Ominoso, quieren la reelección
El Diario, 3 de diciembre de 2009
Luis Javier Valero Flores
Como si los tiempos –y sobre todo la actuación de la clase política en general- fueran los mejores, Felipe Calderón anunció que propondrá –no dijo cuándo, ni de dónde parte tan popular propuesta- la reelección (inmediata) de los alcaldes y diputados.
Al hacerlo replicó los argumentos esgrimidos por los dirigentes de prácticamente todos los partidos y de algunas organizaciones afines, sobre todo al PAN, como la Coparmex, consistentes en que la reelección es el principal mecanismo de evaluación de los funcionarios públicos. Si su gestión es buena, dicen, entonces los ciudadanos los premiarían reeligiéndolos, de lo contrario, sostienen, le darían el triunfo a otro candidato.
Tal propuesta, acariciada casi exclusivamente por la clase política, no toma en cuenta un hecho cardinal: Los ingresos de los funcionarios públicos mexicanos se ubican entre los más altos del planeta.
Y no sólo.
¿Se podrían imaginar al cúmulo de legisladores y alcaldes buscando la reelección, casi dueños de los presupuestos públicos puestos a su ejercicio por la sociedad?
No debemos ir muy lejos para encontrar los argumentos necesarios para oponerse a tan cínica propuesta.
Días atrás, el diputado perredista Víctor Quintana nos recordó, actualizados, algunos de los salarios de los alcaldes chihuahuenses de los municipios con menos población y, por tanto, con menores presupuestos. Son de verdadero escándalo y mueven a la indignación.
Y de ejemplos de alcaldes en busca de la reelección, o de buscar otro puesto de elección popular al amparo del presupuesto del que tiene bajo encomienda de la sociedad, ahí está el alcalde de la capital, el panista Carlos Borruel, quien inmerso en su propósito de alcanzar la candidatura al Gobierno del Estado despliega una intensa actividad fuera de su municipio y todavía le alcanza el tiempo para descalificar a sus opositores solo porque éstos, los priistas, le recriminan estar haciendo actividades proselitistas y se da el lujo de argumentar que la propaganda en su favor está ubicada en la libertad de expresión.
Sí, porque en días pasados aparecieron algunos anuncios de los denominados “espectaculares” en los que claramente se le trataba de publicitar como candidato a la gubernatura.
Pues ahora resulta que Borruel le pide a los priístas respeten la libertad de expresión (desplegada mediante) los espectaculares.
“Invitaría al PRI para que en los hechos demostremos los compromisos con la libertad de expresión, que respetemos el trabajo de los medios de comunicación que es un derecho inalienable”, dijo, sin parar mientes en que los aspirantes a algún puesto de elección popular, por ese pequeño detalle deberán aceptar que su libertad de expresión se acota para dar pie a otro derecho, de carácter social, colectivo y por tanto, superior al individual, que es el de otorgarle a las contiendas electorales la equidad necesaria para que los electores puedan elegir al candidato de sus simpatías sin ninguna coerción, de ningún tipo.
El argumento utilizado por Borruel es el mismo que los organismos empresariales utilizaron en 2006 para lanzar una terrible campaña mediática en contra de López Obrador, en una clarísima trasgresión a las normas electorales de entonces (sancionada muchos meses después por el Tribunal Electoral de la Federación como ilegal) y a las vigentes ahora.
Y este es sólo un ejemplo ¿Se imaginan a la multitud de alcaldes, de todo el país, en busca de la reelección, con los milenarios recursos municipales a su disposición, sin el menor recato, ni respeto a la legalidad vigente, tal y como ahora lo demuestran quienes buscan el siguiente peldaño del poder?
Además, por si fuera poco, los alcaldes arguyen la “autonomía” del municipio para fijarse los salarios de escándalo (y hasta hace poco, ojalá sea cierto hayan desaparecido, también los de sus respectivas cónyuges) en montos que ya los quisieran los gobernantes de los países petroleros.
Y se quieren reelegir. Medida como esa podría ser bien vista si la sociedad viera que, de veras, están dispuestos a vivir con la discreta “medianía” que Juárez ejemplificó vivamente.
