domingo, 13 de octubre de 2013

Decantación

El Diario, 13 de octubre de 2013 LUIS JAVIER VALERO FLORES A menos que el gobernador César Duarte nos otorgue otra sorpresa, anunciando nuevos cambios en su gabinete con la incorporación de quienes no forman parte de su equipo político, característica de quienes han asumido los nuevos cargos, tanto en la administración estatal, como en los principales municipios con la llegada de los nuevos alcaldes, lo más probable es que sí se anuncien algunos, derivados, tanto de los nombramientos en los ayuntamientos, como en el de los anunciados relevos (y no tanto porque el escribiente especule sobre ellos, sino por las variadas declaraciones del gobernante) y, sobre todo, por el futuro electoral inmediato. Contra todas las declaraciones que se les pudieran extraer a los integrantes del grupo gobernante, el futurismo es, ya, una realidad a su interior, de ahí la importancia del término de las gestiones de Héctor (Teto) Murguía y de Marco Adán Quezada, ambos, por pura coincidencia, ajenos al equipo gobernante. Semanas atrás, el mismísimo mandatario dejó entrever, en el caso de Quezada, y de manera más directa en el de Murguía, que pudieran pasar a la administración estatal. De ahí lo enigmático de las frases de Teto en su último informe: “Me voy, pero no me voy”, porque nos lleva en el corazón, precisó con un dejo de ironía y de sarcasmo, pues todo mundo sabe que no ha dejado de lado su ambición por convertirse en gobernador de Chihuahua. Sus simpatizantes –que no son pocos en Juárez– así se lo recordaban en cada uno de los actos de su segunda administración municipal: “Te queremos de gobernador, Teto”. Nunca, como en los actuales momentos, el contraste sirve para enaltecer a algunos de los protagonistas políticos. La tragedia del Aeroshow de Chihuahua, además de las víctimas fatales y lesionados, tiene otro damnificado político –que podría llegar, si las investigaciones lo determinan, a la posibilidad de fincarle responsabilidades–, el ex alcalde capitalino, Marco Adán Quezada. No está demás decir que, a diferencia de Teto, hasta antes del 5 de octubre, Quezada terminaba su gestión en el mejor de los momentos políticos, felicitado hasta por la cúpula empresarial más ligada al PAN y con un amplísimo consenso social, cuyo pico más alto lo fue la inauguración del malhadado espectáculo en el que, también a diferencia del gobernador Duarte, el público le dedicó una cálida ovación, no sin gritos de muchos –en ese y en otros actos de su administración– pidiéndole que se convirtiera en gobernante estatal. Se perfilaba como el más serio aspirante a la candidatura gubernamental, su gestión, con un elevado perfil de preocupación por rehacer el tejido social, y en medio de un entorno, al asumir la alcaldía, como en Juárez, incuestionablemente muy difícil. En tanto que Murguía recibía, al mismo tiempo, muy cálidas ovaciones, sobre todo de los juarenses más humildes, también era receptor de muy serias críticas a la decisión de auto concederse una escolta, primero a él y su familia, y luego sólo a ésta y al desorden urbano generado por la apertura simultánea de decenas de frentes de construcción de obras del Plan de Movilidad Urbana, en el que las críticas también se centraron en la opacidad del manejo financiero. Sin embargo, cada que se calificaba a su gestión, obtenía las más altas; en ello influyó, sin duda y sobre todo, la abrupta disminución del número de homicidios, acompañada de una más discreta disminución del resto de los delitos de más alto impacto. La regeneración económica, a pesar de todas las críticas, es evidente en Juárez, sus manifestaciones se advierten en todos los órdenes. Sin embargo, siempre quedará en el ambiente saber qué tanto fue determinado por la acción gubernamental y qué tanto por la dinámica de los cárteles de la droga. También, no se podrá negar –a pesar de la muy poca disposición a respetar la legalidad vigente y de la violenta actitud de los policías municipales hacia los jóvenes, particularmente con los más pobres– de la conducción de la policía municipal de Julián Leyzaola. Pero todo eso cambió a partir de la toma de protesta de Enrique