lunes, 29 de julio de 2013

Se consolida el PRI

Aserto No. 120, 28 de julio de 2013 Luis Javier Valero Flores Las elecciones del primer domingo de julio mostraron la consolidación de dos fenómenos. Uno, el del abstencionismo y, dos, la del PRI como fuerza hegemónica en Chihuahua. Durante toda la noche de ese día y hasta la madrugada, el PREP mantuvo congelada una cifra, en todas las elecciones, la de la participación electoral, ubicada en el 35.98%. Dos días después, el presidente del IEE, Fernando Herrera, anunció que rebasaría el 40%, con lo que se significaría como la elección intermedia “más copiosa en la historia de Chihuahua”. Décimas más o menos, el hecho cardinal es que 4 de cada 10 ciudadanos no acudieron a votar. Las razones son muchas, variadas y complejas, pero una podría abarcarlas a todas: La crisis del actual régimen político y su sistema de partidos, la crisis de las instituciones, pues. El paso del régimen del partido casi único, bajo la conducción del PRI durante décadas, al de la alternancia y de la plena competencia electoral no sirvió para mejorar la calidad de vida de la mayoría de los mexicanos; eso, y el insultante crecimiento de los privilegios de la clase política, con su perversa desideologización, en la que da lo mismo ser candidato de uno y otro partido, o de aliarse con uno y con otro, ha logrado permear en la población: No importan los partidos, sólo la lucha individual por escalar posiciones, mantenerse el poder. Tales mensajes han calado hondo, la consecuencia es lógica, un cada vez mayor número de ciudadanos permanecen ajenos a las luchas político-electorales, con lo cual crece el “voto duro”, es decir, los beneficiarios, o que se creen, del ejercicio gubernamental de su partido. Quedan, por supuesto, los simpatizantes y militantes de convicción, por desgracia van a la baja en cada elección. De cualquier manera, un poco más de 1 millón de chihuahuenses acudieron a las urnas. Ellos decidieron. Crece la hegemonía priista Así, por segundo trienio consecutivo el PRI permanecerá en el poder en las dos principales ciudades de la entidad, gobernará a la mayoría de los chihuahuenses pues sus candidatos a las alcaldías triunfaron en 50 municipios, en uno, en alianza con varios partidos. Sus derrotas son dolorosas. El PAN repitió en Delicias y triunfó sorpresivamente en Cuauhtémoc, en ambos casos, contundentemente. Pero esas derrotas las amaina el hecho de que el PAN pasó de 24 alcaldías (una de ellas en coalición con el PRD, Carichí, hoy recuperada por el PRI), a 15 en esta elección, después de perder en municipios emblemáticos como Camargo, Jiménez y Ojinaga, además de que los priistas gobernarán nuevamente en Guachochi. El PRI se convierte en el partido mayoritario en el Congreso, por séptima ocasión consecutiva, aunque ahora sólo 16 militantes de este partido serán diputados merced a haber ganado ese número de distritos, pero en realidad triunfaron en 18 distritos pues el candidato triunfador en Camargo es del Panal, fruto de la alianza con ese partido y el del distrito de Nuevo Casas Grandes milita en el PRD pues ahí fueron en candidatura común. Sorpresivamente, ganaron los 8 distritos de Juárez, pero a cambio perdieron en Cuauhtémoc, Delicias y los distritos capitalinos del XVII y XIX, derrotas inesperadas en Cuauhtémoc y el XIX, no así en los otros dos, de alguna manera dentro de los cálculos realizados. El hartazgo podría ser la explicación de las derrotas de Israel Beltrán, el dos veces alcalde cuauhtemense, y en la de Mónica Morales, hija de la lideresa moral del sindicato de trabajadores del gobierno estatal, Xóchitl Reyes Castro. Por otro lado, la aparición de Maru Campos, en el XVII, ayudó a recuperar parte del electorado panista de un distrito que a pesar de todo mantiene sus preferencias electorales, en tanto que en Delicias pareciera que la mayoría de los ciudadanos valoraron bien la gestión del panista Mario Mata. De acuerdo con los resultados del PREP, todos los partidos obtuvieron votaciones superiores al 2% de la votación, por lo que todos tendrán representación en el Congreso. Más aún, como resultado de los convenios de coalición de los distintos partidos con el PRI, el Panal podrá alcanzar poco más del 13% de la votación; el Verde el 9.33, porcentaje similar al del PT, 9.29; en cambio, el PRD casi llegará al 4% y Movimiento Ciudadano rebasará el 2.5%. A su vez, el PAN será el partido con mayor