Luis Javier Valero Flores
Como si los tiempos –y sobre todo la actuación de la clase política en general- fueran los mejores, Felipe Calderón anunció que propondrá –no dijo cuándo, ni de dónde parte tan popular propuesta- la reelección (inmediata) de los alcaldes y diputados.
Al hacerlo replicó los argumentos esgrimidos por los dirigentes de prácticamente todos los partidos y de algunas organizaciones afines, sobre todo al PAN, como la Coparmex, consistentes en que la reelección es el principal mecanismo de evaluación de los funcionarios públicos. Si su gestión es buena, dicen, entonces los ciudadanos los premiarían reeligiéndolos, de lo contrario, sostienen, le darían el triunfo a otro candidato.
Tal propuesta, acariciada casi exclusivamente por la clase política, no toma en cuenta un hecho cardinal: Los ingresos de los funcionarios públicos mexicanos se ubican entre los más altos del planeta.
Y no sólo.
¿Se podrían imaginar al cúmulo de legisladores y alcaldes buscando la reelección, casi dueños de los presupuestos públicos puestos a su ejercicio por la sociedad?
No debemos ir muy lejos para encontrar los argumentos necesarios para oponerse a tan cínica propuesta.
Días atrás, el diputado perredista Víctor Quintana nos recordó, actualizados, algunos de los salarios de los alcaldes chihuahuenses de los municipios con menos población y, por tanto, con menores presupuestos. Son de verdadero escándalo y mueven a la indignación.
Y de ejemplos de alcaldes en busca de la reelección, o de buscar otro puesto de elección popular al amparo del presupuesto del que tiene bajo encomienda de la sociedad, ahí está el alcalde de la capital, el panista Carlos Borruel, quien inmerso en su propósito de alcanzar la candidatura al Gobierno del Estado despliega una intensa actividad fuera de su municipio y todavía le alcanza el tiempo para descalificar a sus opositores solo porque éstos, los priistas, le recriminan estar haciendo actividades proselitistas y se da el lujo de argumentar que la propaganda en su favor está ubicada en la libertad de expresión.
Sí, porque en días pasados aparecieron algunos anuncios de los denominados “espectaculares” en los que claramente se le trataba de publicitar como candidato a la gubernatura.
Pues ahora resulta que Borruel le pide a los priístas respeten la libertad de expresión (desplegada mediante) los espectaculares.
“Invitaría al PRI para que en los hechos demostremos los compromisos con la libertad de expresión, que respetemos el trabajo de los medios de comunicación que es un derecho inalienable”, dijo, sin parar mientes en que los aspirantes a algún puesto de elección popular, por ese pequeño detalle deberán aceptar que su libertad de expresión se acota para dar pie a otro derecho, de carácter social, colectivo y por tanto, superior al individual, que es el de otorgarle a las contiendas electorales la equidad necesaria para que los electores puedan elegir al candidato de sus simpatías sin ninguna coerción, de ningún tipo.
El argumento utilizado por Borruel es el mismo que los organismos empresariales utilizaron en 2006 para lanzar una terrible campaña mediática en contra de López Obrador, en una clarísima trasgresión a las normas electorales de entonces (sancionada muchos meses después por el Tribunal Electoral de la Federación como ilegal) y a las vigentes ahora.
Y este es sólo un ejemplo ¿Se imaginan a la multitud de alcaldes, de todo el país, en busca de la reelección, con los milenarios recursos municipales a su disposición, sin el menor recato, ni respeto a la legalidad vigente, tal y como ahora lo demuestran quienes buscan el siguiente peldaño del poder?
Además, por si fuera poco, los alcaldes arguyen la “autonomía” del municipio para fijarse los salarios de escándalo (y hasta hace poco, ojalá sea cierto hayan desaparecido, también los de sus respectivas cónyuges) en montos que ya los quisieran los gobernantes de los países petroleros.
Y se quieren reelegir. Medida como esa podría ser bien vista si la sociedad viera que, de veras, están dispuestos a vivir con la discreta “medianía” que Juárez ejemplificó vivamente.
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