jueves, 29 de julio de 2010

Legitimidad social

El Diario, 29 de julio de 2010
Luis Javier Valero
Las tendencias del abstencionismo electoral no cambiaron en la pasada elección del domingo 4 de julio. Prosiguió su curva descendente elección tras elección. Tal fenómeno es sólo evidencia de otro peor, la creciente pérdida de legitimación social de quienes acceden a las posiciones de gobierno y es reflejo, además, de la también creciente desconfianza y rechazo de la población hacia la clase política.
Si bien la participación electoral superó la de tres años atrás (37 por ciento) y la esperada por las más pesimistas visiones, finalmente, para elegir gobernador sólo participó el 41 por ciento del electorado –seis de cada 10 electores decidieron no participar– que es menor a la presentada seis años atrás. La participación electoral crece, tradicionalmente, en las elecciones de gobernador o de presidente de la república, por esa razón, la comparación debe hacerse con ese tipo de comicios. Normalmente, en las elecciones de mitad de sexenio la participación electoral desciende.
Así, si bien la presentada ahora supera a la del 2007, es incomparablemente menor a las precedentes.
La tendencia es contundente: En 1992, cuando Francisco Barrio ganó las elecciones, votó el 64 por ciento de los electores; seis años más tarde, en los comicios ganados por Patricio Martínez, participó el 56.8 por ciento; en 2004, de las elecciones que emergió gobernador Reyes Baeza, votó el 44.4 por ciento de los inscritos en el padrón electoral. De ese modo llegamos al porcentaje actual. Descenso evidente, aunque el decrecimiento es menor a los períodos anteriores pues entre Barrio y Patricio es menor a los ocho puntos y entre Patricio y Reyes es de más de doce, ahora sólo es de poco más del 3 por ciento.
Las cifras son reveladoras de la gravedad del problema que ahora tenemos como sociedad, el gobernante obtuvo el respaldo del 17 por ciento del total de la población. Podrá decirse, en descargo, que en esta suma se toma en cuenta a la población menor a los 18 años, pero no es sólo ese problema, llega con el 24 por ciento de aceptación de los inscritos en el padrón electoral y ése ¡Sí que es un problema de legitimidad social!
No se está planteando cualquier otra cosa tremendista, ni de que le falta legitimidad a César Duarte y a los ganadores del proceso electoral del pasado 4 de julio, sino de la falta de acuerdo social para el ejercicio del poder, cualquiera que llegase a él, y de los enormes retos que deben asumir quienes lo asumirán a partir de octubre próximo.
Deberán actuar en el gobierno para alcanzar tal legitimidad social, la electoral ya la tienen, la que les otorga el marco legal vigente es suya, pero no deberán olvidar que tan sólo una cuarta parte de los ciudadanos son sus simpatizantes y que menos de uno de cada cinco habitantes de la entidad los impulsó a los puestos de gobierno.
Tales hechos deberán ser parte del motor de su actuación. Las evidencias de tal desapego ciudadano se mostraron en todos los actos de la campaña recién terminada. Los cierres de la misma, tanto de panistas como de priístas mostraron a un elevado porcentaje de chihuahuenses que acudieron a los actos, pero no tanto por el interés de escuchar a los candidatos, sino de oír a los artistas contratados por los equipos de campaña de los respectivos candidatos.
Así, al momento de iniciar el acto político, en el cierre de campaña de Carlos Borruel, una gran cantidad de asistentes al acto musical se retiró, si bien numerosas personas se quedaron a escuchar a los oradores.
Igual sucedió con el acto de César Duarte en Parral. La plaza estaba llena, pero el entusiasmo por el candidato y el interés por su discurso se circunscribían a quienes ocupaban la mitad de la plaza cercana al templete, para el resto, era solamente la oportunidad de escuchar a sus artistas preferidos, de pasearse, de salir de la casa, en fin…
Igual sucede en prácticamente todas las actividades de nuestra sociedad, motivar, incorporar a esa mayoría (que no siempre es silenciosa) es el enorme reto de la nuestra incipiente democracia… y de los gobernantes.

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