Serrano, en Juárez, y de Javier Garfio en Chihuahua. Ahora ya no podrá argüirse que hay falta de entendimiento, que hay disparidad de enfoques o de proyectos; quienes hoy encabezan las comunas de Juárez y Chihuahua son de las más íntimas confianzas del gobernante, que de este modo se encuentra en el cenit de su poder. Dirige el gobierno estatal acompañado mayoritariamente de los suyos, los que lo acompañaron desde los tiempos en que acariciaron el proyecto de alcanzar el gobierno del estado, los que creyeron en él en los momentos en que Duarte era ninguneado por los equipos gobernantes –por no pertenecer a ellos, o porque no le veían las dimensiones necesarias–; cuenta con una amplísima mayoría parlamentaria, fruto de sus gestiones personales en la concreción de las alianzas y candidaturas comunes y, además, las dos principales ciudades de Chihuahua son hoy dirigidas por dos de sus amigos y colaboradores más cercanos. Son ellos –no sólo por las posiciones que ocupan– quienes se perfilan, desde ahora, como los más serios aspirantes a la silla principal de Palacio de Gobierno; además, porque, como se ha venido constatando, al ser de los más cercanos en los afectos a Duarte –quien está tirando por la borda aquella frase acerca de los amigos en el corazón– tendrán indudables ventajas sobre aquellos que no se encuentren en tal situación. Así, a pesar de la fuerza política, indudable, de Teto Murguía, que ha llevado al PRI a ganar prácticamente todas las elecciones ocurridas bajo su mandato, dependerá de un sinnúmero de variables, todas ellas, quizá, ajenas a él, para poder ungirse a finales del 2015 –o principios del 2016– como el abanderado del PRI. Dependerá de qué tanto se le sienta cercano al grupo hegemónico en el país, el de Peña Nieto, y al desarrollo de la disputa presidencial al interior de ese grupo, en el que, por ahora, dos chihuahuenses parecieran contar con mejores cartas credenciales para influir decisivamente en la designación del candidato priista; uno, para proponer o sugerir a alguien cercano, y la otra, para recibir la aprobación presidencial. Por un lado, el ex gobernador José Reyes Baeza, muy cercano al secretario de Gobernación, el ex gobernador hidalguense, Miguel Osorio Chong, y por el otro, la senadora Graciela Ortiz, quien ha desempeñado tareas importantes para ese mismo grupo y al parecer es una de las priistas en quien más ha confiado Enrique Peña Nieto desde la campaña electoral, a pesar de que a la ex secretaria general de Gobierno –la primera del gobierno de Duarte– se le señalaba como muy cercana a la ex presidenta nacional, Beatriz Paredes. Y es, en la primera variante en la que descansaban una buena parte de las aspiraciones de Marco Adán Quezada. No sólo en la amistad del deliciense con Osorio, sino en la cercanía, por más de 30 años, del ex gobernador Fernando Baeza con el grupo Atlacomulco, la que le permitió recibir la designación como embajador de México en Costa Rica, país en el que, en vida de Carlos Hank González, éste recibió acres señalamientos de influir en los procesos electorales, al apoyar financieramente a algunos candidatos presidenciales. Luego del accidente del Aeroshow (y quizá sea muy poca la distancia para hablar de él en relación con las contiendas políticas, están abiertas las heridas en la sociedad chihuahuense, las de los deudos de los caídos ahí, y los heridos, amén de las sufridas, a todas luces, del ex alcalde y su esposa, Lucy Chavira), las posibilidades de Quezada se hayan alejado, probablemente no para siempre, pero sólo el tiempo y el desarrollo de las indagatorias del fatal accidente, además de la propia disposición del ex alcalde, podrán determinar si se le deberá considerar entre los aspirantes, y entre ellos, saber si cuenta con alguna posibilidad de abanderar a su partido en el 2016. Por ahora, y en los primeros días de los nuevos alcaldes, todo es felicidad en el grupo gobernante, ahí van anunciando nuevas obras y poniendo primeras piedras, además de inaugurar otras, todo le sonríe, ya se aprestan a gobernar, por lo menos, doce años al Estado Grande. Falta mucho por recorrer y ver.

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