantos, los allegados a Duarte, lo que fue concitando, de a poco, el desazón y la molestia en no pocos priistas.
Tal sensación triunfalista -para los priistas y en particular para el grupo gobernante- fue confirmada por los resultados de la elección de mitad de sexenio, en 2013 y por la de los diputados federales, en 2015, en la que el PRI ganaría 8 de las 9 diputaciones.
Es un falso positivo, se le dijo, los chihuahuenses se las cobrarán en las elecciones que les interesan, las del 2016, y perderán la mayoría de las posiciones en el estado, en un abierto rechazo a la gestión del ballezano, y la derrota se le achacará al gobernante, lo que no faltará a la razón, opinó el escribiente cuando fue consultado.
No había espacio para la reflexión, ni para la autocrítica, y esa percepción, la de los gobernantes chihuahuenses, permeó a nivel central, a grado tal que el grupo gobernante -el local y el federal- creyó que en todos los escenarios posibles, con cualquier candidato, podían ganar las elecciones, no les preocupaba, ni siquiera, en esos momentos, la denuncia presentada por Jaime García Chávez en contra del gobernador Duarte, que originara la, quizá, frase más recordada de Duarte: “A lo macho que no me fijé (que firmó un documento de 65 millones de pesos)”.
Todo cambió en cuanto Javier Corral se sumó a la denuncia de García; la convirtió en un asunto nacional, la llevaría al senado de la república y lo haría crecer en las encuestas realizadas por las dirigencias nacionales del PRI y del PAN. El antagonismo de Duarte-Corral se convertiría en el tema obligado de los chihuahuenses.
Nadie, en el partido en el poder, creyó que podían cambiar las cosas tan drásticamente. La candidatura de Corral haría ganar al PAN, a pesar de las posturas, en la mayor parte del sexenio, de este partido y se convirtió en el pararrayos de la inconformidad social.
Por todo lo anterior, sorprendió la conducta del gobernador Duarte en la entrega de su VI Informe. En primer lugar, el grupo hegemónico en la diputación priista designó a Eloy García Tarín -el hombre más cercano a Marco Adán Quezada, el antagonista interno más visible de Duarte- como presidente de la mesa directiva del Congreso del Estado, por lo que en ese carácter recibió el informe.
Al mismo tiempo, la decisión de no tensar más la situación política y no enviar mensaje alguno desde la tribuna parlamentaria -cosa que podía hacer, casi sin problemas pues el control sobre la inmensa mayoría de los legisladores es total- y atenerse ¡Por fin! a lo estipulado en la ley, sin duda que fue un mensaje directísimo al nuevo grupo gobernante, la distensión, aparentemente.   
Y luego, sus declaraciones, en una rueda de prensa en la que no se permitieron preguntas, al comprometerse a  “ratificar la mano abierta, las puertas abiertas, para que la transición del estado, independientemente de puntos de vista y opiniones que se tengan, presentes y futuras, estén a un lado del valor superior que tenemos que guardar los chihuahuenses, que Chihuahua requiere para seguir consolidando un mejor futuro”.
Pero, tanto en las brevísimas palabras dirigidas a la prensa, como en los spots transmitidos en los medios de comunicación, se encontraban presentes los giros de la confrontación.
En el mensaje con los medios ratificó lo que había sido uno de los temas preferentes, de él y de Enrique Serrano (éste en la campaña) de que no permitirán que se pierdan los avances en materia de seguridad -en caso de entregársele, decía el candidato en campaña, a alguien sin experiencia-, al ratificar, dijo, “nuestra apertura y solución que tiene el estado y que requiere la atención en seguridad, condiciones financieras y climáticas de una revisión para prevenir riesgos que la población pueda tener”.
Actitud presente, también, en la parte final de sus mensajes electrónicos cuando al solicitar disculpas, por la comisión de errores, dice que “Esos errores se magnificaron para tratar de regatear y opacar el esfuerzo de todos los chihuahuenses y no lo podemos permitir. Es un patrimonio de todos”. 
Sin embargo, le deseó éxito a “la próxima administración”, no sin avisarle que  “siempre estaré atento al mejor futuro de Chihuahua”.
Pero al mismo tiempo, en un sorprendente giro, anunció su disposición a dialogar con la nueva administración: "Este comentario lo quiero puntualizar y que sea esa la expresión del gobernador en la sede del Congreso, en el único interés de construir las soluciones y el futuro de Chihuahua, el diálogo, el acuerdo con las autoridades que asuman al estado en el marco de la ley”.
Casi simultáneamente, el Congreso anunció la realización de un período extraordinario de sesiones para tratar de aprobar cientos de cuentas públicas de los entes gubernamentales, en lo que es la prueba más palpable del evidente desprecio del grupo gobernante por la transparencia y la rendición de cuentas.
Entre ellas se encuentran las cuentas públicas de Chihuahua y Juárez de los ejercicios fiscales del 2013, que se encuentran en poder del Congreso del Estado desde 2014 y congeladas para mantenerlas como espada de Damocles a los ex alcaldes Quezada y Héctor Murguía, a la sazón poderosos aspirantes a la candidatura gubernamental.
Además, como si fuera el colofón a su gobierno, a 30 días de entregar el poder, la empresa calificadora Fitch Ratings le otorgó “una nota de perspectiva negativa a las finanzas del Gobierno del Estado, debido al incremento de su deuda, al elevado gasto operativo y al recurrente uso de créditos de corto plazo para atender problemas de liquidez”. (Nota de Alejandro Salmón, ahoramismo.mx,  2/IX/16).
Por si fuera poco, anunció que los problemas de liquidez continuarán durante  el resto del año y en todo el 2017.
Una cifra, la de los homicidios ocurridos en el sexenio, que supera a los acaecidos en el sexenio anterior, el de Reyes Baeza, (10,235 homicidios durante la actual gestión, a falta de dos meses, contra 9,928 de todo el período de José Reyes Baeza) pondrá a temblar el optimismo de los que se van, en uno de los aspectos que más presumieron -la obtención de la seguridad pública- muestra claras cifras negativas.

Se abre, así, el período del balance integral al gobierno de César Duarte.

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