domingo, 17 de mayo de 2015

Vive Bus, el eterno problema

Editorial, Aserto No. 142, Mayo de 2015
No ha transcurrido aún el mes de la asunción del nuevo funcionario encargado del Vive Bus, Salvador Ruvalcaba, cuando ya el verdadero dirigente de los concesionarios y los choferes de la Coordinadora de Transporte Colectivo (CTC), la empresa concesionaria de este servicio en la capital de Chihuahua, el líder de la CTM en el estado, Doroteo Zapata, volvió a esgrimir el reclamo de toda la vida de los concesionarios del transporte urbano: Aumento de tarifa.
No hay lugar a la duda, así lo dijo: “… para que funcione (el Vive Bus) plenamente necesita nueva tarifa”. (Nota de Juan Fierro, www.tiempo.com.mx, 27/IV/15).
Los argumentos son los de siempre: Aumento de insumos, de combustible, de salarios, etc.; con el agravante, afirmó, que la no elevación de la tarifa ha generado “un bache financiero” a la nueva empresa.
Más explícito, se lanzó en contra del esquema de la tarifa vigente (la de 6-2-0), que no permite “alcanzar la eficiencia”. (Nota de Manuel Quezada, 28/IV/15).
Exhibida la ineficacia de los concesionarios para otorgar un servicio eficiente a la ciudad, tanto en el viejo esquema, como en el actual, bajo la forma del sistema de transporte Vive Bus, y ante la creciente postura de numerosos protagonistas sociales y políticos para que el Estado asuma la titularidad del total del transporte, Zapata expuso su rechazo a tal medida.
Mediante un amparo concedido por la justicia federal, la CTC sigue prestando el servicio en la ruta troncal, luego que el gobierno estatal intentara hacerlo mediante un procedimiento a todas luces ilegal.
Contra todas las creencias, y a pesar del tiempo transcurrido, quizá por el hartazgo social, pero la calidad del servicio sigue siendo pésima. Los vicios de la ruta troncal no han cambiado, las unidades, en las horas de mayor demanda, son insuficientes y las rutas alimentadoras simplemente han perpetuado las anomalías denunciadas hasta la saciedad por los usuarios.
Por desgracia -y quizá porque no hay un hilo conductor y por la falta de un  mejor entramado social- la mayoría de los usuarios optan por la actitud del dejar hacer-dejar pasar (si al fin y al cabo no pasa nada) y sólo cuando la deficiencia del servicio afecta a usuarios de una misma zona, lo que permite una mayor cohesión social, es cuando se han presentado las inconformidades ante un servicio de transporte pésimo.
Sin embargo, existe un factor que probablemente no hayan sopesado bien quienes dirigen la administración estatal. El distrito 08 es el que contiene el más alto porcentaje de electores que son, al mismo tiempo, usuarios del transporte urbano ¿Habrán medido tal factor?
Más aún ¿Será un factor que incida en el ánimo de los electores o el peso de los programas sociales se acrecentará para equilibrar el indudable enojo popular al transporte urbano?
Llama la atención que a pesar de que el mal funcionamiento del Vive Bus es uno de los factores que más contribuyeron a la pérdida de popularidad del Gobernador César Duarte, su administración no haya realizado acción alguna que le permitiera superarlo y que ahora, en pleno proceso electoral, el líder sindical más repudiado salga a anunciar que su pretensión es elevar la tarifa del transporte.
Independientemente de los avatares electorales, la prestación del servicio de transporte urbano no admite demoras, ni arreglos cupulares entre gobernantes y líderes sindicales para perpetuar las prebendas de los últimos, tantas, que les permiten dictarle al poder público la senda a seguir y le marca los tiempos y ritmos de la prestación de un servicio, vital para una sociedad moderna y aún más para una urbe que no puede postergar la puesta en marcha de un servicio de transporte urbano ágil, eficiente, limpio y ecológicamente sustentable.
Las señales de alerta están por todos lados. 

La capital del Estado Grande es la segunda ciudad con el porcentaje más alto de vehículos por habitante, sólo por debajo de la ciudad de México; seguramente en estos momentos debe ocupar el primer lugar en la presentación de cuadros de alergia, causados no sólo por los gases de los vehículos y las sustancias generadas por la industria maquiladora, sino también por las características propias del semidesierto en que nos tocó vivir.

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