jueves, 22 de julio de 2010

Las alianzas triunfadoras

El Diario, 22 de julio de 2010
Luis Javier Valero
Apagadas las repercusiones postelectorales por varias razones, por la ola de violencia, las catástrofes climáticas, las vacaciones de los actores políticos, o simplemente por el hartazgo de una buena parte de la sociedad, los primeros balances efectuados por el dirigente nacional del partido gobernante, el PAN, no resisten el menor análisis serio.
Puestas en juego doce gubernaturas, contra todos los pronósticos y dados los antecedentes, –así como los resultados de todas las elecciones celebradas después de las presidenciales del 2006– el PRI perdió sorpresivamente tres de ellas –Oaxaca, Puebla y Sinaloa– y debió enfrentar una reñidísima competencia en Durango y Veracruz, y una no menos disputada contienda en Hidalgo.
Salvo en la elección veracruzana, en la que formalmente el candidato del PAN, Miguel Angel Yunes, era militante de ese partido, en el resto, en la práctica, el blanquiazul actuó como un prestador de la franquicia electoral; ninguno de quienes pretendieron la gubernatura, o la alcanzaron en esas entidades, era miembro del PAN. Más aún, en algunos de los casos, los candidatos procedían directamente del PRI y sólo la concreción de una alianza, en todos los casos con el PRD, y en algunos con la suma del PANAL, PT o Convergencia, los llevó al triunfo.
Así, la victoria de Gabino Cué en Oaxaca no se debe a la fuerza del panismo, sino a una multitud de factores entre los cuales pueden ubicarse el fortísimo movimiento popular del 2006, encabezado por la APPO, que casi derroca al gobernador Ulises Ruiz; la persistencia de Cué, y su crecimiento como líder de la oposición, después de haberse desempeñado como alcalde de la capital a principios de siglo, luego de salirse del PRI y buscar la gubernatura hace seis años, la que perdió por escaso margen; la magnitud de las fuerzas de izquierda en la entidad, más allá del PRD; a la concreción de la alianza PAN-PRD; la suma de distintos sectores del PRI y al amplio rechazo ciudadano a Ulises Ruiz.
El mérito del PAN estribó en vencer la resistencia de no pocos segmentos de ese partido reacios a la alianza.
El triunfo de Malova –Mario López–, en Sinaloa, tampoco deberá acreditarse exclusivamente a la fuerza del panismo (no se puede desestimar su inserción, sobre todo en el sur del estado, particularmente en Mazatlán, en donde triunfó por tercera vez Alfredo Higuera como alcalde) pues el senador priísta obtuvo más de una cuarta parte de sus votos en el municipio que gobernó como alcalde (más de 150 mil, contra 30 mil de su adversario) –Ahome, cuya cabecera es la ciudad de Los Mochis–, en lo que se convirtió en una profunda fractura del PRI sinaloense, con ex gobernadores alineados con uno y otro candidato y con el fantasma de las presuntas vinculaciones con el narcotráfico.
Líder, hace seis años, de las encuestas sobre preferencias electorales, Malova, ahora las encabezaba nuevamente. A pesar de ello, su partido las desestimó. Empeñada la dirigencia nacional priista en dejar a los gobernadores la decisión final acerca de los candidatos, debió soportar una dura derrota a manos de uno de los suyos.
Fenómeno semejante ocurrió en Puebla. El triunfo de la alianza PAN-PRD tiene como telón de fondo el muy amplio rechazo de los poblanos al “gober precioso”, Mario Marín, al hartazgo de una buena parte del electorado priista y a que el triunfador, Rafael Moreno Valle, no posee rasgos ideológicos distintos a los del panismo de aquella entidad, sin duda uno de los más derechistas en el país.
No sería una sorpresa que en pocos meses Moreno decidiera inscribirse como militante del blanquiazul, pero muy pocos podrían acreditar su triunfo a las simpatías despertadas por el PAN entre la ciudadanía. Argumentos semejantes podrían esgrimirse en los casos de Hidalgo y Durango. Si bien en el primer caso podría argumentarse que Xóchitl Gálvez posee un perfil panista, por haber integrado el gabinete foxista, pero ella insistió en ser una candidata ciudadana.
Caso contrario es el de José Rosas Aispuro, priísta destacado, ligado al ex gobernador Maximiliano Silerio, y que ha ocupado casi todos los cargos de elección popular en Durango, todos dentro del PRI. Su candidatura puso en verdaderos aprietos a un partido casi del Medioevo –el PRI– que, para conjuntar los esfuerzos de toda la “nomenklatura” local, postuló como candidatos a las diputaciones locales ¡A los hijos de tres ex gobernadores!
Vistas así las cosas, el panismo poco tiene que festejar.

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