porcentaje -casi 37%- y el PRI apenas rebasará el 17%. Si bien el reparto de diputados no será semejante a los porcentajes de votación asignados por los convenios electorales, la distribución de las prerrogativas sí lo serán. Y no solo las del dinero, también las de los tiempos en radio y televisión. Fruto de la soberbia con la que afrontaron el proceso electoral, los priistas no presentaron lista de candidatos plurinominales. Creyeron que triunfarían en por lo menos 20 distritos, razón que les impediría participar en el reparto de tales diputados, como había sucedido constantemente en las elecciones anteriores, y se quedaron, por lo menos, sin un diputado que entraría por esa vía, razón que le permitió al PAN acceder al tercer diputado plurinominal. De no suceder algún imprevisto mayor, la distribución de los diputados plurinominales sería de la siguiente manera: 1 diputado a cada uno de los partidos en la primera ronda -la del 2% de la votación- por lo que se asignarían los primeros 6 diputados, de los 11 por esta vía. En la segunda ronda, la de los partidos que hubiesen obtenido por lo menos el 7%, participarían el PAN, Panal, Verde y PT, -y que recibirían los candidatos perdedores de estos partidos con el mayor porcentaje obtenido en los distritos- lo que dejaría solamente un diputado por asignar en la tercera ronda, la de los partidos que hubiesen obtenido por lo menos el 10%, lo que dejaría la disputa entre el PAN y el Panal por el diputado plurinominal número 11, que recaería en el número 2 de las listas presentadas por cada partido, que muy seguramente se le asignaría al PAN. Así, por primera ocasión desde la reforma electoral del 1997, todos los partidos registrados tendrán representación en el Congreso del Estado, cuya 64a. Legislatura quedaría integrada por los 16 del PRI, 7 del PAN, 3 del Panal, 2 del Verde, 2 del PT, 1 del PRD y 1 de Movimiento Ciudadano. A pesar de todo, la mayoría no estará en riesgo para el PRI. Nada nos lleva a pensar que habrá, entre los nuevos diputados de los partidos coaligados, alguno que piense, siquiera, en la independencia de ese poder frente al titular del Poder Ejecutivo, todo lo contrario. De este modo, el PRI gobernará -salvo algunos pequeños cambios- a 50 o 52 municipios en la entidad, en los que se concentra poco más del 90% de la población total con lo que se consolida su hegemonía pues el PAN sólo gobernará a dos municipios de mayor población -Cuauhtémoc y Delicias-, ya que perdió Jiménez, Camargo, Ojinaga y Guachochi. Crisis del sistema de partidos La elección del domingo seguramente dejó infinidad de lecturas. La primera podría ser, de manera simplista, que la ciudadanía evaluó bien la administración de César Duarte; otra, que el PAN obtuvo avances importantes; una más, que a pesar de todo, una parte importante sigue confiando en los procesos electorales -y, por consiguiente, en el actual sistema de partidos- y una más podría ser que la mayoría de la ciudadanía repudia a todos los procesos electorales y que, militantemente, decide no ir a votar. Sin duda que todas son correctas, parcialmente, pero seguramente la más cercana a la realidad -y por tanto más inquietante- es la de que a la mayor parte de la sociedad no le importa, de manera esencial, la política; no sólo porque la repudie, sino porque ignora su importancia, por apatía o por falta de cultura política. Si hubiera que buscarse una razón, y unos responsables, para explicar los elevados grados de abstencionismo, esa la encontraríamos en el modelo político vigente, al que nuestra clase política le ha añadido importantísimos factores locales y nacionales. De ahí que, a pesar del perfeccionamiento del modelo electoral, de la más amplia difusión y de la consolidación de los procesos electorales, sigamos manteniendo los mismos porcentajes de participación electoral, quizá porque algunas de las más negativas prácticas político-electorales se mantengan incólumes, en especial la de la encubierta compra del voto, a través de la entrega de una variedad inmensa de artículos y la de una intensísima movilización de los trabajadores gubernamentales. Califican a los gobernantes El carro completo en Juárez a favor del PRI será un factor que llevarán a la alza los bonos “pro-gubernatura” del alcalde Héctor Murguía pues, por lo menos de los municipios mayores, el candidato priista, Enrique Serrano, alcanzó el diferencial más alto. No sucedió igual en la