jueves, 31 de diciembre de 2015

¿Igual que antes?

Aserto 149-Diciembre 2015
Editorial
El cierre del año 2015 nos deja un sinnúmero de contradicciones, especialmente para quienes menos protecciones o seguridades sociales tienen. Para el resto mayoritario de la población no son menores.
Recuperados dos de los aspectos que más inciden en la vida de los chihuahuenses, el de la seguridad pública y los niveles de empleo, nos arrojan, de frente, sin memoria, al pasado previo al de la masacre, de cuyas consecuencias aún no nos libramos.
Al decir recuperados esos dos aspectos nos remitimos al año 2007 y, quizá, mejor, al 2006. Es como si hubiéramos perdido casi una década, en todos los aspectos.
La actual administración estatal se ufana de haber contribuido decisivamente a ello. 
Probablemente sí tenga razón, no deberíamos quitarle méritos, pero resulta excesivo atribuirle todo lo bueno que ha ocurrido en la entidad y dejar de lado, como antes lo fue, en el agravamiento de esos dos aspectos de la vida estatal, los factores externos, es decir, que el mercado mundial de las drogas, la situación  económica mundial y la inmensa dependencia de la economía chihuahuenses a la de los Estados Unidos, influyeron grandemente, tanto en el agravamiento de la inseguridad pública y la crisis económica del 2008-2011, como ahora en la recuperación de algunos de los estándares del “Estado Grande”.
En el caso de la economía acaso es más evidente la dependencia de la economía chihuahuense respecto de la norteamericana, pero ocurre igual con la recuperación de los niveles de seguridad pública. No los perdimos a causa de fenómenos estrictamente locales, ni tampoco los estamos recuperando, exclusivamente, a partir de las políticas estatales de seguridad pública. Como en ninguna otra entidad del país, este aspecto está íntimamente ligado al mercado mundial de fármacos y estupefacientes, con la cauda delictiva y de violencia que traen aparejados.
El problema es que, en materia económica, nos hemos retrotraído al año 2006, a pesar del enorme volumen de empleos recuperados y de los niveles de inversión extranjera, en ambos casos en los primeros lugares nacionales. 
El número de empleos formales (alrededor de 790 mil) es el mayor número de empleos en la historia de Chihuahua, pero es inferior al número de jóvenes que ingresaron a la edad productiva, pues los empleos existentes en el año 2000 eran 710 mil, en década y media apenas se crearon 80 mil empleos nuevos, muy por debajo del número de jóvenes que ingresaron a la edad productiva.
Pero hay un problema mayor: Ocupamos el último lugar nacional por el monto de los salarios devengados, son los más bajos del país.
Del mismo modo, el número de homicidios cometidos en el año 2014, o en lo que va del 2015, superan al de 2007. Lo mismo ocurre con otras cifras delictivas.
En otras palabras, nos encontramos, en seguridad pública y materia económica, en condiciones semejantes a aquel período; incluso peor, pues ahora arrastramos la pérdida de más de 25 mil jóvenes y la degradación social es todavía mayor a la previa.
Más aún, y no son asuntos menores, ahora tenemos a una generación de chihuahuenses que crecieron en medio de la violencia, las balas, los secuestros y las desapariciones y, por otro lado, la guerra entre las bandas criminales y las ejecuciones extralegales acabaron con las cadenas de mando de los cárteles del narcotráfico y dejaron abierta la vía para que asumieran la dirección quienes hasta entonces sólo eran ejecutores de tareas y personas, de ahí lo salvaje de la confrontación.

Es decir, hoy tenemos las mismas circunstancias, o muy parecidas, a las de aquellos años: Salarios bajos, escasa atención institucional a la juventud y niñez, empleos prácticamente sólo en la industria maquiladora y aún están por verse las consecuencias, ojalá sean favorables, de la cobertura universal en educación media superior.

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