¡Por fin un debate! lo gana Duarte

El Diario, 13 de junio de 2010
Luis Javier Valero Flores
La novedad es que, por fin, así fuera en la parte final del debate entre los candidatos al gobierno del estado, apareció el debate. Por desgracia no fue en los asuntos trascendentes, de las propuestas y programas de gobierno de los aspirantes, pero cuyas consecuencias pueden llegar a ser importantes, y no sólo para la actual campaña electoral.
No será inútil repetirlo, el actual formato de debates organizados por el IEE se presta más al lanzamiento de puyas, acusaciones y descalificaciones, que en nada le ayudan al electorado a desentrañar las reales capacidades de los candidatos (convengo, tampoco los debates son el único instrumento para hacerlo) porque el receptor de los ataques puede, o no, responderlos y siempre se quedarán en el aire las controversias.
Tal hecho lo origina el formato cuya concepción estriba en que a cada candidato se le hacen distintos cuestionamientos y las únicas partes coincidentes son la presentación inicial y el discurso final que, otra vez, por sus propias características, no sirven para debatir.
Y si no hay confrontación, si el evento sólo sirve para escuchar las exposiciones de los candidatos, en un escenario común, lo normal es que la mayoría de quienes lo escuchan o ven pierdan el interés. Vamos, ni tampoco sirve para apreciar las diferencias entre propuestas parecidas, ni nos permite que, de frente, se razonen esas y las coincidencias, ni sepamos las razones por las cuales las descalifican.
De ahí que, ojalá, esta experiencia le sirviera a los consejeros electorales y a los partidos para superar el ancestral temor a los debates entre los candidatos y los partidos y así podamos presenciar eventos que contribuyan, no sólo a apreciar tales aspectos de los candidatos, sino a elevar el interés de los ciudadanos por presenciar actos con la participación de los candidatos y, eventualmente, a aumentar la participación electoral, aunque esto último no se puede asegurar. Depende, obviamente, de las cualidades de los candidatos.
Más allá de las consecuencias futuras acerca del formato de los debates, las que importan en el momento son, sin duda, las derivadas de los dos celebrados en la presente campaña y sus repercusiones en las preferencias electorales. Seguimos pensando que la actual será una contienda en la que participen, no sólo mayoritariamente (porque siempre sucede así), sino casi exclusivamente los ciudadanos identificados con los partidos, el llamado voto “duro”, y que los electores, a los cuales los especialistas en encuestas les dan distintas denominaciones (indecisos, switchers, volátiles, etc.), disminuirán sensiblemente.
Y estos son los que deciden su voto a través de instrumentos como los debates, las propuestas y el carisma de los candidatos, así como las repercusiones de las campañas electorales en el entorno de esos ciudadanos.
Pero si tomamos como ciertas las cifras otorgadas por distintos medios de comunicación, acerca del número de personas que escucharon o vieron los debates, siendo un número muy alto en relación a las audiencias de otros programas, es menor y debiera situarse por debajo del 20% de la población.
Indudablemente que la mayoría de esa audiencia está conformada por quienes ya están enfilados en alguna de las opciones, pero habrá un segmento de la población que defina su voto con base en alguno de los factores mencionados arriba o en que alguno de los candidatos demostrara superioridad, así sea por asuntos no tan importantes en eventos como el del martes anterior.
Y ahí aparecen las malas noticias para el candidato del PAN, Carlos Borruel, y su equipo. En los quince o veinte minutos finales del debate celebrado en la capital fue derrotado ampliamente –o por lo menos así lo apreció el escribiente– y Duarte se erigió a los ojos de mucha gente como el ganador.
En ese debate, pareció que los candidatos del PRI y el PAN ahora sí contaron con un plan, no sólo trataron de abordar los temas a discusión y responder los cuestionamientos que les tocaron, sino que llevaban un plan. Seguramente ambos contaron con asesorías más allá de la de sus equipos de campaña, pero en la del panista se evidenció la mano de quienes le apuestan a las recetas de la mercadotecnia y en la del priísta prevaleció la de quienes ponen el acento más en el manejo de la política.
Ganó esta última. Borruel creyó que se trataba de implantar en la mente de quienes lo veían y escuchaban una fórmula que en mucho nos recordó la de Juan Blanco en 2004, sólo que ahora con la modalidad en su voz. Al finalizar cada una de sus intervenciones decía: “Soy Carlos Borruel, unidos todo es posible”.
