jueves, 24 de octubre de 2013

Sierra en jaque

El Diario, 24 de octubre de 2013 Luis Javier Valero Flores El domingo anterior, a la altura del kilómetro 116 de la carretera La Junta-Tomochi, adelante del entronque a San Juanito (del municipio de Bocoyna), lugares enclavados en las estribaciones de La Sierra Tarahumara, “un camión de carga que transportaba cianuro (de sodio) sufrió un accidente ocasionando el derrame de 300 kilos de la peligrosa sustancia” a escasos “75 metros de las márgenes del río que cruza la zona”. (Nota de El Diario, 22/X/13) La carretera fue cerrada al tráfico y abierta el martes, luego de que las autoridades realizaron la limpieza del lugar y recogieron todo el material químico. Las autoridades dieron cuenta del accidente sólo hasta 48 horas después de ocurrido, cuando los habitantes de la zona y proveedores de bienes y servicios se quejaron por la desviación al tráfico, instrumentada por las corporaciones de seguridad pública. Pudo ser una tragedia de enormes proporciones, la variable que lo evitó fue la ausencia de lluvias. ¿Para qué se transportaba tan peligroso material? ¿Quién está encargado de la vigilancia sobre su transporte? ¿Cuál es la empresa que usa esta sustancia? Varias semanas atrás, en el otro lado de la misma sierra, en Sonora, ocurrió un accidente semejante, durante muchos días también fue cerrada la circulación vehicular (con la ventaja que el tráfico era menor en la carretera Hermosillo-Yécora), con las diferencias, respecto al ocurrido en Chihuahua, que allá el cianuro era transportado en una pipa; que falleció una persona; que sí hubo derrame al río Yaqui y que la cantidad derramada ascendía a 3 mil litros. (Nota de Reforma, 24/VIII/13). Meses atrás, en Zacatecas (en Ojo Caliente) se suscitó un derrame del mismo químico por la ruptura de un “ducto de 24 pulgadas que conduce la sustancia tóxica”. Profepa informó que podrían generarse, por este accidente, serios daños al equilibrio ecológico porque “ocurrió sobre suelo natural y a cielo abierto, además de que se dañó la vegetación”. (Nota del Staff, Reforma, 15/VI/13). Son muchas las coincidencias, fundamentales: Todos los transportes se dirigían –el ducto forma parte de las estructuras de la mina– a una mina de oro en la que el método de extracción del metal es el de la lixiviación de cianuro de sodio, mecanismo prácticamente desterrado de todos los países desarrollados, que lo son, no solamente por su poderío económico, sino también por el entramado social y jurídico, muy por delante de la mayor parte de los países dependientes como el nuestro. Más coincidencias: Las tres empresas son de capital canadiense, curiosamente interesadas en la explotación de este metal, por ese procedimiento y que en su país no lo pueden realizar debido a que las autoridades demostraron fehacientemente el gravísimo daño ecológico que produce esa forma de explotación del metal áureo. Allá, pero aquí sí y hasta fanfarrias permanentes se les otorgan, en agradecimiento a que hayan llegado a invertir en nuestra patria, generando unos cuantos empleos, a cambio de una explotación verdaderamente salvaje de nuestros recursos naturales. Baste asentar que la empresa minera a la que le llevaban el cianuro de sodio granulado, en el trailer accidentado, asentada en el municipio de Ocampo, en el primer trimestre de operaciones obtuvo las utilidades necesarias para recuperar la inversión realizada, según la información que otorgó a la Bolsa de Valores de Nueva York porque se trata de una empresa que ahí cotiza y, por ley, debe informar de todos los movimientos financieros. Ahora bien, si ya están asentadas en la entidad ¿por qué no efectuar todas las operaciones riesgosas para la población y el medio ambiente en medio de las más estrictas medidas de seguridad? ¿Por qué no exigirles las prevalecientes en sus países de origen? ¿Hay un reglamento sobre la transportación de cianuro de sodio, que regule el tipo de vehículos y la protección que debe portar? No es una exageración, urge revisar tan salvaje forma de explotar el oro, nos va algo más que la vida.

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