capital. Sin duda que la tardanza en la culminación de las obras en el centro de la ciudad, especialmente las relacionadas con el Vive Bus, que para muchos ciudadanos era el vivo reflejo de la actual administración estatal, lo que capitalizó las simpatías electorales en favor del PAN, que se reflejaron, no solo en la votación alcanzada por el candidato a la alcaldía, Miguel Riggs, sino en las derrotas priistas en dos de los cinco distritos capitalinos. Por otro lado, las altas votaciones alcanzadas por los candidatos panistas, en comparación con las diversas encuestas realizadas -con la excepción de las efectuadas por El Diario de Juárez, que otorgaron una ventaja de 15 puntos al priista Serrano, diferencia que sí apareció en el PREP-, reflejan el grado de rechazo hacia el gobierno de César Duarte. No es menor. Otro aspecto destacado es que, a pesar de todo, los electores panistas, a pesar de su partido y sus candidatos, fueron superiores a ellos y buscaron la alternancia, quizá no tanto porque votaran por sus propuestas y candidatos, sino porque no había otra opción para votar en contra de la actual administración estatal. Quizá como en muy pocas ocasiones, lo ocurrido en los 35 días de la campaña electoral mostró las deficiencias del modelo electoral vigente, obsoleto a la luz de las necesidades de una sociedad que accedió a novísimas formas de comunicación, que no necesariamente implican una mayor calidad en la información. Nada justificará que los ciudadanos no acudan a votar; es, para algunos, prueba de la profundidad del atraso político en que nos encontramos pues no se puede partir de la idea de que los partidos son malos, todos, y, por tanto, alejarse de los procesos electorales; aspecto importante, pero al fin y al cabo sólo una parte de la vida política a la que tanto, tantos, repudian, sin caer en la cuenta que esa debería ser la actividad principal de todos los ciudadanos pues se trata de la administración de la casa común. Pero cuesta trabajo, para la mayoría de los ciudadanos, entender por qué no se refleja en el mejoramiento de sus estándares de vida la llegada de la plena competencia electoral, de los procesos electorales infinitamente mejores a los de dos décadas atrás, de la democracia electoral, como argumentan los políticos ¿Por qué, si ahora se respeta el voto y hay más partidos políticos, por qué las cosas no mejoran en la proporción que prometen? Deficiencia central de los procesos electorales es el modelo de comunicación social empleado. Ya en la elección presidencial del 2006 se advirtió el hartazgo de una parte de la sociedad hacia la spotización de las campañas electorales. Tal modelo es el vigente en todo el país. En lugar de sustituirlo por el otorgamiento de tiempos a partidos y candidatos, para la presentación de sus propuestas, para la celebración de paneles de candidatos y dirigentes y de la realización de debates. Dos de los debates realizados en la campaña se convirtieron en emblemáticos; uno, por la evidencia de todo lo malo de nuestro modelo electoral y el otro porque nos permitió atisbar a las ventajas de la urgente modernización de los procesos electorales. En primer lugar, el debate de los candidatos a la alcaldía de Juárez fue el compendio de todo lo malo; mostró la subordinación de los órganos electorales -y por extensión del Estado mexicano- a los intereses de los concesionarios de radio y televisión. La legislación deja al arbitrio de estos empresarios la posibilidad de que transmitan, o no, los debates organizados por los órganos electorales. En ese debate se llegó al inaudito extremo de que se realizó con la presentación de cortes comerciales de hasta 5 minutos y medio. Lo anterior, sin tomar en cuenta el formato en el cual a uno le preguntaban una cosa, al otro, otra y así interminablemente. De ahí que el debate entre los candidatos a diputados, celebrado en Chihuahua capital, -el otro extremo emblemático- se convirtiera en una especie de bálsamo (para quienes tuvimos oportunidad de presenciarlo pues casi fue clandestino) ya que a todos los participantes les hicieron las mismas preguntas a lo largo de todo el debate, que por esa razón sí se convirtió en un verdadero debate. Esa característica mostró a plenitud la carencia de recursos de la mayoría de los candidatos, no solo de este proceso electoral, y evidenció el atraso político de las estructuras partidarias que, por otro lado, mostraron su elevada