Frase que sirvió para que Duarte lo tundiera: “Yo diría: Hundidos nada es posible. Esa unidad falsa en la que refleja con la mercadotecnia el candidato de Acción Nacional es clara, las divisiones en su partido no se han superado. A mí los cinco candidatos que compartimos la competencia interna me levantaron la mano y yo no he visto que el señor Pablo Cuarón haya reconocido su triunfo. No se vale engañar a la sociedad ni a la militancia, ni a la buena militancia de Acción Nacional”.
Pero la frase de Borruel era acompañada por una sonrisa que en la parte final del debate se convirtió en una mueca terminal de cada tramo.
A su vez, Duarte llevó al cabo una estrategia consistente en golpear, lanzar una puya al inicio de cada intervención que lo hacía aparecer como el retador, como el candidato que va debajo de las encuestas, el urgido de golpear al otro para sacarlo de sus casillas.
Tal estrategia la había usado Borruel en la primera intervención cuando señaló sus grados académicos, los mismos que dificultosamente ha logrado demostrar el priísta. Pero luego abandonó tal estrategia para usarla nuevamente después que Duarte había mencionado la fecha de inicio de la ganadería. Borruel picó el anzuelo, tarjeta mediante, le señaló que no sabía nada de historia. La respuesta fue contundente, Duarte le señaló, con fecha precisa, la del inicio de la ganadería en Chihuahua y se inició la debacle del panista.
Ante el señalamiento del priísta de la inseguridad en Chihuahua y que el helicóptero municipal (El Halcón) ya no volaba, la respuesta de Borruel fue expresar, sí ya no vuela, pero tampoco como antes, cuando iba a Majalca “a llevar hamburguesas”, sin parar mientes que de haber sucedido así, él era diputado local y, por tanto, obligado a denunciar tal anomalía.
Luego, el episodio de la invitación a recibir la certificación de Calea a la policía municipal, para el mes de julio, usada inicialmente por el panista para demostrarle que sí se la otorgarían a la policía municipal de Chihuahua, al contrario de la argumentación del priísta, y que le sirvió a Duarte para decirle que Borruel sí podría asistir a Las Vegas a recibirla pues él estaría muy ocupado (en recibir el gobierno).
Pero la puntilla a Borruel se la dio el perredista Luis Adolfo Orozco (a quien le sobraron asesores y tarjetas, seguramente sin tantas y tantos, su desempeño hubiese sido mejor. Así se apreció en los pocos momentos que improvisó y en su mensaje final) quien también traía plan para el debate. A lo largo del mismo enfocó sus baterías a priístas y panistas, pero en los aspectos particulares el principal depositario de sus críticas fue el priísta. Sin embargo, en su penúltima intervención acabó con Borruel.
El panista fue víctima de sus asesores (o a lo mejor de él mismo, vaya uno a saber) pues les pareció muy adecuado, ya que estamos en pleno campeonato futbolero, apropiarse de la frase central del spot de Javier Aguirre, el entrenador nacional, y usarla en el mensaje final (¿A quién se le ocurre semejante engendro?). Pues sí, ahí tenemos al candidato panista llamarnos a superar la etapa del sí se puede, al ya se pudo y Orozco que la toma al vuelo y suelta lo mejor de la noche: “Ahí tenemos a los candidatos del PRI y del PAN acusándose se andar pirateándose las propuestas y ahora vemos que hasta al Vasco (Javier Aguirre) se lo piratean”.
Y que se lleva la noche el originario de San Isidro, por lo menos en lo anecdótico, pues el auditorio entero festeja la frase… y Borruel que se hunde.
Como podrá apreciarse, el debate escenificado no se realizó acerca de los temas más importantes del Chihuahua de nuestros días, otra será la ocasión; por lo demás, cada uno de ellos insistió en sus propuestas, César Duarte en la de apostarle al desarrollo regional y Borruel en su supuesta, o real, capacidad negociadora con el gobierno federal para lograr, por ejemplo, duplicar los beneficiados del programa Oportunidades de la Secretaría de Desarrollo Social.
Muchos son los aspectos dejados fuera del análisis de hoy, habremos de abordarlos.

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