jueves, 15 de julio de 2010

Contundente

El Diario, 11 de julio de 2010
Luis Javier Valero Flores
El lunes anterior el priismo nacional estaba de plácemes. Las fiestas de los priistas duraron hasta la madrugada en distintas ciudades del país. En Chihuahua no era diferente, si bien con algunos “prietitos” en el arroz (y en algunos casos, “prietotes”, como la alcaldía deliciense) la derrota infligida a sus más acérrimos rivales fue disfrutada largamente.
No es para menos, su candidato, César Duarte, obtuvo una aplastante victoria sobre Carlos Borruel al lograr una votación 16.4% superior a la del panista, así como el mayor diferencial de votos jamás alcanzado por candidato alguno en la era de la plena competencia electoral, pues su ventaja es de casi 177 mil votos, es decir, más de la votación alcanzada por alguno de los candidatos triunfadores a las alcaldías de Juárez y Chihuahua y convertirse en la segunda victoria más grande de las alcanzadas por los candidatos del PRI en todo el país, sólo superada por Egidio Torre Cantú, el hermano de Rodolfo, el candidato victimado a seis días de la elección.
Los números son contundentes. Borruel obtuvo 423 mil 409 votos (39.13%) y César Duarte 600 mil 345 (55.54%), por 21 mil 607 del perredista Luis Adolfo Orozco (1.99%). Además, y sorprende porque en esta ocasión hubo organizaciones, así fueran de no tanta incidencia ciudadana, que llamaron a la anulación del voto, pero el porcentaje es uno de los más bajos de las últimas elecciones, apenas el 3.26%, aunque sorprende el elevado porcentaje alcanzado en la mayor parte de los municipios serranos, encabezados por Guachochi, en donde llegó al 9.18%.
A pesar de todo, la participación electoral no llegó a las cifras esperadas por los más pesimistas y rebasó el 40%: 41.4, aunque, como es natural, que sólo 4 de cada 10 ciudadanos acudan a votar debiera preocupar seriamente a la clase política.
Más aún, Duarte gana en 59 de los 67 municipios, pero no pierde en ninguno de los más poblados de la entidad. Sin embargo, el PRI perdió –hasta el cierre del PREP- 26 municipios, 23 a manos del PAN, dos del PRD y Carichí frente a la alianza PAN-PRD.
A su vez, los candidatos priistas a las diputaciones sólo perdieron en un distrito de Juárez, de los 14 en los que postularon, solos, a candidatos; y en la alianza con el Panal y el Verde, otro en esa misma ciudad, de los 8 distritos en que participaron juntos. Así, el PRI, solo, ganó en 13 distritos y con la alianza, otros 7. De estos, uno de los candidatos pertenece al PANAL.
Con tales resultados, a pesar de la extendida postura de contarle al PRI triunfos en 20 distritos, deberemos recordar que para efectos de la distribución de diputaciones, así como para el de las prerrogativas, las coaliciones cuentan como un partido.
Además, resulta que la coalición acordó entregarle al PANAL el 60% de los votos obtenidos en esos 8 distritos, y al Verde el 40%.
De ese modo, con las últimas cifras del PREP, el PAN obtuvo el 36.67%, el PRI quedaría con el 31.84% de la votación, la coalición con 16.06; el PRD 3.31, el PANAL con el 2.47, PT con 2.07, el Verde el 1.82 y Convergencia con 1.21.
Para hacer la distribución de las diputaciones plurinominales se descuentan los votos nulos, los de candidatos no registrados y los de los partidos que no alcanzaran el 2%, por lo que aumentan los porcentajes de los partidos que rebasaron esa cifra.
Anotar tal profusión de cifras tiene importancia porque la polémica está a la orden del día. En primer lugar, porque si se le anotan los porcentajes de la coalición a PANAL y Verde antes de la votación válida emitida, entonces no se contarían los del Verde; pero al tomar en cuenta el convenio de coalición resultaría que el PANAL llegaría al 12.1% y el Verde al 8.12 y el PRI podría arañar una de las diputaciones plurinominales.
Si así fuera, el PRI obtendría 1, el PAN y el PANAL 3, el Verde 2 y una para PT y PRD. Entonces, ya por partidos, al momento de integrar los grupos parlamentarios, el PRI tendría 20 diputados, el PAN 5, el PANAL 4, PT 1 y PRD 1, con lo que César Duarte no tendría problemas en el Congreso y con sus aliados, con toda facilidad, alcanzan la mayoría calificada de dos tercios.
