domingo, 4 de julio de 2010

Referéndum

El Diario, 4 de julio de 2010
Luis Javier Valero Flores
Con un fuerte abrazo y plena solidaridad a toda la familia Hernández Alderete, ante el fallecimiento de la Sra. Elodia Alderete de Hernández.
Nadie lo pensó así, pero las acciones de Felipe Calderón, su protagonismo electoral y su desmedida participación en la vida interna del PAN; los resultados de su gobierno, la confrontación con el PRI, el empeoramiento de la seguridad pública y el agravamiento de la crisis económica, además de celebrarse por primera ocasión tantas elecciones locales (en 12 entidades el mismo día, y que en total de las del año abarcan a casi la mitad del electorado nacional –45% del padrón–, fueron llevando poco a poco a la conformación de lo que puede denominarse como un referéndum sobre el gobierno federal.
Sería el tercero que, por la vía de los hechos, se celebra en el país. Expliquémoslo. No se trata, por supuesto, de un referéndum legal, formal, pero sí, acaso uno más real, el que es capaz de efectuar la sociedad mexicana en las urnas para elegir gobernantes. El primero se efectuó en la elección presidencial del 2000. Ese año, la mayoría de los mexicanos decidió terminar con los gobiernos nacionales emanados del PRI, en eso consistió, finalmente, el eje de la propuesta de Vicente Fox. Prometió acabar con las alimañas, las tepocatas y las víboras prietas. La mayoría del electorado –relativamente– le creyó y con la votación alcanzada por Cuauhtémoc Cárdenas, el PRI se encontró con que se había convertido en la minoría política.
Seis años después, ante la cercana posibilidad de que la izquierda accediera al poder, las otras fuerzas, las políticas y las fácticas, convocaron a una especie de referéndum acerca de tal posibilidad y hete que la mayoría de los electores del PRI, antes que entregarle su voto a López Obrador, lo hicieron con Felipe Calderón. Por esa razón éste y AMLO se dividieron los triunfos estatales, cada uno la mitad y ninguno para Roberto Madrazo.
Pero la desgracia alcanzó a Calderón. A la mitad de su sexenio la mayoría resolvió no entregarle su voto al partido del gobierno. Ahora, a casi dos años del término de su mandato acude a un referéndum adelantado, por eso la mayoría de las encuestas efectuadas en todo el país muestran una marcada tendencia, en la que existen diferencias, fruto de las distintas realidades, pero por encima de ellas se asoma una característica, aparentemente nacional.
Y es que, contra todos los discursos gubernamentales y de sus candidatos, los dos principales flagelos abatidos hoy sobre nosotros, la inseguridad pública y la crisis económica obedecen a una innegable realidad nacional y con el asesinato de Rodolfo Torre Cantú, el candidato del PRI al gobierno de Tamaulipas, adquirieron connotaciones de una verdadera crisis política.
No de otra manera se le puede denominar al severísimo discurso pronunciado por la presidenta nacional del PRI, Beatriz Paredes, y las insensatas respuestas de la administración federal llamando a un diálogo en el que no cree nadie, y menos con las muy negativas señales enviadas por la administración al anunciar, a tres días de las elecciones, una serie de hechos presumiblemente positivos de la economía nacional, como el de que se crearon 500 mil empleos, o la insensible invasión de secretarios de Estado a Juárez, para efectuar “un balance del avance de los programas federales del ‘Todos somos Juárez”.
Así, el país se apresta a presenciar la elección de 12 gobernadores, en lo que parece ser una especie de ensayo (ojalá así fuera) a la celebración de un día nacional de elecciones locales, como alguna vez se ha propuesto desde aquí, es decir, que en lugar de distintas fechas de elecciones locales, y en lugar de empatarlas con las federales, existiera un día nacional de elecciones locales, distinto al de las federales, quizá hasta en el mismo año y así, durante tres años el país no estaría envuelto en fechas electorales.
Pero más allá de tales especulaciones, la elección de hoy reviste características particulares pues se celebra en un entorno verdaderamente adverso, no sólo por la inseguridad y la inquietante realidad económica, sino por el grado creciente de rispidez entre los principales actores políticos y porque la mayoría de la población mantiene un escepticismo mayúsculo sobre toda la clase política y ésta poco hace para cambiar tan creciente percepción.