dependencia de la estructura gubernamental y sus programas sociales, así como la alta permisividad para movilizar empleados y funcionarios en aras del cumplimiento de tareas político electorales. Urgente reforma electoral Pero si hubiese una reforma electoral a realizar, esa es la referente al modo en que deben aparecer los logotipos de los partidos integrantes de una coalición. El ciudadano debe tener el derecho, no sólo a elegir al candidato de su preferencia, sino también al partido que pretende mantener vigente, porque, con su voto, de manera directa determina qué partidos deben recibir las prerrogativas señaladas por la legislación electoral. Así, los ciudadanos no sólo eligen a los candidatos, también determinan el alcance de los recursos económicos que se les deben entregar a los partidos y, además, el número de diputados que deben alcanzar en el Congreso del Estado. Por ello, es impostergable cambiar la actual reforma que le deja a las cúpulas partidarias decidir de qué modo se reparten los votos y, por tanto, el número de diputados y monto de prerrogativas de cada partido coaligado, en lugar de que sean los ciudadanos, con sus votos, los que lo determinen. Del mismo modo, en aras de modernizar el modelo electoral, deberá establecerse la obligatoriedad de radiodifundir y televisar masivamente los debates, con el formato de auténtico debate y otorgarle, de este modo, la máxima jerarquía que deberá poseer el órgano electoral en el control de los tiempos del Estado en los medios de comunicación. Pero reformas de tal grado estarán, por lo menos en Chihuahua, a merced de la voluntad del priismo ¿Estarán de acuerdo en ellas? Difícilmente, por lo menos en el papel irían en el sentido de quitarle el tufo patrimonialista a todo el quehacer electoral de los partidos, rasgo que, finalmente, es el prevaleciente en la elección recién terminada y que, por desgracia, es el común denominador de las realizadas en casi medio país. Futurismo Imposible hacer proyecciones políticas al futuro inmediato de Chihuahua. Aunque no aparezcan en las boletas electorales, los gobernantes y sus administraciones son evaluadas en las personas de los candidatos de sus partidos. Podría ufanarse César Duarte de haber librado la aduana de medio sexenio, pero para ello debió echar mano de todos sus recursos para levantar una coalición de todos contra el PAN. Y a pesar de ello, este partido dio la pelea, salió del despeñadero de las derrotas a lo largo del sexenio de Calderón. Probablemente, con un mejor candidato en la capital del estado, y en la mayoría de los distritos de Chihuahua y Juárez pudiera haber obtenido mejores resultados. Si estas deducciones fueran ciertas, querrá decir que existe un porcentaje elevado, del electorado que reprueba a la actual administración estatal, y en el caso de la capital, también a la municipal, encabezada por Marco Adán Quezada. No sucedería así en el caso de Juárez. Héctor “Teto” Murguía sería el victorioso pleno de la elección. Así como podemos concluir que el PRI se consolida como fuerza hegemónica en el estado, también concluiremos que el electorado panista de la ciudad de Chihuahua se ha consolidado, bastará con la aparición de un candidato que atraiga a una parte importante de los electores no identificados con partido alguno para que la competencia se vuelva a resolver por diferencia de algunos cientos de votos, entre los partidos que se disputan a un electorado conservador, rasgo en el que habremos de reflexionar seriamente. Y como no se puede dejar de hacer futurismo, ya están en la palestra los protagonistas de donde saldrán los abanderados para la elección del 2016, enfilados a sustituir al gobernador Duarte. No son los únicos, pero deberán tomarse muy en cuenta. En primer lugar los ganadores de Chihuahua y Juárez, Javier Garfio y Enrique Serrano; no tan atrás los bien calificados, Mario Mata, alcalde de Delicias (quizá el que apareciera como el más adelantado y prácticamente única opción del PAN) y Teto Murguía, de Juárez. No perdió, pero le achacarán las derrotas de Daniela Garza, en el XVII, y de Mónica Morales, en el XIX, así como que en la elección de senadores del año pasado perdieran los priistas en el municipio de Chihuahua. A esa lista deberán agregarse a los legisladores federales, Javier Corral, del PAN, y a Graciela Ortiz, del PRI. No está tan lejos el 2016.

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