Ante ese panorama, de tan contundente triunfo del candidato a gobernador, sorprenden varios hechos, el principal de ellos, el elevado número de derrotas municipales del PRI, y acaso ligado a otro, el de la sorpresiva alta votación alcanzada por el PAN en la mayor parte de los municipios con población preponderantemente rural, sobre todo en la elección de alcaldes, pero no solo.
Carlos Borruel ganó la elección en los municipios de Allende, Bocoyna, Coyame, Santa Isabel, Julimes, Ocampo, Satevó y Uruachi y obtuvo elevadas votaciones, casi iguales a las e Duarte en Balleza, Batopilas, Coronado, la Cruz, Chínipas, Gómez Farías, Guachochi, Guadalupe DB, Matachí, Moris, Nonoava, San Francisco de Borja y Valle de Zaragoza, con lo que se acabó (por lo menos para esta elección) con el mito del voto “verde”, no por ecologista, sino porque era el voto de las zonas rurales, generalmente elevado a favor de los candidatos priistas.
¿Lo sería porque el PRI siempre había tenido el control de los programas gubernamentales de apoyo al campo y ahora lo tiene el PAN, claro, todavía sin la estructura paragubernamental que había construido el tricolor?
Además, tomando en cuenta a los municipios más poblados, el PAN gobernará Delicias, Camargo, Jiménez, Nuevo Casas Grandes, Ojinaga y Guachochi y el PRI lo hará en Juárez, Chihuahua, Cuauhtémoc, Parral y Madera.
Sin embargo, hasta ahora, la percepción del triunfo de Duarte ha logrado permear a toda la clase política. Así, Las posturas de los representantes del PAN y del PRD en el IEE, Jesús Limón y José Luis Acosta, respectivamente, en el acto de entrega del acta de mayoría al candidato priista, son de llamar la atención. El primero afirmó que su partido había reconocido la derrota, al tiempo que le deseó éxito a Duarte porque “eso representa que Chihuahua tenga éxito y que viva en paz y en progreso”. A su vez, Acosta afirmó que su partido se suma al proyecto del nuevo gobernador pues “sólo sumando esfuerzos se asegurará el regreso de la paz” al estado.
Tal postura coincidió con las primeras manifestaciones del candidato a la alcaldía capitalina, Antonio López, expresadas con antelación a la de la dirigencia estatal y la de Carlos Borruel, que tardaron más de lo esperado en anunciar –dada la ventaja de Duarte- su reconocimiento al triunfo del priista, con lo que le ha permitido al priismo ufanarse del amplio espectro de apoyos alcanzados por el parralense.
Pero tales resultados deberán explicarse. Una primera conclusión podría ser la de que, mayoritariamente, los chihuahuenses no le achacan al gobierno estatal la principal de las responsabilidades en la crisis de seguridad pública, algo a lo que le apostaron, y mucho, los panistas, nomás recordemos las declaraciones de diversos actores del PAN, incluido el mismo Borruel, o más atrás las de la senadora Teresa Ortuño en contra del gobernador Reyes Baeza, o las gravísimas acusaciones del candidato panista a la alcaldía juarense, César Jáuregui, en contra de su adversario, Héctor Murguía.
En ese aspecto, el comportamiento de electorado chihuahuense no es distinto al del resto del país, pero seguramente que contaron otros factores, el primero, que a pesar de todo, en todas las evaluaciones practicadas, el gobierno de Reyes Baeza sale bien calificado, y segundo, los antecedentes personales de Duarte, sobre todo los derivados de su prolongado tránsito como dirigente social, en la dirigencia de la CNC y en la participación, al lado de otras organizaciones en la lucha por obtener mejores tarifas de energía eléctrica para el campo.
Tales factores resaltan más al comparar sus resultados con los obtenidos por sus candidatos a las alcaldías, lo que hace suponer una mala designación en esos puestos.
Llega, así, César Duarte, con una terrible carga, la derivada de la envergadura de sus propuestas y posturas, y la de la no menos dramática realidad de los chihuahuenses. No está por demás decir que despertó elevadas expectativas en importantes segmentos de la población y que sus reiteradas frases acerca de la falta de orden, para imponerlo como el instrumento necesario para mejorar la seguridad pública.
Otro aspecto, no menos importante, es la baja participación electoral, que motiva, por tanto, la menor legitimación social, la misma que deberá buscar a como dé lugar –y no sólo él- porque el tamaño de los problemas por los que ahora atravesamos así lo requiere.
Correo electrónico: Aserto1@netscape.net
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