Tres aspectos, todos negativos, destacan de las campañas recién terminadas: El fortalecimiento del bipartidismo en Chihuahua; el olvido de la agenda de la transición de los candidatos de los dos partidos más fuertes en Chihuahua, y la desmedida participación de los empresarios en el financiamiento de las campañas.
¿Dónde quedó el compromiso de desmantelar las estructuras del viejo régimen, existente hasta el año 2000? ¿Dónde, el del más amplio respeto a la vida sindical y el abandono de las prácticas corporativas del pasado?
Todas esas suenan ahora como simples frases vacías, pero en la pérdida de tales objetivos la sociedad mexicana salió perjudicada y así vemos que los principales partidos se apoyan en sus campañas con lo peor de las cúpulas sindicales para ser favorecidos –así lo esperan– con el voto de los sindicalizados, presionados por sus dirigentes.
Y lo hacen prácticamente todos los partidos.
Ni que agregar acerca del financiamiento privado de las campañas. Es el momento de discutir la continuidad de tal regulación o, si por el contrario, optamos solamente por el financiamiento público de las campañas y los partidos. La injerencia de los más poderosos empresarios en la conducción y realización de las campañas es un enorme obstáculo para la democratización del país.
Y nada de que lo hacen de manera desinteresada, al contrario, mientras más poderoso, más beneficiario resulta de las políticas públicas.
Ante panorama tan adverso para el desarrollo de la vida democrática, quizá lo lógico sería llamar a no votar. Ese es el único acto a la mano del ciudadano para medio incidir en la vida pública, no tenemos más instrumentos que ese.
Al contrario del discurso de la mayoría de los candidatos y partidos políticos, que hablan, ante la actual situación, de fortalecer los valores morales de la familia, de fortalecer a la familia, de recuperar los valores, es momento de que se imponga la visión societaria, ciudadana, popular y comunitaria de cómo podemos salir airosos ante situación tan adversa.
La respuesta social va más allá del ámbito estrictamente familiar, la superación de la actual crisis se dará solamente si la sociedad cambia, si la impunidad y el crimen organizado permeó en la sociedad, ésta es la que puede iniciar su propia reconstrucción. Para tal tarea, por supuesto, deberemos contar con las autoridades adecuadas, con la voluntad de no formar parte del círculo de la impunidad.
A esa inveterada vena le apuesta el presidente del IEE, Fernando Herrera, cuando dice esperar que aumenten las cifras de participación electoral, a pesar de que todos los pronósticos apuntan en sentido contrario. Quizá lo adecuado sea hacer un angustioso llamado a votar y a lo mejor nos encontramos con una sorpresa.
En ese sentido, el de que puede esperarse una reacción social más allá de los partidos y los candidatos, abona el que, a pesar del clima de inseguridad, más de 35 mil chihuahuenses acudirán temprano hoy a asumir sus tareas de funcionarios electorales, sin que se haya presentado un porcentaje inusitado de renuncias, fruto de la inseguridad y a que el aspecto más execrable de la contienda electoral, la guerra sucia, se limite a un reducido grupo de militantes de los partidos, enajenados, incapaces de entender que tales actos no le abonan a sus candidatos, y muy probablemente tampoco le resten a sus adversarios.
Y ese fue otro de los rasgos más importantes de la campaña electoral que hoy culmina, la de que la guerra sucia, que en contiendas anteriores probablemente sirvió para quitarle votos al candidato ajeno y agregarle algunos al propio, ahora no tuvo el mismo efecto y seguramente sirvió solamente para alejar a otro grupo de electores que ven a los partidos y sus querellas bajo el prisma de que sólo buscan el poder por el poder mismo.
Ese es el entorno en el cual deberemos elegir hoy a los gobernantes del siguiente período. Tienen una altísima responsabilidad, derivada de las condiciones prevalecientes, alcanzar la legitimidad necesaria para el ejercicio del poder.
Si la mayoría de la población los percibe como lejanos a sus preocupaciones, ahora tenemos la posibilidad de que si se presentara una participación electoral de alrededor del 40%, significaría que menos del 20% de la población los habría elegido. Tan reducidos porcentajes obliga a buscar la legitimación social a través del ejercicio del gobierno, a fin de solventar las elevadas expectativas despertadas a lo largo de la campaña.
Ojalá así sea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario